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FINES DE SEMANA Monegros

Sariñena y Sigena, mezcla de vergel y estepa

La comarca de los Monegros guarda tesoros como el Monasterio de Sigena, muy diezmado y maltratado por la historia. Pero también otros con un futuro prometedor como la Cartuja de Nuestra Señora de Fuentes, cuyas obras de restauración ya han comenzado. La aridez de estas tierras tiene el contrapunto de las riberas del río Alcanadre y la laguna de Sariñena, un humedal de gran importancia para las aves.
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.La ruta que se adentra en los Monegros parte de la capital zaragozana atravesando Villamayor de Gállego. Poco a poco comienza el ascenso para flanquear la Sierra de Alcubierre. Al otro lado se mezcla la estepa original con los campos de regadío, gracias al agua que porta el canal de los Monegros desde hace sólo unas décadas. Después de atravesar Sariñena por estrechas calles se toma dirección a Fraga. Una vez superada la ribera del río Alcanadre, surge el desvío en dirección a Castelflorite. Junto a la carretera se alza la iglesia de San Miguel. Aunque la obra actual es del siglo XVII, quedan los restos de la fábrica inicial románica del siglo XII, como así lo atestigua su ábside semicircular. Desde la plaza se puede ascender de manera cómoda gracias a un sendero acondicionado hasta una pequeña elevación de piedra de arenisca, que conserva escasos restos de un castillo. Desde su parte alta se divisa todo el pueblo, rodeado por amplias llanuras. En este paisaje monegrino emerge de la llanura el saso de Santa Cruz. Se trata de una gran formación elevada unos cien metros y rodeada de escarpes. 

Una carretera en dirección a Sena conduce de nuevo a la vega del río Alcanadre. En medio de la huerta está el Monasterio de Sigena. El origen del topónimo procede de una finca romana llamada Sexiena. En 1183 la reina Sancha, mujer de Alfonso II de Aragón, decide crear un monasterio donde poder recluir las hijas de la nobleza. Se creó un monasterio dúplice, en el cual había dos organizaciones religiosas, una masculina y otra femenina. Tras muchos siglos de vida religiosa y prosperidad económica gracias a las donaciones y privilegios con los que fue dotado el monasterio, llegó la época de destrucción del cenobio. El paso de las guerras, varios incendios, la desamortización de Mendizábal y la venta irregular de obras de arte han hecho perder la mayor parte de la riqueza artística del monasterio. En la actualidad está ocupado por las monjas de la Orden de Nuestra Señora de Belén. Una vez atravesada la portería, la visita comienza ante la majestuosa portada, que sirve de acceso a la iglesia. Se compone de catorce arquivoltas de medio punto. Éstas se apoyan en columnas de fuste cilíndrico y capiteles lisos.

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La iglesia fue levantada en planta rectangular, y su cabecera estaba compuesta de tres ábsides semicirculares de los que restan dos. La nave se cubre con bóveda de medio cañón. En uno de los brazos laterales está el panteón real. Alberga cuatro arcasolios enmarcados por un arco de medio punto moldurado. En los sarcófagos se depositaron los restos de la fundadora, Doña Sancha, y de su hija Doña Dulce. También se enterró a su hijo primogénito, el rey Pedro II el Católico que falleció en la batalla de Muret en 1213. Fueron profanados durante la guerra de la Independencia y se destruyeron las pinturas con las que estuvieron decorados. A los pies de la iglesia se accede al refectorio. Se trata de una gran sala cubierta con arcadas góticas, antaño usada como comedor y ahora reconvertida en capilla. Adosado a la iglesia se encuentra el claustro de planta cuadrada. Sólo se conserva en pie parte del mismo y desde él se accede a la sala capitular. Ésta fue la estancia que tuvo mayor riqueza artística del monasterio. Tanto los cinco arcos que sostienen la techumbre como las paredes se encontraban cubiertas por pinturas, cuyos restos maltratados por la humedad y los avatares históricos se encuentran en Barcelona. Se trata de una obra capital de la Edad Media realizada en la primera mitad del siglo XIII.

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Por la tarde se propone la visita a la población de Villanueva de Sigena, a unos dos kilómetros del monasterio. En el centro se abre una gran plaza donde se encuentra la iglesia de Santo Domingo y el Salvador. De la obra gótica destacan la portada se compone de arquivoltas apuntadas y la torre que se remata con chapitel apuntado. En los jardines destaca la escultura de Miguel Servet, ilustre vecino que nació en esta población.

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Su casa natal ha sido acondicionada como el Centro de Interpretación de Miguel Servet. Una vez atravesado el portal aparece un zaguán, con suelo de cantos rodados y dos aljibes. En la bodega se muestra un vídeo sobre el insigne aragonés. La planta noble habla de su vida mediante paneles explicativos, y se reproduce una farmacia y un laboratorio de alquimia. El granero se utiliza como sala de exposiciones. Este médico, filósofo y teólogo aragonés descubrió el sistema de circulación menor de la sangre en el ser humano. Nació en la localidad en 1511 y adolescente marcha a Toulouse donde entra en contacto con las doctrinas de la Reforma. En 1529 viaja a Italia donde recibe la aportación de la corriente humanista. Sus primeras obras las publica a partir de 1531, “De Trinitatis Erroribus” y “Dialogorum Trinitate”, en las que niega la concepción sobre el dogma de la Trinidad. Entonces comienza el desprecio por parte de católicos y protestantes. Continúa su andadura europea, y estudia medicina en París. En su principal obra, “Christianismi Restitutio”, reafirma el rechazo al dogma de la Trinidad, y describe por primera vez la circulación menor de la sangre. Por esto último recibe el reconocimiento universal, pero sin embargo comienza la carrera de Calvino por su polémica doctrinal. Finalmente es quemado en la hoguera en agosto de 1553 en Ginebra, acusado de herejía, por negar el dogma de la Trinidad.

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Si sobra tiempo el sábado por la tarde una buena opción es ver el atardecer en la laguna de Sariñena, y para ello sólo es necesario acercarse en vehículo hasta el centro de interpretación situado a escasa distancia de Sariñena, en la carretera que toma dirección a Zaragoza. Desde esta posición elevada, con la laguna a los pies, se puede disfrutar de una combinación de colores que se ven reflejados en la lámina de agua.

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El domingo por la mañana se propone visitar la Laguna de Sariñena. El pequeño centro de interpretación sirve para descubrir los valores naturales de este espacio natural. Hasta hace unas décadas se trataba de una pequeña balsa de agua salada. En los últimos años recibe las aguas sobrantes procedentes del riego, lo cual ha provocado el aumento de su superficie de manera considerable. Ahora ocupa 200 hectáreas y es la segunda laguna más importante de Aragón después de Gallocanta. También la calidad del agua ha variado, disminuyendo su salinidad y convirtiéndose en una laguna de agua dulce. En todo su perímetro abundan los carrizales. En cuanto a la fauna abundan peces, anfibios, reptiles y mamíferos. Pero el capítulo más destacado lo constituyen las aves que la utilizan como lugar de cría, así como las aves migratorias que ocupan la laguna en determinadas épocas de año. Con la información del centro, desde el cual es posible el avistamiento de aves, se recomienda acceder a uno de los observatorios situado al nivel de la laguna. Allí es posible apreciar de cerca tanto la vegetación como las aves en su entorno natural sin ser molestadas.

El resto de la mañana se puede dedicar a descubrir una cartuja emplazada en plena estepa monegrina. Desde Sariñena se toma la carretera que conduce a Lanaja. En la travesía hay que tomar un desvío en dirección a Pallaruelo de Monegros. Cuatro kilómetros después parte el desvío a la Cartuja de Nuestra Señora de Fuentes. Fue fundada a principios del siglo XVI por los condes de Sástago. Los monjes que vinieron a habitar la cartuja la abandonaron en 1563 debido a la aridez del clima y la mala calidad del agua. Se trasladaron a la ribera baja del Gállego fundando la Cartuja de Aula Dei. Durante el siglo siglo XVIII se erigió un nuevo monasterio, el cual estuvo habitado hasta la desamortización de Mendizábal en el año 1835. La cartuja está delimitada por una muralla de tapial y ladrillo, cuyo acceso se realiza por la portería. El amplio recinto interior está ocupado por varios edificios, con la iglesia en la parte central. Su nave se cubre con bóveda de lunetos, y sobre el crucero se alza una cúpula sobre pechinas. Adosado se encuentra el claustro de capillas, las cuales servían para celebrar misas individuales por parte de los monjes. Los interiores del conjunto monástico fueron pintados al fresco por fray Manuel Bayeu, cuñado de Goya. Se conservan unas 250 composiciones, algunas de ellas en mal estado de conservación. Se distribuyen por la iglesia, capilla del sagrario y claustro de las capillas completando un conjunto pictórico de 2.000 metros cuadrados de superficie de gran valor artístico.

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Por la tarde se propone un paseo por la capital de los Monegros, Sariñena, cuya población supera los cuatro mil habitantes. La oficina de turismo está situada junto a la Casa de la Laguna, en la calle Gasset. Este caserón aragonés alberga en su interior una muestra etnológica reproduciendo estancias como el zaguán, un aposento y la cocina. Y en la parte alta cuenta con dos salas de exposición temporales. Desde aquí se puede acercar al centro de la población donde se encuentra la iglesia de San Salvador. Fue levantada en el siglo XVII, ejemplo de arquitectura neoclásica aragonesa. De la plaza, parte la calle del mercado mediante un trazado irregular. En ella se levantan edificios de diferente época, los cuales tienen como nexo de unión los porches situados en su parte baja.

