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Comunidad de Teruel FINES DE SEMANA

Río Ebrón, un pequeño río de gran belleza

El río Ebrón en un pequeño afluente del río Turia en cuyos inicios recorre tierras turolenses. Entre las localidades de Tormón y El Cuervo ha creado espectaculares hoces y estrechos, poco antes de tomar dirección al Rincón de Ademuz. Un entorno natural de gran belleza que se completa con el paisaje de rodeno, marcado por las huellas prehistóricas en forma de pinturas rupestres.
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La ruta más directa para alcanzar la cuenca del río Ebrón parte de la ciudad de Teruel. Abandonando la autovía mudéjar por la salida situada más al norte se toma la carretera regional que conduce a San Blas. Catorce kilómetros después hay que coger una carretera local que se estrecha y asciende un pequeño puerto de montaña rodeado de un denso pinar. Una vez recorridos diecisiete kilómetros por esta carretera de montaña parte el desvío que conducirá a El Cuervo. Campos de almendros salpican un paisaje mucho más abierto. En descenso al valle del río Ebrón se atraviesa la pequeña aldea de Cuesta del Rato, perteneciente al Rincón de Ademuz. Poco después parte la carretera que conduce al pintoresco pueblo turolense.

Por la mañana se propone descubrir los Estrechos del Río Ebrón, uno de los recorridos fluviales más bonitos de Aragón. El camino tradicional entre las localidades de El Cuervo y Tormón ha sido recuperado como itinerario turístico. Bordeando la población se alcanza el merendero de Los Chorros. Desde este punto parte una pista asfaltada rodeada de huertas regadas mediante pequeños manantiales y por pequeñas acequias cuyas aguas son derivadas del río gracias a pequeños azudes. Cuando comienza el trazado de tierra se recomienda dejar el vehículo en un pequeño ensache.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 45 min (ida)

100 m

fácil

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La pista avanza en paralelo al río durante poco más de dos kilómetros de agradable camino que se recorre en media hora. Se alcanza entonces el merendero del Pozo de la Olla. A partir de aquí una senda se interna en el desfiladero. Unas escaleras talladas en la roca sirven de comienzo y poco más adelante comienzan los numerosos puentes que irán trasladando de una orilla a otra. El valle se va cerrando dejando sin espacio a las huertas y el río se acompaña de pequeñas praderas salpicadas de vegetación. Un cuarto de hora después se alcanza la zona más angosta y atractiva del recorrido. Unas pasarelas metálicas adosadas a la roca son necesarias para continuar. Las aguas cristalinas ocupan todo el espacio entre las paredes rocosas. El valle se abre poco después de un pequeño salto, tras atravesar un puente rodeado de juncales. Se alcanza el último puente y después de tres cuartos de hora la senda deja el río.

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Comienza un suave ascenso por una pradera salpicada de enebros. Media hora después se avista un estrecho donde se encuentra el puente natural de Fonseca. Un sendero en fuerte descenso alcanza el cauce desde donde se puede disfrutar en toda su magnitud de esta curiosidad natural. El río discurre entre dos paredes rocosas entre las cuales se han ido depositando los minerales disueltos por el agua, formado roca toba y uniendo en altura ambas márgenes. Diez minutos en total son necesarios para recorrer este desvío. Volviendo a la senda principal rápidamente se alcanza la parte alta del puente, la cual se puede atravesar sin problemas debido a su amplitud y solidez. En la otra margen, aguas arriba una senda permite divisar desde otro ángulo esta curiosa formación natural. En la caminata se habrán invertido en total una hora y tres cuartos de ida, con lo que habrá que preveer el tiempo de vuelta.

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Tras el recorrido senderista de la mañana se propone una tranquila tarde en la localidad de El Cuervo. Su casco urbano, que se adapta a la topografía del terreno, cuenta con dos plazoletas. En una de ellas se alza una gran olma de unos doscientos años de edad. A escasos metros está la plaza mayor, donde se sitúa el ayuntamiento. Frente a él un portalón sirve de acceso a la iglesia de la Asunción, fábrica de mampostería del siglo XVII. Su sólida torre de mampostería y cantería se remata con chapitel apuntado. Es recomendable ascender a la elevación donde estuvo situado el castillo de Lo Corbo, del que apenas quedan restos. Este lugar es un expléndido mirador del valle del Ebrón, así como del casco urbano.

Volviendo a la vega, junto a las instalaciones deportivas se alza un bar y un merendero. Allí se encuentran Los Chorros, donde mana el agua en forma de unas escorrenterías ofreciendo un bonito rincón. Si todavía quedan ganas y tiempo puede realizarse un sencillo paseo por los alrededores que recorre un sendero botánico. La abundante sombra acompaña el recorrido, jalonado por paneles informativos que ilustran la variedad de la vegetación de ribera que acompaña al río Ebrón. Una media hora de recorrido que sirven para deleitar y completar la visita a este bello entorno natural.

