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EXCURSIONES Monegros

Sierra de Alcubierre, la cima de los Monegros

La Sierra de Alcubierre, situada al sur de la comarca de los Monegros, se eleva sobre un terreno estepario, dominado por la escasa vegetación sólo truncada por los pinares y las sabinas aisladas. A caballo entre las provincias de Zaragoza y Huesca, también fue la línea divisoria entre los frentes nacional y republicano durante la guerra civil dando lugar a uno de los episodios más largos y dramáticos de la contienda, el Frente de Aragón.
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A los Monegros se accede desde la ciudad de Zaragoza por la carretera de Sariñena. Tras superar Villamayor de Gállego, se dejan atrás los campos de regadío y surgen las tierras esteparias que acompañarán en todo momento el recorrido. Campos de cereal se alteran con montes escasos de vegetación. Los pinos comienzan a aparecer al ascender el puerto de Alcubierre, que marca la divisoria entre las provincias de Zaragoza y Huesca. Éste fue el escenario durante la guerra civil del Frente de Aragón. Durante quince meses en el mismo lugar se enfrentaron las tropas nacionales y las republicanas, entre octubre de 1936 y marzo de 1938. Tras rebasar el puerto, en el kilómetro 33,5 aparece el letrero que indica la Ruta de las Tres Huegas, donde se encuentran los restos de las posiciones franquistas. Su nombre hace referencia a la separación de los términos de Robres, Alcubierre y Leciñena. En un cruce cercano se toma el ramal izquierdo. Poco después un panel de interpretación describe los elementos que se han recuperado. A escasos metros se accede a una trinchera que cuenta con un abrigo cubierto el cual servía de puesto de mando. Volviendo al cartel se puede acceder andando al resto de lugares de interés. A la derecha de la pista aparecen pequeñas cuevas utilizadas como refugio, y a la izquierda un pozo de abastecimiento de agua y un abrigo de descanso para el pelotón. En su interior cuenta con literas de madera. También se puede ascender, desde un pequeño monolito, a dos posiciones elevadas desde donde se puede apreciar la zona defendida por este frente. Volviendo al cruce anterior con el coche, por una pista en buen estado se llega hasta la posición de San Simón. Este lugar es recordado por la avanzadilla republicana que produjo casi un centenar de víctimas, y que fue recuperada rápidamente las tropas nacionales. En la cota más alta se levantó un monumento a los caídos. Desde este lugar las vistas del paisaje son muy amplias.

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Volviendo a la carretera comarcal, y avanzando en dirección a Sariñena, a un kilómetro de distancia surge el próximo desvío señalizado. Una pista con buen firme conduce hasta la Ruta Orwell. La posición republicana fue establecida en el monte Irazo. Aquí estuvo durante varias semanas el escritor británico George Orwell alistado en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista. El aparcamiento se encuentra contiguo a la zona rehabilitada. Un itinerario circular recorre una trinchera construida con muros de piedra y madera. Al exterior la defensa perimetral está dotada de alambradas. Cuenta con dos pequeños abrigos y un observatorio cubierto para la vigilancia y defensa desde donde se divisan las posiciones franquistas. También tiene varios pozos de tirador protegidos con sacos de tierra. En la parte trasera una caseta más amplia servía de vivac a la tropa. La visita culmina en la parte alta del monte, un mirador desde donde se divisa toda la zona a defender.

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Para complementar la visita a los vestigios recuperados y conocer más sobre uno de los capítulos más tristes de la historia reciente es necesario visitar el Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón. A siete kilómetros de Alcubierre se encuentra la población de Robres. En el centro de la localidad, y ubicado en las antiguas escuelas, se emplaza este completo museo que además es la sede de un centro de trabajo para el estudio y documentación del periodo de la República, Guerra Civil y Franquismo. Un audiovisual sirve de introducción y a lo largo de varias salas en tres plantas se ofrece un amplio material documental que describe las diferentes etapas de este periodo histórico y los personajes que en ella intervinieron.