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Cinco Villas EXCURSIONES

Ejea de los Caballeros, el agua como motor de desarrollo

La capital de las Cinco Villas, con una población que ronda los 16.000 habitantes, constituye uno de los núcleos más poblados de Aragón. Su historia ha estado ligada a la agricultura desde sus orígenes. El momento clave fue la llegada del canal de Bardenas, y el posterior desarrollo industrial ligado a la maquinaria agrícola. La visita se completa con el castillo de Sora, uno de los más espectaculares y desconocidos de nuestra tierra.
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La ruta natural de acceso a las Cinco Villas parte de la ribera Alta del Ebro, pasando por las poblaciones de Alagón o Gallur. Enseguida se rebasa la primera de las villas, Tauste. Remontando el río Arba, cuyo trazado se diluye entre amplios campos de regadío, en poco más de veinte kilómetros se alcanza Ejea de los Caballeros. Sekia, Segia, Egessa, Siya, Exea y Ejea, hasta llegar al topónimo actual. Sus denominaciones marcan la dilatada historia del emplazamiento y los variados pueblos que la han habitado.

La primera parada está situada justo antes de alcanzar el casco urbano. En una rotonda aparecen señalizados la Ciudad del Agua y el Museo Aquagraria. Se trata del museo agrícola más espectacular de España. Cuenta con unas instalaciones amplias y modernas. En su primera parte, mediante pantallas se muestran una serie de vídeos que analizan la influencia del agua en el desarrollo y el progreso humano. En la salas posteriores se analiza la importancia del agua en el progreso social y económico de Ejea de los Caballeros, desde sus orígenes hasta la construcción del canal de las Bardenas. La zona más amplia ofrece al visitante una extensa colección de maquinaria agrícola antigua, desde el arado hasta la tecnología digital. Las reparaciones de las máquinas provenientes del extranjero forjaron una industria muy pujante en la localidad. Un gran número de vehículos todavía se conservan en uso y está permitido a los visitantes más curiosos montar en ellos, con lo que la experiencia se vuelve más atractiva.

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Para comenzar la visita al centro de la localidad, la oficina de turismo es un buen punto de partida. Frente a ella se alza iglesia de San Salvador, la más importante desde el punto de vista artístico. Fue construida entre los siglos XII y el XIII. La portada principal se abre a la plaza que engalana la iglesia. Está compuesta de tres arquivoltas que se apoyan sobre capiteles con decoración animal. El elemento exterior más atractivo es la torre coetánea a la construcción. Ésta presenta planta cuadrada y en la parte alta se remata con matacanes defensivos. En las esquinas luce garitones, y se culmina el conjunto con almenas. Es interesante acceder a su interior a través de la puerta norte, otra bella portada románica. El conjunto restaurado permite ver la evolución arquitectónica de la iglesia, y admirar el magnífico retablo llevado a cabo entre 1438 y 1476, bajo estilo gótico internacional.

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Desde la plaza parte la calle Mediavilla. A lo largo de su trazado se levantan edificios interesantes como la casa del Carlista. Tiene la típica estructura de un palacio renacentista aragonés, con fachada de ladrillo culminada con galería de arcos de medio punto bajo el alero. Más adelante, tras atravesar un arco, se accede a la plaza de España. Se trata un amplio espacio en cuyos costados se abren porches. Desde el extremo contrario por el que se ha accedido una calle estrecha asciende hasta alcanzar la iglesia de Santa María de la Corona. Se sitúa en el lugar más alto de la villa. También fue levantada entre los siglos XII y XIII. La portada románica está en el muro sur, y se protege mediante un pequeño pórtico. Se compone de cuatro arquivoltas decoradas con zigzag y rombos. Las columnas lucen formas estriadas, vegetales y geométricas. La torre tiene un cuerpo de la época románica, al que se le añadieron posteriormente dos más en planta cuadrada y un remate octogonal.

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Paseando por el barrio de la Corona, se alcanza la plaza del Rufián, donde está el centro expositivo La Espiral. En su interior los pequeños espacios se distribuyen alrededor de una espiral descendente, donde se explica toda la historia de Ejea, desde sus orígenes hasta la actualidad. Se trata de un buen lugar para conocer de una manera sencilla y visual la amplia trayectoria histórica de la capital de las Cinco Villas.

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Después de una intensa mañana de visita cultural en Ejea de los Caballeros, para la tarde se propone una opción completamente diferente. Se deja la población en dirección a Zaragoza. En poco más de un kilómetro es necesario tomar la carretera que conduce a Castejón de Valdejasa. Doce kilómetros y medio más tarde parte una pista a mano izquierda que conduce a la paridera del Castillo en unos minutos. Allí debe dejarse el vehículo. Desde este punto un camino de acceso restringido conduce al Castillo de Sora. Un kilómetro y medio de ascenso y se corona la estribación del monte de Sora, donde se asienta la fortaleza. Aunque los orígenes del recinto defensivo datan del siglo XII, en el siglo XVI fue ampliado por el conde de Ribagorza. Está situado en una elevación con defensa natural, y sus cimientos son la propia piedra caliza. Quedan restos de su recinto amurallado, con dos torreones en los extremos, que protegen el lado de más fácil acceso. El elemento más importante es la torre del Homenaje. De doce metros de lado, constaba de tres plantas, aunque sólo se conserva la bóveda de medio cañón que cierra el interior de la torre. En sus muros se abren ventanas arquitrabadas. Además de la espectacular estampa del castillo, desde este enclave se puede divisar las llanuras esteparias de Luna, Erla y Castejón, un motivo más para no dejar de visitar este lugar tan espectacular y desconocido.

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EXCURSIONES Matarraña/Matarranya

Peñarroya de Tastavins, entre el Masmut y el Tastavins

Al sur de la comarca del Matarraña/Matarranya se encuentra la localidad de Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins, que cuenta con una infraestructura museística muy variada y completa. Se asienta en la cabecera del río Tastavins, afluente del río Matarraña/Matarranya, y que junto a él vertebran su territorio. Una de sus señas de identidad son las Rocas del Masmut, que junto al río dan nombre a esta población.
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Se accede a esta comarca turolense por la carretera de Alcañiz. Catorce kilómetros después de superar la capital del Bajo Aragón, ésta se divide en dos, hacia Tortosa y Vinaroz. Por ésta última se toma dirección al sur de la comarca del Matarraña/Matarranya. Cerca de la frontera con la Comunidad Valenciana se llega a Monroyo/Mont-roig, desde donde parte la carretera que tras siete kilómetros conducirá a Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins. Desde lo lejos se puede apreciar una bella estampa de la localidad compuesta por casas abigarradas en la ladera que se descuelga desde el antiguo castillo, con la esbelta torre de la iglesia en un costado. Su carta de presentación es el Santuario de la Virgen de la Fuente, situado junto al río Tastavins.

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El complejo alberga una hospedería y está formado por varios edificios, siendo su epicentro el precioso claustro en torno a un patio ajardinado. Allí se ubica la oficina de turismo que ofrece al visitante información de la localidad y la comarca. En primer lugar puede visitarse el Centro de Interpretación del Porcino. En su interior se muestra la crianza y explotación actual del cerdo, uno de los motores económicos de la zona. Desde el patio se accede a la ermita, obra del siglo XIV, flanqueando una bella portada gótica. Consta de un arco apuntado compuesto por cuatro arquivoltas. La puerta fue labrada en madera en estilo mudéjar, siendo un ejemplo excepcionalmente conservado. Su interior se cubre con una techumbre mudéjar de madera sobre jacenas que se apoyan en cuatro arcos apuntados de sillería. Aparece decorada con escudos de nobles aragoneses, cruces de la orden de Calatrava, formas geométricas y leyendas religiosas. A escasa distancia y a un nivel inferior, fue construida la ermita barroca durante los siglos XVII y XVII. Bajo la cabecera, al exterior, está la fuente que da nombre al santuario. El agua mana mediante quince caños, los cuales se emplazan en un espacio abierto.

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A dos kilómetros se encuentra el pueblo. Su topónimo procede de los tonos rojizos que aportan las Rocas del Masmut. Situadas a unos tres kilómetros de distancia, desde el casco urbano parte el acceso señalizado. Un pista en buen estado sirve de aproximación. En un cruce intermedio, tomando el ramal derecho en ligero ascenso se alcanza un punto en el que se pasa muy cerca de las paredes rocosas que las conforman. Para alcanzar un mirador sólo resta continuar por la pista en fuerte ascenso. Este último tramo puede realizarse a pie, ya que la distancia es de apenas un kilómetro. Desde este punto se aprecia en toda su magnitud una de las estampas más conocidas de la población. El conglomerado de paredes verticales que supera los cien metros de altura sirve de vivienda a una numerosa colonia de buitres.

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Para la tarde se propone visitar el casco urbano de Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins. Un buen punto de comienzo para la visita de la población es el museo paleontológico Inhóspitak, perteneciente al Territorio Dinópolis. En su interior se exhibe una réplica del esqueleto descubierto en la localidad. Se trata de un saurópodo de hace 110 millones de años, bautizado con el nombre Tastavinsaurio. Se completa la exposición con juegos interactivos y una proyección. Desde el extremo de la población en la que se sitúa el museo, una escalinata asciende para tomar la calle principal que deja en la plaza mayor. Está presidida por la iglesia iglesia de Santa María la Mayor, fábrica barroca levantada entre 1727 y 1759. De la parroquial sobresale la torre, con tres cuerpos de cantería, así como la portada se que se guarece con un gran arco de medio punto. Descendiendo a mano derecha parte una calle con unas escalinatas. En ella se alza la Casa Palomo, magnífica muestra de arquitectura civil. Consta de cuatro plantas en sillería, cuya fachada se culmina con gran alero de madera. Dos arcos de medio punto, uno de ellos con escudo, se disponen como acceso en la parte baja. Se completa con balcones de madera o forja, y ventanas con alféizar decorado.

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Un poco más arriba un pequeño ensanchamiento da lugar a la plaza de la Fuente. Una lonja guarece los antiguos lavaderos. Justo encima se abre la plaza donde está ayuntamiento de la localidad. Se trata de un edificio del siglo XV. Junto al acceso aparece un arco de medio punto, el cual da acceso a la antigua cárcel. Fue construida en el siglo XVI. Su interior está compuesto de tres estancias intercomunicadas. En la plaza sobresalen algunos edificios con bellas balconadas de madera.