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Para el domingo se propone visitar la cabecera del río. Para ello es necesario desplazarse hasta la localidad de Tormón. Mientras se desciende hacia el valle se avista el casco urbano junto a la llamativa formación rocosa que lo acompaña. Del antiguo castillo que alojaba sólo resta parte de su torre. La carretera pasa por la parte baja, donde se encuentra la iglesia de la Natividad. Es una obra de mampostería datada en el año 1641. Su torre se compone se culmina con un cuerpo octogonal y chapitel de teja vidriada. Ascendiendo por las estrechas calles se toma dirección a la ermita de San Cristóbal, junto al cementerio. Un pequeño paseo que permite alcanzar un mirador con una preciosa vista de la localidad, con las casas bajo el castillo, y la vega del río Ebrón.

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A unos setecientos metros de la localidad tomando la carretera que conduce a Alobras, parte una senda señalizada que conduce al antiguo molino harinero. Los edificios que antaño sirvieron para la molienda y para producir electricidad a la localidad se encuentran en ruina. En la parte trasera el río Ebrón conforma un precioso rincón gracias a la cascada de Calicanto.

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La mañana puede completarse con la visita al conjunto de pinturas rupestres situadas en el Prado del Tormón. A cuatro kilómetros de distancia en dirección a Teruel parte la pista que conduce a un área recreativa junto a una caseta forestal. A su alrededor destaca el paisaje  de rodeno compuesto por piedras de arenisca y el pino rodeno, caracterizados por su color rojizo. Un paseo de un kilómetro de distancia total permite disfrutar del entorno natural con la escusa de visitar los abrigos de pinturas rupestres, integradas en el Parque Cultural de Albarracín. El conjunto está formado por pinturas realizadas en el Neolítico, con una antigüedad de 4.500 a 7.000 años. Se trata de cuatro puntos donde la mano del hombre dejó su huella y que están protegidos por cercas metálicas. Paneles de interpretación y dibujos facilitan su localización, aunque a veces es algo complicado. Los dos ramales del recorrido terminan en sendos miradores desde los cuales se puede completar la visita al espectacular paisaje de rodeno.

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Por la tarde, y ya de vuelta, se puede hacer un alto en las inmediaciones de Rubiales. Junto al cruce de acceso a la localidad está señalizado el acceso a la balsa del Pinar. Se trata de una pequeña laguna en forma de cubeta de carácter endorréico. Sus aportes son únicamente de lluvia con lo que sus dimensiones varían notablemente, pero cuando está llena puede alcanzar un diámetro de 250 metros. El verde la pradera salpicado de pinos de rodeno, enebros, sabinas y alguna carrasca forma un paisaje de gran belleza.

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FINES DE SEMANA Somontano de Barbastro

Cañón del río Vero, naturaleza y arte en estado puro

El tramo más abrupto del cañón del Río Vero se descubre realizando uno de los descensos barranquistas más conocidos de la Sierra de Guara. Sin embargo en sus inmediaciones también se puede descubrir de manera sencilla una naturaleza agreste, en la cual queda la impronta humana del arte rupestre llevado a cabo hace miles de años.
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Para comenzar el fin de semana se toma dirección a la pequeña localidad de Lecina. A 13 kilómetros de distancia de Colungo aparece junto a la carretera un amplio aparcamiento de tierra. Este punto sirve de aproximación al Molino de Lecina, primer objetivo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

20 min (ida)

50 m

baja

Y también puede realizarse la caminata completa hasta la Ermita de San Martín.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 15 min (ida)

100 m

baja

mapa_molinodelecina

En cinco minutos bajando se alcanza el río, el cual se atraviesa por un puente. A la derecha, en otros cinco minutos se encuentra la fuente de Lecina. Se trata de una surgencia, en la cual mana abundante agua, tanto que durante el estiaje prácticamente se puede considerar como el nacimiento del río Vero ya que aguas arriba éste discurre seco. Volviendo al puente la senda continua por la margen derecha del río, en cuyo trazado se disfruta de excelentes vistas del río formando un pequeño cañón. Poco después un desvío conduce directamente al molino ya visible junto al cauce. De camino se puede uno aproximar a la presa de la cual tomaba el agua para su funcionamiento. Más abajo el molino en ruinas se emplaza en un rincón de gran belleza natural, con el río custodiado por paredes rocosas de gran altura.

Se puede alargar el paseo continuando por la misma senda que conduce río abajo a la ermita de San Martín. La senda asciende hasta una pequeña faja que ofrece amplias vistas del cañón. Tras atravesar un collado comienza el descenso hasta el cauce, el cual es necesario atravesar en cuatro ocasiones. Hay que prever esta circunstancia y elegir para este segundo tramo la época estival y el calzado adecuado. La vegetación en el fondo del barranco es abundante y se avanza hasta alcanzar el Barranco de La Choca, de grandes dimensiones. Poco antes de alcanzar el exiguo cauce que discurre por el fondo, un cartel indica la dirección de la Ermita de San Martín. Se trata de una sencilla construcción románica adosada a la roca, lugar ideal para el descanso. Hasta este punto hay una distancia de una hora y cuarto desde el aparcamiento.