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Después de la comida se propone subir al punto más elevado de la Sierra de Alcubierre. Desde la localidad que da nombre a la sierra parte una pista en buen estado que asciende hasta San Caprasio, el techo de los Monegros. En pleno casco urbano, se toma la calle que parte justo enfrente del arranque de la carretera que conduce a Robres. Enseguida nace un camino que a tres kilómetros y medio pasa junto a las balsas de Pina. Se trata de dos balsas con escasa vegetación y que aparece animada por el croar de las ranas. Avanzando por la pista principal se circula junto a una barranquera con escarpadas paredes de poca altura. En el punto kilométrico 5,7 se toma el ramal principal, a la derecha. En el amplio valle se suceden los campos de cereal. En sus laderas los pinares conforman una estampa paisajística poco conocida de los Monegros. Se alcanza el borde de la meseta y surge un cruce en el km 10,7. La pista gira bruscamente en dirección sureste y debe tomarse dirección izquierda. Zonas de praderas que se alternan con pinares sirven de antesala al promontorio pelado de San Caprasio. La pista asciende vallada en su último tramo hasta el punto geodésico tras recorrer cerca de dieciséis kilómetros. Sólo resta la rampa final hasta la cumbre que se eleva a 838 metros de altitud. Allí se enclava la ermita de San Caprasio rodeada de multitud de antenas que afean este lugar tan agreste. Un panel de interpretación orientado hacia el norte ofrece información sobre la extensa panorámica. Es visible toda la comarca de los Monegros delimitada al norte por las sierras de Guara y Gratal.

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Desde la base del montículo, junto una caseta, parte una senda al borde de los escarpes donde es necesario extremar la precaución. El paisaje hacia el sur ofrece una estampa diferente; pinos raquíticos y escasa vegetación cubren los profundos barrancos en dirección a la llanura del valle del Ebro. Una escalera permite descender a un resalte inferior donde aparecen unas curiosas cuevas. Antaño fueron refugio eventual de pastores y también quedaron asociadas a Mariano Gavín conocido como el bandido Cucaracha. Tras las guerras carlistas se echó a los montes y en 1864 con un amigo realizó los primeros asaltos. Estaban descontentos con el sistema social y la riqueza mal repartida. Se refugiaban en estas cuevas, donde planeaban nuevos ataques. Tras una feroz persecución fue apresado y muerto en un corral de Lanaja en febrero de 1875, tras once años de andadura. Los demás componentes de la banda, más de cuarenta, fueron cayendo en sucesivos años. En 1956 unos monjes se asentaron en Farlete,  y durante ese año trabajaron en las obras del pequeño monasterio rupestre excavando nuevas cuevas y acondicionando las anteriores. Primero excavaron la ermita conocida como cueva de la Salud, una sala alargada y reforzada por robustas vigas, siendo rematada mediante cabecera absidial excavada en la roca. Después se acondicionó la cueva del Cucaracha como cocina junto con un refectorio circular alrededor del cual se excavaron bancos a modo de camastros. Ambas son visitables hoy en día permitiendo al visitante adentrarse en la historia de este curioso rincón monegrino.

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Para completar la visita, ya de vuelta, se propone hacer un alto en Leciñena. Desde su casco urbano parte una pista asfaltada que conduce al Santuario de Nuestra Señora de Magallón. Es un edificio de grandes dimensiones visible desde bien lejos. La historia de la virgen se remonta a 1283 cuando desaparece de su anterior emplazamiento en la ermita de Santa María de Huerta en Magallón, y se aparece al pastor Marcén en un cerro de Leciñena. A pesar de los intentos de los magalloneros la virgen se volvió aparecer en esta localidad monegrina donde se construyó una ermita. Se fue ampliando en los siglos XVI y XVII, y su devoción creció del tal manera que el santuario servía de culto a veintiocho pueblos de las provincias de Zaragoza y Huesca. En el siglo XVIII el santuario llegó a su máximo esplendor y las donaciones de devotos como el duque de Híjar permitieron la ampliación del templo. Durante la guerra de la Independencia un incendio devastó casi por completo del santuario, y en la guerra civil se utilizó como acuartelamiento siendo las consecuencias nefastas. Tras un largo periodo de restauración en la actualidad cuenta con un albergue y el edificio se muestra en excelente estado. Tiene aspecto de hospedería y en algunas partes llega a tener hasta cinco plantas de altura. En la plaza del santuario está el aljibe de nueve metros de altura construido en el año 1560. Se accede al interior a través de un arco que da paso a una escalinata la cual conduce a la planta noble. Al final de un pasillo se accede a la capilla, en cuyo altar mayor se deposita la virgen en el camarín iluminado a través de un ventanal de alabastro.