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Una calle ascendente conduce al museo Lo Masmut. Alberga una muestra etnográfica muy completa. Gracias a los objetos en desuso recogidos por los vecinos se recrea la vida cotidiana y los trabajos realizados por las gentes de antes. Para ello ha sido necesario rehabilitar dos viviendas conservando la antigua estructura y manteniendo las viejas estancias.

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Ya cerca de la parte alta de la localidad, se puede alcanzar la muela en la cual estuvo el castillo. En la actualidad sirve de mirador, con amplias vistas del paisaje circundante por encima de los tejados de la localidad. Si todavía resta tiempo puede visitarse el Parque Aragonés de la Vivienda Rural. En uno de los costados del promontorio se ha acondicionado este espacio de acceso libre. Un pequeño túnel entre rocas conocido en el lugar como Lo Trenc hace de entrada. Un paseo al abrigo rocoso se flanquea de viviendas de diferentes épocas ordenadas de manera cronológica. En primer lugar una cueva rupestre, al que le siguen un tipi, un torreón íbero, una domus romana y finalmente un arco mozárabe, donde termina el recorrido. Volviendo a la población durante el paseo se continúa saboreando el ambiente pintoresco de sus viviendas. Descendiendo por la calle Alta se atraviesa el portal-capilla de la Virgen del Carmen perteneciente al antiguo recinto defensivo. El recorrido de vuelta tiene como punto final la plaza de la iglesia.

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EXCURSIONES Monegros

Sierra de Alcubierre, la cima de los Monegros

La Sierra de Alcubierre, situada al sur de la comarca de los Monegros, se eleva sobre un terreno estepario, dominado por la escasa vegetación sólo truncada por los pinares y las sabinas aisladas. A caballo entre las provincias de Zaragoza y Huesca, también fue la línea divisoria entre los frentes nacional y republicano durante la guerra civil dando lugar a uno de los episodios más largos y dramáticos de la contienda, el Frente de Aragón.
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A los Monegros se accede desde la ciudad de Zaragoza por la carretera de Sariñena. Tras superar Villamayor de Gállego, se dejan atrás los campos de regadío y surgen las tierras esteparias que acompañarán en todo momento el recorrido. Campos de cereal se alteran con montes escasos de vegetación. Los pinos comienzan a aparecer al ascender el puerto de Alcubierre, que marca la divisoria entre las provincias de Zaragoza y Huesca. Éste fue el escenario durante la guerra civil del Frente de Aragón. Durante quince meses en el mismo lugar se enfrentaron las tropas nacionales y las republicanas, entre octubre de 1936 y marzo de 1938. Tras rebasar el puerto, en el kilómetro 33,5 aparece el letrero que indica la Ruta de las Tres Huegas, donde se encuentran los restos de las posiciones franquistas. Su nombre hace referencia a la separación de los términos de Robres, Alcubierre y Leciñena. En un cruce cercano se toma el ramal izquierdo. Poco después un panel de interpretación describe los elementos que se han recuperado. A escasos metros se accede a una trinchera que cuenta con un abrigo cubierto el cual servía de puesto de mando. Volviendo al cartel se puede acceder andando al resto de lugares de interés. A la derecha de la pista aparecen pequeñas cuevas utilizadas como refugio, y a la izquierda un pozo de abastecimiento de agua y un abrigo de descanso para el pelotón. En su interior cuenta con literas de madera. También se puede ascender, desde un pequeño monolito, a dos posiciones elevadas desde donde se puede apreciar la zona defendida por este frente. Volviendo al cruce anterior con el coche, por una pista en buen estado se llega hasta la posición de San Simón. Este lugar es recordado por la avanzadilla republicana que produjo casi un centenar de víctimas, y que fue recuperada rápidamente las tropas nacionales. En la cota más alta se levantó un monumento a los caídos. Desde este lugar las vistas del paisaje son muy amplias.

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Volviendo a la carretera comarcal, y avanzando en dirección a Sariñena, a un kilómetro de distancia surge el próximo desvío señalizado. Una pista con buen firme conduce hasta la Ruta Orwell. La posición republicana fue establecida en el monte Irazo. Aquí estuvo durante varias semanas el escritor británico George Orwell alistado en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista. El aparcamiento se encuentra contiguo a la zona rehabilitada. Un itinerario circular recorre una trinchera construida con muros de piedra y madera. Al exterior la defensa perimetral está dotada de alambradas. Cuenta con dos pequeños abrigos y un observatorio cubierto para la vigilancia y defensa desde donde se divisan las posiciones franquistas. También tiene varios pozos de tirador protegidos con sacos de tierra. En la parte trasera una caseta más amplia servía de vivac a la tropa. La visita culmina en la parte alta del monte, un mirador desde donde se divisa toda la zona a defender.

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Para complementar la visita a los vestigios recuperados y conocer más sobre uno de los capítulos más tristes de la historia reciente es necesario visitar el Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón. A siete kilómetros de Alcubierre se encuentra la población de Robres. En el centro de la localidad, y ubicado en las antiguas escuelas, se emplaza este completo museo que además es la sede de un centro de trabajo para el estudio y documentación del periodo de la República, Guerra Civil y Franquismo. Un audiovisual sirve de introducción y a lo largo de varias salas en tres plantas se ofrece un amplio material documental que describe las diferentes etapas de este periodo histórico y los personajes que en ella intervinieron.

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Después de la comida se propone subir al punto más elevado de la Sierra de Alcubierre. Desde la localidad que da nombre a la sierra parte una pista en buen estado que asciende hasta San Caprasio, el techo de los Monegros. En pleno casco urbano, se toma la calle que parte justo enfrente del arranque de la carretera que conduce a Robres. Enseguida nace un camino que a tres kilómetros y medio pasa junto a las balsas de Pina. Se trata de dos balsas con escasa vegetación y que aparece animada por el croar de las ranas. Avanzando por la pista principal se circula junto a una barranquera con escarpadas paredes de poca altura. En el punto kilométrico 5,7 se toma el ramal principal, a la derecha. En el amplio valle se suceden los campos de cereal. En sus laderas los pinares conforman una estampa paisajística poco conocida de los Monegros. Se alcanza el borde de la meseta y surge un cruce en el km 10,7. La pista gira bruscamente en dirección sureste y debe tomarse dirección izquierda. Zonas de praderas que se alternan con pinares sirven de antesala al promontorio pelado de San Caprasio. La pista asciende vallada en su último tramo hasta el punto geodésico tras recorrer cerca de dieciséis kilómetros. Sólo resta la rampa final hasta la cumbre que se eleva a 838 metros de altitud. Allí se enclava la ermita de San Caprasio rodeada de multitud de antenas que afean este lugar tan agreste. Un panel de interpretación orientado hacia el norte ofrece información sobre la extensa panorámica. Es visible toda la comarca de los Monegros delimitada al norte por las sierras de Guara y Gratal.

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Desde la base del montículo, junto una caseta, parte una senda al borde de los escarpes donde es necesario extremar la precaución. El paisaje hacia el sur ofrece una estampa diferente; pinos raquíticos y escasa vegetación cubren los profundos barrancos en dirección a la llanura del valle del Ebro. Una escalera permite descender a un resalte inferior donde aparecen unas curiosas cuevas. Antaño fueron refugio eventual de pastores y también quedaron asociadas a Mariano Gavín conocido como el bandido Cucaracha. Tras las guerras carlistas se echó a los montes y en 1864 con un amigo realizó los primeros asaltos. Estaban descontentos con el sistema social y la riqueza mal repartida. Se refugiaban en estas cuevas, donde planeaban nuevos ataques. Tras una feroz persecución fue apresado y muerto en un corral de Lanaja en febrero de 1875, tras once años de andadura. Los demás componentes de la banda, más de cuarenta, fueron cayendo en sucesivos años. En 1956 unos monjes se asentaron en Farlete,  y durante ese año trabajaron en las obras del pequeño monasterio rupestre excavando nuevas cuevas y acondicionando las anteriores. Primero excavaron la ermita conocida como cueva de la Salud, una sala alargada y reforzada por robustas vigas, siendo rematada mediante cabecera absidial excavada en la roca. Después se acondicionó la cueva del Cucaracha como cocina junto con un refectorio circular alrededor del cual se excavaron bancos a modo de camastros. Ambas son visitables hoy en día permitiendo al visitante adentrarse en la historia de este curioso rincón monegrino.

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Para completar la visita, ya de vuelta, se propone hacer un alto en Leciñena. Desde su casco urbano parte una pista asfaltada que conduce al Santuario de Nuestra Señora de Magallón. Es un edificio de grandes dimensiones visible desde bien lejos. La historia de la virgen se remonta a 1283 cuando desaparece de su anterior emplazamiento en la ermita de Santa María de Huerta en Magallón, y se aparece al pastor Marcén en un cerro de Leciñena. A pesar de los intentos de los magalloneros la virgen se volvió aparecer en esta localidad monegrina donde se construyó una ermita. Se fue ampliando en los siglos XVI y XVII, y su devoción creció del tal manera que el santuario servía de culto a veintiocho pueblos de las provincias de Zaragoza y Huesca. En el siglo XVIII el santuario llegó a su máximo esplendor y las donaciones de devotos como el duque de Híjar permitieron la ampliación del templo. Durante la guerra de la Independencia un incendio devastó casi por completo del santuario, y en la guerra civil se utilizó como acuartelamiento siendo las consecuencias nefastas. Tras un largo periodo de restauración en la actualidad cuenta con un albergue y el edificio se muestra en excelente estado. Tiene aspecto de hospedería y en algunas partes llega a tener hasta cinco plantas de altura. En la plaza del santuario está el aljibe de nueve metros de altura construido en el año 1560. Se accede al interior a través de un arco que da paso a una escalinata la cual conduce a la planta noble. Al final de un pasillo se accede a la capilla, en cuyo altar mayor se deposita la virgen en el camarín iluminado a través de un ventanal de alabastro.