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Para completar el resto de la mañana se sugiere la visita a la encantadora localidad de Lecina. A pesar de su pequeño tamaño guarda un conjunto urbano pintoresco. Antes de entrar a la localidad hay un aparcamiento. A escasa distancia está la plaza, con la iglesia, una oficina de turismo y varias casas interesantes. Desde este punto merece la pena un paseo por la calle principal, en la cual destacan sus casas de piedra con decoración en ventanas y puertas, con bellas chimeneas despuntando de los tejados. Finalmente, a unos cinco minutos del casco urbano es imprescindible la visita a la Carrasca de Lecina, un ejemplar majestuoso de 16 metros de altura cuyas dimensiones son imposibles de describir. Lo mejor es introducirse bajo ella y disfrutar de su acogedora sombra.

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Después de disfrutar de la naturaleza salvaje del río Vero, la tarde se presenta mucho más tranquila con la visita a la localidad de Colungo. Un pequeño paseo por las calles del lugar nos muestra una arquitectura típica del somontano, con fachadas de ladrillo o encaladas y portadas de arco de medio punto decoradas. Al fondo se encuentra la iglesia parroquial en una replazoleta.

En la carretera se emplaza el mesón de Colungo, y junto a él parte la calle que lleva al Centro de Arte Rupestre del Río Vero.  Su visita es imprescindible para realizar un viaje por la prehistoria del entorno del río Vero. Se trata de un legado excepcional compuesto por más de sesenta abrigos con pinturas rupestres. Está compuesto por un museo con dos salas en las que se muestra el arte rupestre integrado en la zona, a través de pequeños audiovisuales y reproducciones de utensilios. En el exterior un pequeño parque arqueológico cuenta con reproducciones de cabañas neolíticas y construcciones funerarias. La visita se culmina con la visita del Espacio Cueva Fuente del Trucho. Una gran sala expositiva muestra como elemento principal una gran fotografía del interior de la cueva, así como otros espacios que recrean la vida cotidiana de las gentes que la habitaron. También se organizan visitas guiadas a los abrigos más importantes, en las cuales se pueden observar las pinturas de cerca y con la explicación de las mismas. Si encajan con la propuesta del fin de semana es recomendable esta opción para la visita de las más importantes, los abrigos del Tozal de Mallata.

En la mañana del domingo se propone de nuevo el acercamiento al río Vero. Se toma la misma carretera que el día anterior. Como el plan de la mañana es más tranquilo se recomienda de camino hacer una parada en el barranco de Fornocal, situado entre las localidades de Colungo y Asque. El puente atraviesa este imponente barranco de paredes rocosas. Continuando por la misma carretera, a poco más de 11 kilómetros de Colungo aparece indicado un aparcamiento situado a la izquierda. Desde este punto se alcanza en unos minutos uno de los mejores miradores del barranco del río Vero, impresionante tajo cuyas paredes están salpicadas de singulares oquedades producto de la erosión. La vista corresponde al tramo de la caminata situada entre el molino de Lecina y el barranco de la Choca, mostrando en toda su magnitud este imponente paisaje.

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Desde el aparcamiento también parte el recorrido que conduce a los Abrigos del Tozal de Mallata.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

45 min (ida)

100 m

baja

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Una senda de suave pendiente alcanza un cruce tras media hora de recorrido. Poco más adelante se alcanza el borde del desfiladero del río Vero. Para acceder al primer abrigo es necesario descender por escaleras verticales, perfectamente acondicionadas para la visita pero que seguro impresionan al visitante. El primer abrigo se encuentra en uno de los covachos más grandes, colgado en la parte alta de las paredes que bordean el barranco. Un lugar espectacular para la contemplación del paisaje. Las pinturas están protegidas por rejas y debido a su ubicación complican su observación.

Corresponden a la etapa del Neolítico y de la Edad de los Metales, entre los años 5.000 y el 1.500 a. C. En sus paredes destacan escenas con ciervos, figuras de antropomorfos, además de signos lineales, circulares y cruciformes. Tras la visita de este espectacular enclave, es necesario volver a la repisa superior. A escasa distancia, pero también marcado por una ubicación al filo de los acantilados se encuentra el segundo abrigo. De nuevo es imprescindible el descenso vertical, que gracias al equipamiento reduce al mínimo el riesgo para el visitante. Este abrigo de menores dimensiones permite la observación más fácil de las pinturas a través de la reja debido a su cercanía. En esta ocasión destaca una escena formada por trece personas que llevan peinados destacados, mientras que otra escena perfectamente visible es la formada por unos signos ramiformes.

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Como final de la propuesta del fin de semana se puede visitar el Puente de la Albarda el domingo por la tarde. Volviendo en dirección a Barbastro, justo antes de la incorporación a la carretera regional se puede parar junto al puente situado a escasos metros. Se compone de un gran arco de 8,5 metros de altura y 19 metros de luz. De fina y esbelta silueta, tiene dos acusadas rampas con una anchura inferior a los dos metros provistas de pretiles.

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