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Campo de Belchite EXCURSIONES

Belchite, dos pueblos rodeados de estepa y olivos

El paisaje estepario se rompe en los alrededores de Belchite por uno de los olivares más importantes de Aragón. Mientras, el río Aguasvivas crea una mancha verde de vegetación de ribera, con lugares naturales de interés como el Pozo de los Chorros. Pero la historia reciente es la que ha dejado marcada esta localidad, con la fecha de 1937, germen de la división en dos del pueblo: el Belchite Viejo arruinado y Belchite Nuevo.
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Esta propuesta conduce a la capital de la comarca Campo de Belchite. El acceso desde la depresión del Ebro mediante una gran recta atraviesa el paisaje estepario. Poco antes de alcanzar la población un olivar de grandes dimensiones rompe este paisaje dominante, y poco después surge la silueta del pueblo de Belchite en ruinas. Tomando la carretera que conduce a Fuendetodos se pasa entre los dos núcleos, el viejo y el nuevo. En plena travesía, casi frente al arranque de la calle Portal de la Villa, parte el camino señalizado en dirección al Pozo de los Chorros. En su primer tramo discurre entre varias naves. Después se introduce en el antiguo trazado de la vía del ferrocarril de Utrillas, un tramo en curva excavado en el terreno. Al final se alcanza el apeadero del tren de Belchite, ya en desuso. Merece la pena detenerse y acercarse a los restos del antiguo viaducto que salvaba el cauce del río Aguasvivas, situado a unos cien metros. Del mismo todavía se conservan los estribos y dos pilares que sustentaban el puente de hierro, que contaba con una longitud de unos 100 metros.

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Desde este punto se toma la pista en buen estado que continua a la derecha. En su trazado paralelo al río Aguasvivas se pasa junto a una gran balsa rodeada de carrizo, el depósito de los Escaramaches. Después de recorrer unos 2,7 kilómetros desde la carretera se alcanza la casa de Joaquín. Está situada a escasos metros de la pista principal, disponiendo de espacio suficiente para dejar el vehículo. Desde este punto parte el recorrido a pie.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 hora (total)

50 m

Baja

Junto a la caseta parte una pista en regular estado desciende de manera directa al río, el cual hay que atravesar. Su escaso caudal no reduce la belleza de su entorno, muy frondoso y flanqueado por pequeñas paredes rocosas. El sendero ahora abandona la ribera y asciende ofreciendo enseguida buenas vistas del valle. En la otra margen se aprecia la finca del Tercón, que llama la  atención por la pequeña plaza de toros que posee. La senda alcanza una amplia repisa que discurre sobre el estrecho del Malpasillo, el punto más espectacular de todo el recorrido. En apenas doscientos metros el cauce del río se encajona con altas paredes rocosas.

En el fondo se encuentra el paraje del Pozo de los Chorros que se visitará más adelante, y también una cascada se precipita en el cauce gracias a las aguas sobrantes de la acequia de Belchite. El recorrido  finaliza cuando la senda se aleja del estrecho, tras un paseo de unos veinte minutos. Se puede prolongar el recorrido hasta la localidad de Almomacid de la Cuba, con una distancia total de hora y cuarto en el trayecto de ida.

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Para completar la caminata, es necesario volver al punto de partida. La pista principal continua su trazado en dirección a la finca del Tercón. En unos diez minutos se alcanza el acceso a la propiedad. La pista termina y un sendero lleva directamente al cauce del río, al pie de la poza más grande situada en la salida del estrecho del Malpasillo.

Para poder ver la zona alta del cauce, y mejores vistas del Pozo de los Chorros hay que tomar un escarpado sendero que nace a escasos metros a la derecha. Este sirve de acceso a una repisa natural situada a unos diez metros de altura sobre el cauce y que permite disfrutar desde lo alto de todo este entorno natural de gran belleza, sorprendentemente situado en medio de grandes parameras esteparias. La repisa continúa hasta llegar a los pies de la cascada que antes se había visto desde la senda superior. También es posible subir un poco más alto, continuando el ascenso en el principio, que conduce a un tajo natural con excelentes vistas de todo el desfiladero.

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Antes o después de comer, según el tiempo invertido en la propuesta de excursión de la mañana, puede realizarse la visita a localidad de Belchite Nuevo. El paso de la guerra civil dejó en tan mal estado el pueblo viejo se vio más viable construir uno de nueva planta a escasa distancia, teniendo en cuenta que había que realojar a 700 familias. El 12 de marzo de 1938 el general Franco estuvo en Belchite pronunciando las siguientes palabras: “Heroicos defensores, yo os juro que sobre estas gloriosas ruinas se edificará una ciudad amplia y hermosa por vuestro heroísmo sin par”. En 1939 comenzó la construcción del nuevo pueblo y tres años más tarde fueron acudiendo los primeros habitantes desde el pueblo viejo. Hasta el año 1954 no fue inaugurada la nueva villa.