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Comunidad de Teruel FINES DE SEMANA

Río Ebrón, un pequeño río de gran belleza

El río Ebrón en un pequeño afluente del río Turia en cuyos inicios recorre tierras turolenses. Entre las localidades de Tormón y El Cuervo ha creado espectaculares hoces y estrechos, poco antes de tomar dirección al Rincón de Ademuz. Un entorno natural de gran belleza que se completa con el paisaje de rodeno, marcado por las huellas prehistóricas en forma de pinturas rupestres.
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La ruta más directa para alcanzar la cuenca del río Ebrón parte de la ciudad de Teruel. Abandonando la autovía mudéjar por la salida situada más al norte se toma la carretera regional que conduce a San Blas. Catorce kilómetros después hay que coger una carretera local que se estrecha y asciende un pequeño puerto de montaña rodeado de un denso pinar. Una vez recorridos diecisiete kilómetros por esta carretera de montaña parte el desvío que conducirá a El Cuervo. Campos de almendros salpican un paisaje mucho más abierto. En descenso al valle del río Ebrón se atraviesa la pequeña aldea de Cuesta del Rato, perteneciente al Rincón de Ademuz. Poco después parte la carretera que conduce al pintoresco pueblo turolense.

Por la mañana se propone descubrir los Estrechos del Río Ebrón, uno de los recorridos fluviales más bonitos de Aragón. El camino tradicional entre las localidades de El Cuervo y Tormón ha sido recuperado como itinerario turístico. Bordeando la población se alcanza el merendero de Los Chorros. Desde este punto parte una pista asfaltada rodeada de huertas regadas mediante pequeños manantiales y por pequeñas acequias cuyas aguas son derivadas del río gracias a pequeños azudes. Cuando comienza el trazado de tierra se recomienda dejar el vehículo en un pequeño ensache.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 45 min (ida)

100 m

fácil

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La pista avanza en paralelo al río durante poco más de dos kilómetros de agradable camino que se recorre en media hora. Se alcanza entonces el merendero del Pozo de la Olla. A partir de aquí una senda se interna en el desfiladero. Unas escaleras talladas en la roca sirven de comienzo y poco más adelante comienzan los numerosos puentes que irán trasladando de una orilla a otra. El valle se va cerrando dejando sin espacio a las huertas y el río se acompaña de pequeñas praderas salpicadas de vegetación. Un cuarto de hora después se alcanza la zona más angosta y atractiva del recorrido. Unas pasarelas metálicas adosadas a la roca son necesarias para continuar. Las aguas cristalinas ocupan todo el espacio entre las paredes rocosas. El valle se abre poco después de un pequeño salto, tras atravesar un puente rodeado de juncales. Se alcanza el último puente y después de tres cuartos de hora la senda deja el río.

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Comienza un suave ascenso por una pradera salpicada de enebros. Media hora después se avista un estrecho donde se encuentra el puente natural de Fonseca. Un sendero en fuerte descenso alcanza el cauce desde donde se puede disfrutar en toda su magnitud de esta curiosidad natural. El río discurre entre dos paredes rocosas entre las cuales se han ido depositando los minerales disueltos por el agua, formado roca toba y uniendo en altura ambas márgenes. Diez minutos en total son necesarios para recorrer este desvío. Volviendo a la senda principal rápidamente se alcanza la parte alta del puente, la cual se puede atravesar sin problemas debido a su amplitud y solidez. En la otra margen, aguas arriba una senda permite divisar desde otro ángulo esta curiosa formación natural. En la caminata se habrán invertido en total una hora y tres cuartos de ida, con lo que habrá que preveer el tiempo de vuelta.

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Tras el recorrido senderista de la mañana se propone una tranquila tarde en la localidad de El Cuervo. Su casco urbano, que se adapta a la topografía del terreno, cuenta con dos plazoletas. En una de ellas se alza una gran olma de unos doscientos años de edad. A escasos metros está la plaza mayor, donde se sitúa el ayuntamiento. Frente a él un portalón sirve de acceso a la iglesia de la Asunción, fábrica de mampostería del siglo XVII. Su sólida torre de mampostería y cantería se remata con chapitel apuntado. Es recomendable ascender a la elevación donde estuvo situado el castillo de Lo Corbo, del que apenas quedan restos. Este lugar es un expléndido mirador del valle del Ebrón, así como del casco urbano.

Volviendo a la vega, junto a las instalaciones deportivas se alza un bar y un merendero. Allí se encuentran Los Chorros, donde mana el agua en forma de unas escorrenterías ofreciendo un bonito rincón. Si todavía quedan ganas y tiempo puede realizarse un sencillo paseo por los alrededores que recorre un sendero botánico. La abundante sombra acompaña el recorrido, jalonado por paneles informativos que ilustran la variedad de la vegetación de ribera que acompaña al río Ebrón. Una media hora de recorrido que sirven para deleitar y completar la visita a este bello entorno natural.

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Para el domingo se propone visitar la cabecera del río. Para ello es necesario desplazarse hasta la localidad de Tormón. Mientras se desciende hacia el valle se avista el casco urbano junto a la llamativa formación rocosa que lo acompaña. Del antiguo castillo que alojaba sólo resta parte de su torre. La carretera pasa por la parte baja, donde se encuentra la iglesia de la Natividad. Es una obra de mampostería datada en el año 1641. Su torre se compone se culmina con un cuerpo octogonal y chapitel de teja vidriada. Ascendiendo por las estrechas calles se toma dirección a la ermita de San Cristóbal, junto al cementerio. Un pequeño paseo que permite alcanzar un mirador con una preciosa vista de la localidad, con las casas bajo el castillo, y la vega del río Ebrón.

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A unos setecientos metros de la localidad tomando la carretera que conduce a Alobras, parte una senda señalizada que conduce al antiguo molino harinero. Los edificios que antaño sirvieron para la molienda y para producir electricidad a la localidad se encuentran en ruina. En la parte trasera el río Ebrón conforma un precioso rincón gracias a la cascada de Calicanto.

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La mañana puede completarse con la visita al conjunto de pinturas rupestres situadas en el Prado del Tormón. A cuatro kilómetros de distancia en dirección a Teruel parte la pista que conduce a un área recreativa junto a una caseta forestal. A su alrededor destaca el paisaje  de rodeno compuesto por piedras de arenisca y el pino rodeno, caracterizados por su color rojizo. Un paseo de un kilómetro de distancia total permite disfrutar del entorno natural con la escusa de visitar los abrigos de pinturas rupestres, integradas en el Parque Cultural de Albarracín. El conjunto está formado por pinturas realizadas en el Neolítico, con una antigüedad de 4.500 a 7.000 años. Se trata de cuatro puntos donde la mano del hombre dejó su huella y que están protegidos por cercas metálicas. Paneles de interpretación y dibujos facilitan su localización, aunque a veces es algo complicado. Los dos ramales del recorrido terminan en sendos miradores desde los cuales se puede completar la visita al espectacular paisaje de rodeno.

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Por la tarde, y ya de vuelta, se puede hacer un alto en las inmediaciones de Rubiales. Junto al cruce de acceso a la localidad está señalizado el acceso a la balsa del Pinar. Se trata de una pequeña laguna en forma de cubeta de carácter endorréico. Sus aportes son únicamente de lluvia con lo que sus dimensiones varían notablemente, pero cuando está llena puede alcanzar un diámetro de 250 metros. El verde la pradera salpicado de pinos de rodeno, enebros, sabinas y alguna carrasca forma un paisaje de gran belleza.

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CICLOTURISMO Hoya de Huesca/Plana de Uesca

Camino Natural de Loreto y el Canfranero, en Huesca capital

En las cercanías de la ciudad de Huesca se encuentra el santuario de Loreto, al cual se accede desde el casco urbano por el camino del mismo nombre. En su entorno hay varios humedales de interés que se pueden visitar a través de la red de caminos y carreteras locales. La propuesta cicloturista ofrece varias alternativas mediante las cuales poder adaptar el recorrido a la capacidad del ciclista.
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El Camino Natural de Loreto y el Canfranero aprovecha en parte la antigua vía férrea de la línea Zaragoza-Canfranc a su paso por la capital oscense. Tras la construcción de la variante ferroviaria en el año 2007 fue desechado el trazado que atravesaba la ciudad. El acondicionamiento de su plataforma ha creado un camino natural apto para el tránsito peatonal y de bicicletas. La propuesta principal se apoya en este trazado y se complementa con el camino de Loreto que sirve de acceso al santuario y a la alberca de mismo nombre. La longitud total es de 12,5 kilómetros. Debido a su sencillez se puede optar por disfrutar de este recorrido o ampliarlo con dos ramales. El primero de ellos hasta la alberca de Cortés, añadiendo 8,5 kilómetros entre ida y vuelta; el segundo hasta el embalse de Valdabra, con 15 kilómetros más incluyendo la vuelta. De esta manera se ofrecen tres posibilidades, con recorridos de 12,5, 21 o 36 kilómetros respectivamente, a elegir según la capacidad física de los ciclistas.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
12,5 km (ida y vuelta)40 m0,6 %buenobaja
21 km (ida y vuelta)60 m0,6 %buenobaja
36 km (ida y vuelta)120 m0,6 %regularmedia

El punto de partida es la ciudad de Huesca, en concreto la calle Ricardo del Arco. Ante el camping San Jorge de Huesca existe un aparcamiento acondicionado para vehículos. A escasos metros discurre el trazado ferroviario. Su firme de tierra compactada es ideal para la circulación de bicicletas. El trazado rectilíneo y ligeramente ascendente abandona la urbe rodeado de campos de labor. Atraviesa la autovía por debajo de ella y después gira ligeramente manteniendo el trazado recto. Tras recorrer cuatro kilómetros se alcanza el primer cruce. Un poco más adelante hay una pequeña área de descanso.

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En este punto hay dos opciones. Para continuar con la propuesta principal debe tomarse el camino que conduce al santuario de Loreto. Si por el contrario se quiere optar por ampliar la ruta se puede tomar el primer ramal que conduce a la alberca de Cortés. Para ello es necesario coger el camino que conduce a Alerre. En esta localidad se pasa junto a las antiguas escuelas y cerca de la plaza donde se encuentra el moderno ayuntamiento y la iglesia que destaca por la torre de aspecto defensivo situada junto a ella.
Atravesando la población por la calle principal, ésta gira hacia la derecha y se encamina a la carretera regional que conecta Huesca y Ayerbe. Para cruzarla es necesario extremar la precaución. Justo enfrente parte una pista asfaltada que de manera directa conduce a Chimillas. Tras atravesar una zona de unifamiliares se alcanza una rotonda. Al frente parte la calle que conduce a la iglesia, junto al edificio del ayuntamiento. Desde esta plazoleta se abandona la población por la calle de la alberca, que se convierte en camino poco después. Tras el cruce de varias acequias se avista la zona de carrizal a mano derecha que se inunda cuando la alberca de Cortés está llena.

A la derecha continúa el trazado del camino que la bordea llegando a la zona de mayor profundidad junto a la presa, tras recorrer poco más de cuatro kilómetros desde el arranque de este ramal. Desde este punto se divisa la lámina de agua por completo, y es fácil observar anátidas que permanecen durante todo el año. La vegetación a base de chopos y carrizos que bordean la alberca forma un entorno de gran belleza. La historia de esta alberca se remonta al año 1501, tras ser ordenada su construcción por el Castellán de Amposta, máxima autoridad de la Orden de San Juan de Jerusalén en la Corona de Aragón. En 1879 fue reformada para integrarla en la red de regadíos dependientes de la presa de Arguis. Forma parte de la red de riegos de la ciudad de Huesca, y de ella parten dos acequias.

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Tras volver por el mismo recorrido se alcanza el cruce anterior. Desde este punto una pista en buen estado lleva a Huerrios, una pequeña localidad que se atraviesa por la calle de la iglesia. Al final es necesario tomar la derecha y parte un nuevo camino que llevará a un cruce carretero donde extremar la precaución. Al frente un camino conduce sin pérdida hasta el santuario de Loreto. La tradición dice que en el siglo III nació y vivió San Lorenzo en este lugar. Sus padres, San Orencio y Santa Paciencia, lo educaron en la fe y éste llegó a ser diácono del papa Sixto II. En este punto se construyó sobre la antigua capilla donde fueron enterrados sus padres un santuario ya documentado en el siglo XII, siendo el actual edificio obra del siglo XVIII. Destaca por su gran volumen en medio de la llanura cubierta por campos.

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Desde la plaza que antecede al santuario parten varios caminos. Uno de ellos se encamina a la alberca de Loreto, tras seguir la señalización. En ligero descenso se alcanza el humedal en apenas unos minutos. Junto a la chopera situada en el extremo occidental de la alberca parte un sendero apto para bicicletas que bordea su perímetro, cerca de la lámina del agua. En su recorrido hay varios paneles de interpretación y dos observatorios. Fue construida entre los siglos XV y XVI para dotar de riego a las tierras cercanas a la capital. Para ello se toman las aguas del río Isuela. Posteriormente fue también incorporada al sistema de riegos del embalse de Arguis. Sus carrizales sirven de refugio a un buen número de especies, y la facilidad de observación de aves convierte a esta balsa en un lugar ideal para los ornitólogos.

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Junto al desagüe de la laguna hay un observatorio. A escasos metros hay un cruce de pistas. Una de ellas sirve para continuar con el recorrido que rodea la laguna. Y para tomar el segundo ramal es necesario optar por la pista al frente que toma dirección al este. Después se alcanza una carretera y a la derecha hay una rotonda con circulación de vehículos. Un puente sobre la autovía entre Zaragoza y Huesca permite pasar a la otra margen. Tomando dirección al Parque Tecnológico Walqa, entre los restos del antiguo carrascal surgen los edificios que lo forman. Recorriendo la vía principal continúa la ruta por una pista pasando junto al castillo de Pebredo y restos de una balsa. Más adelante se alcanza el castillo de Colchoné.

A la derecha parte una pista que conduce de manera directa a la cuenca donde se ubica el embalse de Valdabra. Se atraviesa un bonito carrascal y después se abre una amplia llanura rota por escasos carrizales que marcan el límite del embalse. La pista avanza entre campos de cereal y algunas carrascas hasta toparse con la presa. En este punto se avista de manera completa el humedal y el paisaje que lo rodea. De la alberca al embalse hay una distancia de siete kilómetros y medio.

ciclo5_embalsevaldabra


Desde la presa debe volverse por el mismo recorrido hasta la alberca de Loreto. Siguiendo las indicaciones se termina el recorrido que la bordea hasta alcanzar la zona más frondosa y bonita del humedal. Una vez en la pista se vuelve por el mismo camino al santuario de Loreto. Tras pasar por delante del edificio, un poco más adelante hay un crucero donde arranca la pista que conduce a la ciudad de Huesca.

A mitad de camino aparece el monumento a Santa Paciencia. Según se dice en este lugar la madre de San Lorenzo y San Orencio les esperaba a la vuelta de la escuela. Precisamente desde este lugar es visible la ciudad y todo su entorno. Ya sólo resta en ligero descenso atravesar la autovía mudéjar y alcanzar de nuevo el antiguo trazado del ferrocarril. El último tramo discurre por el mismo itinerario hasta alcanzar el punto inicial del recorrido.

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Para la tarde se recomienda la visita al CDAN, Centro de Arte y Naturaleza. Se ubica a los pies de la carretera que une Huesca con Ayerbe, poco después de abandonar la capital. Rodea al moderno edificio un precioso viñedo. El edificio alberga también la Fundación Beulas. En su interior además de la colección de arte contemporáneo de diferentes artistas aragoneses y españoles suele haber exposiciones temporales. Es un buen complemento para la ruta cicloturista de la mañana. Y en caso de disponer de más tiempo también se puede dar un paseo por la ciudad de Huesca, disfrutando del vergel urbano del Parque Miguel Servet, uno de los sus atractivos. Y también de su patrimonio artístico de gran importancia con la catedral o la iglesia de San Pedro el Viejo entre muchos otros edificios de interés.

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Bajo Aragón EXCURSIONES

Calanda, una población de cine

En plena comarca del Bajo Aragón se encuentra Calanda. Esta localidad es conocida por muchas cosas: su melocotón, los tambores de su rompida de la hora, el afamado milagro y cómo no por su vecino más ilustre, el cineasta calandino Luis Buñuel. Pero son muchos más los diversos atractivos con los que cuenta esta población bajo aragonesa tanto en su casco urbano como en el término municipal que bien merecen una visita.
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La carretera de Castellón sirve de aproximación a las tierras del Bajo Aragón. En las cercanías de Alcañiz parte la carretera nacional que conduce en poco más de quince kilómetros a Calanda. Se asienta en una zona llana, en las cercanías de la confluencia de los ríos Guadalopillo y Guadalope. Sus orígenes se remontan al poblado celtibérico de Colenda. El núcleo actual nace con el asentamiento de sus primeros pobladores en las laderas de la colina donde estaba el castillo musulmán. En 1169 pasa a manos cristianas con Alfonso II de Aragón.

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La visita comienza en la oficina de turismo situada en el CBC, Centro Buñuel Calanda. En plena calle mayor se emplaza la casa Fortán-Cascajares, un edificio renacentista que cobija este centro museístico de primer orden dedicado al genial cineasta aragonés Luis Buñuel. El acceso se realiza por la parte trasera, atravesando una plaza ajardinada donde destaca el busto del ilustre aragonés. En la planta baja se encuentra la recepción y una gran sala empleada para exposiciones temporales. En la primera planta se desarrolla la exposición permanente, en la cual mediante el empleo de nuevas tecnologías, se muestra su vida a través del cine y su universo particular. Uno de los espacios muestra una biografía completa mediante la proyección de las doce páginas de su vida. El siguiente espacio es lo más llamativo del museo, en la que se muestran los mundos de Buñuel, donde el surrealismo sorprende al visitante transportando a sus obsesiones y fragmentos de películas a través de la literatura. Otras cuatro pequeñas salas sirven para profundizar en sus más de treinta películas.

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Avanzando por la calle mayor, salpicada de casas nobiliarias, se alcanza la plaza de España. Calanda es casi mundialmente conocida por ser una de las localidades donde la Semana Santa muestra una de las estampas más tradicionales. La rompida de la hora, a mediodía del Viernes Santo, tiene lugar en esta plaza. En ese momento comienza el ensordecedor sonido de los tambores tocados por vecinos con sus túnicas moradas, uniforme característico de la villa. La primera procesión religiosa de Semana Santa se remonta a finales del siglo XVI mientras que el comienzo del uso de los tambores hay que situarlo a finales del siglo XVIII. En la plaza se levantan la iglesia parroquial y el ayuntamiento. La iglesia de la Esperanza es una fábrica barroca llevada a cabo en el siglo XVIII. Al exterior carece de torre, la cual se suple con una espadaña sencilla. El ayuntamiento cuenta con tres plantas, la primera de ellas se realizó en piedra de sillar. En un costado del edificio destacan los singulares frescos de Francisco Cascajares, pintados en 1704. Se trata de un hijo de la villa, que llegó a ser consejero de Castilla a mitad del siglo XVIII.

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Cerca de la plaza están los restos del castillo, origen de la población. Junto a los muros que delimitan el recinto defensivo se encuentra el templo del Pilar. Se trata de un edificio barroco. Cuenta con tres naves y sobre el crucero se levanta cúpula sobre lunetos. A los pies se levanta la torre, compuesta por tres cuerpos de ladrillo que se remata con un esbelto chapitel. Adosado a su fachada está la antigua casa del capellán, la cual alberga el museo Miguel Pellicer, protagonista del afamado milagro de Calanda. Miguel Juan Pellicer era natural de la villa. En el año 1637, mientras estaba trabajando en Castellón, sufrió un accidente y fue trasladado a Valencia y después a Zaragoza. En el hospital de Nuestra Señora de Gracia finalmente le tuvieron que cortar la pierna. Se estuvo recuperando durante dos años y medio en Zaragoza, viviendo de limosna ante el Templo del Pilar, mientras se curaba con aceite de la lámpara de la virgen. Se trasladó a su pueblo y en la noche del 29 de marzo de 1640 sus padres se dieron cuenta que tenía dos piernas mientras dormía. La virgen le había restituido la misma pierna que le habían cortado hace dos años en Zaragoza y sólo tardó tres días en alcanzar la movilidad total de la pierna.