En el centro neurálgico está el ayuntamiento, con una gran plaza delimitada por dos fachadas perpendiculares. Es un gran edificio porticado, con balcones en la primera planta y galería de vanos rectangulares bajo alero. Frente a la plaza se alza la iglesia de San Martín de Tours, de grandes dimensiones. La portada está formada por tres grandes arcos. La torre exenta situada en un lado de la misma plaza llama la atención por ser un esbeltísimo campanario de forma octogonal, cuya traza recuerda los exóticos minaretes. La construcción de ladrillo se alza a 47 metros de altura. Sobre el primer cuerpo, en las esquinas tiene tres ángeles de grandes dimensiones. En la parte superior cuenta con una barandilla y un remate vanguardista. En su interior la iglesia se cubre con bóveda de cañón de grandes dimensiones; el altar está compuesto por pinturas doradas muy llamativas. La visita a la localidad se puede completar con un paseo por el parque, cuya amplia zona arbolada cuenta con un gran lago lleno de patos, rodeado de un andador en todo su perímetro.  

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Para la tarde también se propone la visita Belchite Viejo, para lo cual es necesario concertar visita guiada en el servicio de turismo de la localidad. El punto de partida es el Arco de la Villa, situado cerca de la travesía de la carretera que conduce a Fuendetodos. Este arco formaba parte de la antigua muralla de ladrillo que rodeaba la villa. Sobre la puerta se alza una capilla, la cual se abre a intramuros a la calle Mayor, eje principal de la población. En su trazado se conservan todavía algunas fachadas rematadas con galerías de arquillos de estilo aragonés. Se atraviesa la plaza Nueva, donde antaño estuvo el ayuntamiento, y que conserva una fuente en su parte central. Continuando por la calle Mayor se alcanza la plaza Vieja. En medio se alza la Cruz de los Caídos.

Sin embargo el elemento más destacable es la Torre del Reloj. Se trata de la antigua torre de la iglesia de San Juan que fue reformada para darle uso al reloj. Conserva a duras penas la decoración mudéjar en su parte central, y a pesar de las obras de consolidación ya no luce su belleza original. A corta distancia se haya la plaza de la iglesia, donde está la iglesia de San Martín de Tours. Aunque la construcción data de la primera mitad del siglo XIV, en la reforma del siglo XVI se amplió con una nave lateral y se añadió a la nave central una galería de arquillos. Y finalmente en el siglo XIX se alzó la portada actual, a base de piedra y ladrillo. Destacan las cuatro columnas toscanas de la parte inferior, en torno al acceso, que soportan la parte superior coronada con un frontón triangular. Al interior carece de bóvedas, y sólo conserva los muros, así como capillas laterales. En cuanto a la torre, ésta es de planta cuadrada, y a pesar del desgaste de la guerra todavía se yergue en pie con 37 metros de altura. Su rica decoración mudéjar se puede intuir, aunque aparece muy deteriorada. Se culmina con chapitel piramidal.

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En un costado de la iglesia están lo restos del Convento de San Rafael. A su izquierda parte una calle que conduce hasta una replazoleta donde estaba la ermita de San Salvador, de la cual resta su sencilla portada. Desde este punto una calle conduce hasta el arco de San Roque, de similar estructura al arco de la Villa, con capilla en la parte alta, pero mucho más castigado por la contienda. Desde la plazoleta anterior se toma un camino que discurre en paralelo a la acequia Becú, que en trazado sinuoso que marca el límite de la población al norte. Sin pérdida se alcanza la la iglesia de San Agustín. Fue convento hasta la desamortización de Mendizábal, y después de ser restaurada se abrió de nuevo al culto. Tras la guerra civil fue reparada de nuevo e hizo las veces de parroquia hasta la terminación de la iglesia del pueblo nuevo. Consta de una gran nave central con crucero y ábside recto, y cuatro capillas laterales por cada lado. Sobre las capillas laterales corre una tribuna con ventanas rectangulares.

Tras su abandono presenta hundidas la bóveda de la nave central, aunque conserva los arcos, y parte de la cúpula del crucero. Prácticamente la totalidad de los muros, pilastras y bóvedas se encuentran decoradas con esgrafiados, consistente en un revoque en blanco con formas vegetales sobre un fondo azul oscuro. La fachada principal está estructurada en dos grandes cuerpos, superior e inferior y rematada con frontón curvo. El elemento más sobresaliente es la torre. Se levanta sobre una base cuadrada de cinco metros de lado alcanzando una altura de treinta y dos metros. De planta cuadrada los dos primeros cuerpos y octogonal el tercero, con suaves transiciones de la planta cuadrada a la octogonal. La torre, excepto la parte superior del lado nordeste mutilada durante la guerra, se conserva íntegra. Desde este punto una calle conduce de manera directa hasta el punto inicial de la visita guiada, el Arco de la Villa.

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