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Si todavía resta tiempo por la mañana es posible la visita de la nevera de la localidad. Tomando prestadas las llaves en la oficina de turismo podrá visitarse esta curiosa instalación subterránea. Aparte del espacio circular central cubierto por bóveda de aproximación de hiladas, se abren cuatro galerías que amplían de manera notable la capacidad de albergar nieve, posteriormente convertida en hielo gracias a su compactación. Éste servía para enfriar alimentos y bebidas, así como para fines terapéuticos.

Para la tarde se propone la visita a varios puntos de interés de su término municipal. En primer lugar el acueducto de los Arcos, cuyo acceso parte de la calle que pasa junto a la puerta del calvario, en pleno casco urbano. Ya fuera de la localidad es necesario tomar el ramal izquierdo en el primer cruce, y la derecha en el siguiente. El camino desciende en su tramo final alcanzando el parque fluvial que acompaña al acueducto. Se alza por cinco arcos de medio punto que alcanzan quince metros de altura en su punto más alto sobre el río Guadalopillo. Sirvió para la traída de aguas desde el río Guadalope hasta la localidad.

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Y para completar la jornada se propone visitar el convento del Desierto. Para ello es necesario abandonar Calanda por la carretera que conduce a Mas de las Matas, y poco después tomar dirección a Torrevelilla. En el punto kilométrico 2,5 de esta carretera secundaria aparece una curva pronunciada donde surgen dos pistas a mano derecha. Debe tomarse la segunda de ellas que conduce hasta este convento abandonado tras recorrer poco más de cinco kilómetros. Tomando siempre su trazado principal, a pesar del buen número de cruces, es fácil alcanzar el lugar prescindiendo de recorrer el tramo final una vez alcanzada una curva cerrada debido a la acusada pendiente. Llegó a albergar a cuarenta religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos. En la actualidad está abandonado y sorprende encontrar un edificio de estas dimensiones en medio del monte. Atravesando la monumental fachada, flanqueada en uno de sus costados por una gran espadaña, se puede acceder con precaución al interior de su gran iglesia barroca. Y también al claustro, cuyas galerías carecen ya de cubiertas, pero que permiten imaginar cómo fueron. El resto de las instalaciones están en estado más avanzado de ruina. El conjunto se rodea de entorno natural de gran belleza salpicado de bloques de conglomerado de grandes dimensiones y pequeños bosques mediterráneos.

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FINES DE SEMANA Ribagorza

Montsec de L´Estall, la Ribagorza en estado puro

El Montsec de L´Estall es la parte aragonesa de la Sierra del Montsec, la cual atraviesa el río Noguera Ribagorzana creando un espectacular desfiladero. El cauce marca la frontera entre Aragón y Cataluña. En medio de estas tierras de abruptos paisajes sobresale uno de los núcleos medievales mejor conservados de Aragón, Montañana/Montanyana, pieza clave en la historia de la Ribagorza.
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Para acceder a la Ribagorza más oriental sólo es necesario dejarse llevar por la N-230, la carretera nacional que conduce al valle de Arán. Provenientes de Huesca o de Lérida, se confluye en Benabarre/Benavarri. Doce kilómetros después se alcanza la población de Viacamp. A los pies de la carretera se encuentra el Centro de Visitantes del Montsec de L´Estall. Un lugar ideal para poder descubrir los aspectos paisajísticos y artísticos de esta sierra pirenaica. Desde este lugar parte una carretera que asciende hasta el núcleo originario situado a los pies de la torre defensiva, seña de identidad de la localidad. Una vez se pasa junto a un peirón van apareciendo las casas dispersas por la ladera. Un poco más arriba se alcanza una zona ajardinada que antecede a la ermita de la Virgen de Obach. La fábrica de origen románica data del siglo XII, aunque transformada posteriormente. Un rampa final resta para alcanzar el montículo donde se asienta el castillo, que pudo ser construido por Ramiro I en el año 1060. Se ubica en una meseta que estuvo amurallada y de la que todavía apreciarse en algunos tramos. En su interior descansan los restos de la antigua iglesia de San Esteban y de una gran torre de planta circular cuya altura alcanza los veinte metros. Sus muros tienen casi tres metros de espesor. Al interior se divide cuatro plantas. Una estructura metálica con escaleras permite el acceso a la primera planta. En esta planta se conserva el retrete, con asiento de piedra perforada y desagüe exterior. La segunda planta era la destinada a los aposentos. La tercera planta estaba destinada a la defensa, y en ella se abren siete ventanas. Tenía también acceso a los cadalsos individuales, estructuras de madera salientes de los muros de la torre que servían para ejercitar mejor la defensa. Sus muros se rematan con almenas. En la actualidad constituye un espectacular mirador en todas las direcciones gracias a su privilegiada ubicación.

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Retomando la carretera, en suave descenso se alcanza el valle del Noguera Ribagorzana, donde se asienta Puente de Montañana/Pont de Montanyana. En la travesía la población ofrece al visitante un buen número de panaderías tradicionales y restaurantes. El casco urbano antiguo se encuentra al otro lado del río, al cual se accede a pie a través de un pintoresco puente colgante. Precisamente el origen de este emplazamiento se debe al puente de peaje situado en este punto. La actual pasarela fue construida por una compañía de zapadores de Tenerife en 1938 con el avance de las tropas nacionales en la guerra civil. Una vez atravesado un pasadizo antecede a una amplia plaza de traza triangular, bien urbanizada y rodeada de fachadas de edificios tradicionales. Un par de pasadizos más conducen a otra calle paralela a la plaza. En ella abundan los soportales y pasadizos que conforman rincones pintorescos. En la parte baja de la calle, casi oculta en la trama urbana, surge la iglesia de San Armengol. Su torre de planta cuadrada y tejado a cuatro aguas despunta ligeramente por encima de los tejados de la localidad.

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Para la tarde se reserva la visita al enclave medieval de Montañana/Montanyana. Su acceso está situado a escasa distancia. Fue un lugar estratégico de defensa para la Ribagorza que aparece ya nombrado documentalmente a finales del siglo X. Tras un periodo en posesión del condado de Pallars, en el año 1190 el rey Alfonso II lo conquistó pasando a manos aragonesas. A pesar de contar con más de seiscientos habitantes hace un siglo, se quedó prácticamente despoblado. Esto favoreció la conservación de su fisonomía original a lo cual se ha añadido las labores de restauración del conjunto y la conservación de las viviendas por parte de sus propietarios. El resultado es uno de los cascos urbanos más preciosos de la provincia oscense.

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A la entrada de la localidad hay un aparcamiento, donde se encuentra la oficina de turismo. Es recomendable acompañar la visita de un guía para conocer la intensa historia de este lugar, así como para descubrir el interior de la iglesia parroquial. Una calle empedrada que desemboca en un arco sirve para trasladarse hasta la época medieval. Al otro lado aparece el barranco de San Juan, el cual se atraviesa por un puente del siglo XV con pretiles y pavimento de piedra. Un poco más adelante surge una pequeña plaza en la que se levanta el ayuntamiento del siglo XIX. El resto del casco urbano merece un paseo tranquilo para saborear sus rincones con pasadizos, arcos abovedados, y caminar sobre los cantos rodados de sus calles. Ascendiendo se alcanza el recinto murado perteneciente al castillo, al cual se accede por un arco apuntado. Un lienzo de muralla lo conecta con la torre de la Cárcel, que se levanta desafiante al borde del barrando de San Juan. Una sinuosa calle conduce a la parte alta donde están la iglesia y la abadía. De ésta última se conservan sólo los muros y el arco de acceso.

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A escasos metros se alza la iglesia de la Virgen de Baldós. Se trata de una obra románica de los siglos XII-XIII. La preciosa portada está formada por seis arquivoltas que se apoyan en una imposta con motivos vegetales. Bajo ella se alinean los capiteles decorados con representaciones bíblicas. Sobre el acceso está el tímpano, en cuyo centro está la figura de Cristo flanqueado por dos ángeles con las alas abiertas. La torre tiene planta rectangular y consta de varios cuerpos separados por impostas decoradas con arquillos ciegos. En su interior la iglesia se estructura mediante planta de cruz latina y cabecera semicircular. A los pies se levanta el coro elevado y bajo él destaca un conjunto de pinturas murales góticas.

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La visita se completa con la ermita de San Juan. Desde el puente medieval, un camino entre las antiguas huertas conduce a la ermita situada a unos minutos del casco urbano. Se trata de una fábrica románica de finales del siglo XII. La fachada principal se culmina con una gran espadaña de dos grandes vanos de medio punto, y uno de menor tamaño encima. Cuenta con portada compuesta de cuatro arquivoltas, que se apean en capiteles con decoración de seres fantásticos y humanos.

Para el domingo se propone adentrarse en el corazón de la sierra del Montsec y descubrir uno de los lugares más espectaculares de la Ribagorza: el Congosto de Montrebey/Congost de Mont-rebei. Su visita obliga a pasar a tierras catalanas desde la población del Puente de Montañana/Pont de Montanyana, pasando a la margen izquierda del río Noguera Ribagorza. Poco después se toma una pista asfaltada y siguiendo las indicaciones se alcanza la Reserva del Congost de Mont-rebei.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 30 min (ida)

50 m

Media

mapa_congostmont-rebei

Desde el aparcamiento acondicionado parte el sendero que inicialmente tiene dos trazados. Es recomendable recorrer el sendero inferior sin apenas desnivel si el embalse de Canelles no está lleno ya que recorre zona inundable. Ambos confluyen antes de llegar al puente colgante el cual permite atravesar el barranc de San Jaume, tras media hora de paseo.

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Al otro lado el sendero se interna en el desfiladero poco a poco y media hora después comienza el camino excavado en la roca que sirve para atravesar la zona más espectacular. Fue construido en 1982 por la empresa hidroeléctrica ENHER para reponer la comunicación entre las dos vertientes de la sierra, tras la inhabilitación de un camino inferior que anegaron las aguas del pantano. Durante media hora se recorre esta repisa artificial de unos dos metros de anchura máxima, perfectamente tallada en la roca. Está dotada de sirgas a modo de pasamanos y carece de protección alguna en dirección al cauce, con lo que hay que extremar las precauciones.

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En las zonas más expuestas se han colocado bancos de madera, que protegen de posibles accidentes, y además permiten el descanso y la contemplación del espectáculo natural. El camino discurre a mitad de altura del desfiladero de paredes verticales de más de trescientos metros de altura. Es recomendable llegar hasta el final del desfiladero para contemplarlo en su totalidad, tras hora y media de recorrido. A mitad del congosto se puede ascender a la Cova Colomera. A pesar de la gran pendiente, está acondicionado el camino con sirgas. En la parte alta se abre la cueva, con espectaculares vistas del congosto.

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Si todavía resta tiempo el domingo por la tarde una alternativa es realizar una segunda visita a Montañana/Montanyana. Se puede completar recorriendo antiguas veredas que ascienden por los barrancos que abrazan el casco urbano, como por ejemplo ascender al mirador de la Torre de las Eras. Es una manera de poder ver la población medieval desde otros puntos de vista. Estos recorridos también pueden realizarse con el guía turístico de la localidad. Y también volver a pasear por los rincones de esta población que parece anclada todavía en la Edad Media.

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FINES DE SEMANA Jacetania

Alta Zaragoza, una tierra mutilada por el embalse de Yesa

El norte de la provincia de Zaragoza fue tierra de disputa entre navarros y aragoneses, incorporándose al reino de Aragón en el año 1054. Entonces se fortificó Ruesta, y se fundó Salvatierra de Esca y Tiermas. Mientras los peregrinos seguían atravesando este territorio camino a Santiago. Hace medio siglo la construcción del embalse de Yesa mutiló esta zona, obligando a dejar abandonados tres preciosos pueblos ahora sumidos en el olvido.
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Se accede a la Alta Zaragoza desde Jaca por la Canal de Berdún. Este amplio valle surcado por el río Aragón toma el nombre de una población encaramada en un altozano. Tras entrar en la provincia zaragozana es necesario cruzar el río y ascender al promontorio donde se asienta Artieda. A la entrada se levanta el albergue, lugar de descanso para los peregrinos del Camino de Santiago que discurre a los pies de la localidad. Junto a él se levanta la iglesia de San Martín, obra originaria del siglo XII. Un pórtico abierto a la calle principal guarece la portada con decoración de casetones. La torre de planta cuadrada destaca por una construcción cilíndrica adosada en cuyo interior discurre una escalera de caracol. Tres calles conforman un conjunto armónico de gran belleza donde domina la piedra como elemento constructivo y decorativo. Entre los inmuebles destaca la casa de los Diezmos. Su magnífica portada cuenta con acceso de arco de medio punto, sobre el que se levanta un escudo flanqueado por pináculos. La visita se completa con una panorámica del valle del río Aragón desde un mirador situado en el extremo opuesto a la iglesia.

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Se vuelve a la carretera anterior y se avanza ocho kilómetros hasta descubrir la sugerente figura del castillo de Ruesta. Fue edificado por el rey navarro Sancho Garcés I entre los años 1016 y 1018, pasando a manos aragonesas en 1054. Junto a la fortaleza se fueron levantando viviendas, primero en la parte baja y más tarde cerca del castillo, configurando el núcleo actual en el siglo XVI. A pesar de su larga trayectoria como enclave militar y paso del Camino de Santiago, llegando incluso a los 750 vecinos en el año 1857, a mitad de la década de los sesenta quedó despoblado por la influencia devastadora de la construcción del embalse de Yesa. Fue cedido al sindicato CGT en el año 1988, habilitándose dos edificios para albergue mientras que el resto del núcleo sigue su avance imparable hacia la ruina.

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El casco urbano conserva el trazado medieval, con la iglesia y el castillo en los extremos. La iglesia de la Asunción es obra de tipología jesuítica construida en el siglo XVI. La torre de planta cuadrada se remata con un pequeño cuerpo octogonal de ladrillo. Junto a ella se levanta un gran caserón, palacio de los marqueses de Lacadena. Ante la iglesia parte la calle mayor, a cuyos lados se levantan las fachadas de los arruinados edificios, ahora cubierta por la maleza. Para acceder al castillo es necesario tomar una senda la cual arranca en las cercanías del bar, bordeando el núcleo, y que se incorpora a dicha calle. Su estado ruinoso hace necesario extremar las precauciones y asumir el riesgo de acceder a un conjunto en ruinas, pero merece la pena. Junto a las últimas viviendas se alza el imponente castillo. Resta la torre del Homenaje, que se eleva a 25 metros de altura y un torreón lateral unido por un lienzo de muralla bajo el cual ahora se puede acceder al antiguo recinto defensivo. Al otro lado apenas queda nada, pero se disfruta de amplias vistas del embalse de Yesa y la Sierra de Leyre.

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Se puede completar la visión de la localidad realizando un pequeño paseo de un cuarto de hora. Junto al albergue de peregrinos, parte el sendero que desciende en dirección al río Regal siguiendo el trazado del Camino de Santiago. Para superar el barranco se conserva un puente románico, con plataforma de madera. Poco después se atraviesan las instalaciones abandonadas de un camping. Un poco más arriba se encuentra la ermita de Santiago, con portada románica de tres arquivoltas. Entre los años 1030 y 1040 se construyó la capilla, cuya cabecera cuenta con arco triunfal que se apoya en capiteles decorados. El resto corresponde al año 1087, y tenía la función de albergue.
Para la tarde se propone la visita a dos pueblos deshabitados expropiados por la construcción del embalse del Yesa. Es necesario volver a la margen derecha del río Aragón, y tomar la carretera nacional en dirección a Pamplona. En cinco kilómetros se avista el pueblo de Escó a la derecha. Junto a la carretera hay una pequeña construcción donde se puede dejar el vehículo. Se debe ascender andando hasta las ruinas. En el año 1957 contaba con trescientos habitantes que se vieron obligados a marchar pocos años después. Una amplia calle recorre la parte baja, flanqueada por las fachadas de sus casas, único resto de lo que fueron. En la parte alta las calles se vuelven más estrechas y conducen a la iglesia de San Andrés, que cuenta con un excelente mirador de la cuenca del río Aragón. La portada se compone de arquivoltas de medio punto, y su torre es de planta cuadrada la cual se remata con techumbre plana.

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La carretera continúa su trazado encajado entre las aguas del embalse de Yesa y las laderas que se descuelgan de la Sierra de Leyre. Desde una rotonda de acceso a la autovía parte el nuevo acceso a la localidad de Tiermas, la más importante de la zona hasta hace unas décadas. El pueblo está emplazado sobre un gran promontorio elevado respecto a la carretera y al embalse de Yesa. Fue fundado en el año 1201 el actual asentamiento por Pedro II para facilitar la defensa en esta zona entre Navarra y Aragón. Con la construcción del embalse de Yesa en la década de los cincuenta llegó el abandono total de su enclave, y se truncó de esta manera tan triste la gloriosa historia de esta localidad.

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La vegetación invade ya buena parte de las calles en las cuales todavía se conservan las fachadas de sus casas. En la zona central se alza la iglesia de San Miguel, obra barroca de grandes dimensiones que data del siglo XVI. Se accede al templo a través de una portada gótica compuesta por cinco arquivoltas bajo un pórtico ya carente de cubierta. Junto a la puerta se levanta la torre de planta cuadrada que se remata con un curioso campanil de pequeñas dimensiones. Desde una pradera cercana, antaño la plaza del centro, se puede acceder al portal de las Brujas. Se trata de un torreón-puerta perteneciente al recinto amurallado, del cual todavía se conserva la cornisa de matacanes.

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Al día siguiente se propone conocer el tramo final del valle surcado por el río Esca. La primera localidad, Sigüés todavía conserva el edificio del antiguo hospital de Santa Ana, que acogía peregrinos provenientes de los valles del Roncal y del Aragón. En el centro de la localidad se levanta la iglesia de San Esteban. Una reja separa un espacio ajardinado, ante el cual se abre el atrio que cobija la preciosa portada románica. El casco urbano se organiza en torno a calles quebradas con espacios abiertos, en los cuales se muestra una arquitectura civil bien conservada. Al final de la travesía, aparece una bella casa que antaño fue torre del señorío. Su acceso cuenta con arco ligeramente apuntado, con el escudo de los Pomar, flanqueado por unas aspilleras de las que cuelgan unas cadenas.

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Una vez abandonada la población de Sigüés la carretera se introduce en la Foz de Sigüés, un desfiladero labrado por el río Esca entre las sierras de Leyre y Orba. A su término surge Salvatierra de Esca. En su parte alta varias calles aglutinan un buen número de edificios con portadas doveladas, escudos nobiliarios en sus claves y ventanas geminadas ofreciendo al visitante un conjunto muy pintoresco. En este entorno se abre una plaza con frontón que aloja a varios edificios, entre ellos el ayuntamiento. Junto a ella otra plaza, excelente mirador del valle, sirve de antesala a la iglesia de San Salvador. Fue construida a base de sillería, siendo una obra gótica del siglo XVI. La torre de planta cuadrada está reforzada con contrafuertes en las esquinas y tiene remate de almenas de ladrillo. El aspecto exterior le confiere un aire defensivo, como muestra de la difícil etapa inicial de su historia, frontera entre tierras aragonesas y navarras.

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Por la tarde se puede completar la visita a esta zona recorriendo el valle del río Gabarri para alcanzar la pequeña población de Lorbés, a cuyos pies termina la carretera. Se trata de la población situada más al norte de la provincia de Zaragoza. Un paseo por sus calles de trazado quebrado y ascendente, atravesando pasadizos y rincones con cierto encanto, trasladan a otros tiempos. Buena parte de las casas muestran una arquitectura civil rica. En la parte alta, se abre una plaza en la que se levanta la iglesia San Miguel.

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CICLOTURISMO Gúdar-Javalambre

Vía Verde de Ojos Negros, surcando túneles y viaductos

La vía verde más larga de España discurre entre Teruel y Valencia. En su parte más elevada atraviesa un paisaje salpicado de sabinas y masías, entre las sierras de Gúdar y Javalambre. La orografía obligó a construir túneles y viaductos, que junto con su trazado suave y descendente, dan lugar a una atractiva propuesta cicloturista.
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La vía verde de Ojos Negros utiliza el trazado del antiguo ferrocarril minero de Sierra Menera, el cual comenzó a funcionar el 27 de julio de 1907. Fue construido para transportar el hierro extraído en las minas de Ojos Negros hacia el puerto de Sagunto. Se da la paradoja de que esta línea de ferrocarril, de 205 kilómetros de longitud, se trazó casi en paralelo a la línea de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón debido a las altas tarifas que imponía dicha compañía. Su vida estuvo siempre condicionada por el nivel de actividad de su cuenca minera. Con la puesta en marcha de la planta siderúrgica de Sagunto, éste fue creciendo llegando a limitar su expansión. Se alcanzaron acuerdos con Renfe, propietaria entonces de la otra línea, para traspasar a esta empresa el transporte de hierro, y finalmente en el año 1972 se clausuró el ferrocarril minero.

En esta propuesta se plantea recorrer una parte de la vía verde, entre el Puerto de Escandón y Venta del Aire, ambos puntos con apeaderos de la línea actual de Renfe y con acceso para vehículo. Entre ellos la distancia es de unos 34 kilómetros y su trazado es ligeramente descendente. Para esta opción es necesario disponer de vehículos de apoyo ya que contempla realizar sólo el trazado de ida. En caso de no contar con ello otras opciones son realizar recorridos de ida y vuelta entre Venta del Aire y La Puebla de Valverde (51 km), o entre Venta del Aire y Sarrión (22 km). Se recomienda en estas variantes tomar como punto de partida Venta del Aire para realizar de trazado de vuelta en descenso.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
34 km
220 m0,8%buenomedia

El punto de partida es el Puerto de Escandón. Desde la autovía mudéjar, a unos 13 kilómetros de la ciudad de Teruel en dirección a Valencia, aparece la salida en dirección a Formiche Alto y Bajo. En este punto y visible a la derecha se encuentra la solitaria estación de la actual línea férrea Teruel-Sagunto que lleva este nombre. En paralelo a la antigua carretera nacional arranca la vía verde. El paisaje es suave y alomado, en el cual se alternan campos de cultivo, sabinas y carrascas. Las únicas edificaciones son algunas masías, casas de campo que denotan el único asentamiento humano de la zona. El pavimento que acompañará en todo el recorrido está asfaltado y junto a la pendiente ligeramente descendente facilita el rodaje de las bicicletas. En este tramo se suceden varias trincheras, zonas en las que la vía férrea atraviesa elevaciones en el terreno que se salvaron creando pequeños desfiladeros por los cuales discurre el recorrido.

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Tras recorrer 9,3 kilómetros se alcanza la estación de La Puebla de Valverde. Poco antes es necesario desviarse unos metros del antiguo trazado ferroviario y cruzar la carretera que sirve de acceso a la población, sólo distante un kilómetro y medio. Junto a la vieja estación hay un área de descanso que dispone de varias mesas. También a escasa distancia hay una fonda que cuenta con bar y restaurante. Una vez superado este punto la vía verde se ve condicionada por la ubicación de una extracción de áridos, que junto con la construcción de la autovía obliga a abandonar el trazado original en un tramo. Al igual que todo el recorrido, está bien señalizado. En el kilómetro 11,3 se atraviesa el barranco de Peñaflor. Para salvarlo se construyó un viaducto de 89 metros de longitud, y que se alza a 22 metros de altura. En paralelo discurre un viaducto de similares características utilizado por la línea férrea actual.

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Un bosque de carrascas, coníferas y árboles de hoja caduca envuelve al ciclista pasando junto a las ruinas de los apeaderos de la Parra. Durante varios kilómetros las dos vías de férreas discurren en paralelo y en línea recta. En el kilómetro 17,2 el ferrocarril minero atravesaba el trazado de vía ancha por encima. La vía verde no lo utiliza debido a su mal estado, como queda de manifiesto por sus oxidados hierros. Cien metros antes se utiliza un puente más sólido para pasar a la otra margen. Más adelante surge el paraje de la Dehesa, un precioso bosque mediterráneo formado por un denso carrascal que impide ver el paisaje circundante. En medio de este tramo un área de descanso dotada de mesas y una pequeña caseta invita a detenerse.

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El bosque se va abriendo dejando ver de nuevo el horizonte. Tras pasar junto a una estación abandonada se alcanza un área de descanso con excelentes vistas de Sarrión, población turolense bien conocida por el cultivo de la trufa. En este punto se habrán invertido 24 kilómetros de recorrido, y a partir de ahora se suceden las obras de ingeniería más importantes en la construcción de la vía férrea. Nada más abandonar la población, el trazado atraviesa el barranco de los Judíos, y para ello fue necesario construir un viaducto en forma de curva que salva el cauce a 17 metros de altura. A su término se abre el túnel de Sarrión. Su trazado rectilíneo tiene una longitud de 352 metros. En su interior dispone de iluminación que se activa con el paso de los ciclistas. Como curiosidad, este espacio lúgubre y húmedo fue utilizado durante mucho tiempo para el cultivo de champiñones.

La vía verde avanza y poco más de cuatro kilómetros después aparece el segundo de los túneles del recorrido. Un pequeño descenso introduce en un túnel de diferente configuración. El túnel de Albentosa tiene una longitud de 400 metros, y su trazado en curva lo hace más tenebroso. Nuevamente la iluminación en su interior permite sin dificultad atravesarlo. Se trata de una sensación diferente, en la que se combina el frescor, la humedad y la oscuridad. A su salida un área de descanso obliga a detenerse para disfrutar de una preciosa panorámica de Albentosa y su esbelto viaducto. Avanzando por la vía verde se descubre la amplitud del barranco de Albentosa, un profundo tajo que el río del mismo nombre ha tallado en las calizas de la zona.

Tanto el ferrocarril de vía ancha como el ferrocarril minero se vieron obligados a construir un espectacular viaducto. En el caso del que se atraviesa en bicicleta, consta de siete arcos, y la plataforma vuela a 50 m con un recorrido de 104 metros. Una nueva parada es imprescindible para ver desde arriba los altos chopos que escoltan al río, y la vega que cubre el fondo del barranco. Mientras en la parte alta se alza el pueblo de Albentosa, con los restos de su castillo vigilantes desde lo más alto.

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Poco más de tres kilómetros restan para alcanzar Venta del Aire, y finalizar así el recorrido. Sin alcanzar la vieja estación homónima se debe abandonar la vía verde, justo antes de atravesar un arco de piedra rodeado de arbolado que pasa sobre el trazado ferroviario. Desde este punto se conecta con la carretera que comunica Venta del Aire con Albentosa. A la derecha y en menos de un kilómetro se llega a Venta del Aire, un pequeño núcleo que aglutina unas cuantas viviendas y que se asemeja más a un área de servicio de la antigua carretera nacional, muy cerca de la autovía mudéjar.

Tras realizar la ruta ciclista por la mañana, por la tarde se propone la visita a las tres poblaciones que acompañan el tramo recorrido por la vía verde de Ojos Negros. Albentosa se emplaza sobre un cerro que domina el barranco del mismo nombre. Tras introducirse en el casco urbano se alcanza la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, obra del siglo XVI. Tomando la calle ascendente, ésta se convierte en el Vía Crucis del Calvario una vez abandonadas las últimas casas. A mitad de camino hay un acceso a un mirador desde el cual se disfrutan de excelentes vistas del barranco de Albentosa y de sus viaductos. Y en la parte más alta se emplaza los restos de su castillo templario.

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Sarrión se emplaza a nueve kilómetros del anterior enclave. Se trata de la población más importante, cuyo censo ronda el millar de habitantes. Se accede a través del Portal de Teruel, único testigo de su pasado amurallado. Varias casas nobiliarias acompañan el recorrido hasta la plaza mayor, epicentro de la localidad. Allí se alza el ayuntamiento y la iglesia de San Pedro. Esta construcción tuvo que ser restaurada tras la guerra civil y destaca por sus dimensiones. Su altiva torre se alza en sillería y ladrillo, en planta cuadrada. Desde este punto se puede acceder al barrio viejo, en la parte alta de la localidad. Allí se emplaza la ermita de la Sangre de Cristo. Sobresale su portada gótica formada por tres arquivoltas.

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Y de camino a Teruel, junto al arranque de la carretera que conduce a Mora de Rubielos, se encuentra La Puebla de Valverde. Recibe al visitante el Portal de Teruel, uno de los dos que conserva esta población. La calle principal desemboca ante una bella plaza donde se alza la iglesia de Santa Emerenciana. De la construcción gótico-renacentista sobresale su portada de estilo manierista, la cual fue terminada en 1591, y que se guarece con un arco de medio punto. Tanto en la calle mayor como en las calles adyacentes sobresalen buenos ejemplos de arquitectura civil de diferentes épocas. La visita termina en el portal de Valencia, en la parte baja, perteneciente a la muralla defensiva y que data del siglo XV.

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