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Luesia y Biel, a los pies de la Sierra de Santo Domingo

Al norte de las Cinco Villas se localizan dos pintorescos pueblos que conservan en su casco urbano la esencia de su riqueza patrimonial de antaño. Su ubicación, a los pies de la Sierra de Santo Domingo, ofrece al visitante un añadido paisajístico a la visita. En sus faldas nacen los ríos Arba de Luesia y Arba de Biel. El enclave natural más conocido y valorado es el pozo de Pigalo.
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Para acceder a esta zona es necesario encaminarse a la capital de la comarca de las Cinco Villas, Ejea de los Caballeros. A esta villa se puede llegar provenientes de la carretera de Logroño, desde Alagón. También es posible la aproximación desde la autovía mudéjar, partiendo del entorno de Zuera.

Al norte de la capital cincovillesa parte una carretera de montaña. Aunque en su tramo inicial discurre cerca el río Arba de Luesia, después de atravesar la localidad de Rivas sigue el curso de uno de sus afluentes, el río Farasdués o Agonía. Tras recorrer unos veinte kilómetros aparece el desvío al pequeño enclave de Asín. Es recomendable dejar el vehículo a la entrada, junto a las antiguas escuelas. Un paseo por sus calles ofrece al visitante bellas muestras de arquitectura civil, con portadas y ventanas decoradas. Se concentran principalmente a lo largo de su calle mayor. En la parte alta del núcleo se alza la iglesia de Santa María. La construcción románica data del siglo XIII. Destaca por el gran volumen de su ábside semicircular. La puerta de acceso, de arco de medio punto, ofrece en el tímpano un crismón rodeado de estrellas y flores. Sobre el tejado se alzan dos espadañas donde se alojan las campanas. Abandonando la calle principal se alcanza en unos minutos la fuente vieja. Enclavada en un bello rincón con abundante sombra situado a los pies de un puente reconstruido hace un siglo. Entre sus sillares se conserva una inscripción romana.

Detalle de la portada de la Iglesia de Santa María de la población de Asín.

Retomando la carretera y surcando el frondoso valle se alcanza la población de Luesia en diez kilómetros más de ruta. El asentamiento actual es de origen musulmán, citado como Hisn Lawassa, en referencia a la fortaleza árabe. De manera temprana pasó a manos cristianas convirtiéndose en Lusia. En la travesía de la carretera se emplaza la oficina de turismo, punto de partida para la visita. Desde allí lo primero es acudir a la iglesia de San Esteban, emplazada en un montículo. El edificio alberga en su interior el museo de arte sacro de la localidad. La nave conserva su estructura románica, dividida por arcos fajones sobre columnas con capiteles de decoración floral. El presbiterio se cubre con bóveda de cuarto de esfera. En la capilla barroca del Santo Cristo se conserva la antigua portada románica. En cuanto al museo, cuenta con retablos, imágenes religiosas y orfebrería procedentes de las tres iglesias con que cuenta la localidad. Desde este punto se desciende hasta la calle del Burgo, como se conoce la arteria principal. En ella se abre la plaza mayor y más adelante la plaza de la Villa, donde está el edificio del ayuntamiento. Se trata de un palacio renacentista aragonés del siglo XVI. Su fachada cuenta con tres plantas separadas por molduras. La baja con el acceso de arco de medio punto, la noble con vanos adintelados y la superior con galería de arcos de medio punto bajo el alero de madera.

Fachada del ayuntamiento de Luesia.

Desde este lugar arranca la calle de San Pedro en dirección al castillo. En este sector se levantaron viviendas que denotan el esplendor arquitectónico de los siglos XVI y XVII. Palacios con bellas portadas y ventanas, escudos heráldicos y bonitos aleros. En la parte más alta del pueblo se emplaza la iglesia de San Salvador. De su fábrica románica se conservan al exterior dos ábsides semicirculares de gran altura y una portada en desuso junto al escalinata de acceso. Dentro del pórtico sorprende la portada principal. Cuatro arquivoltas de medio punto y capiteles historiados se completan con un tímpano donde aparece Cristo rodeado por los evangelistas. Bordeando la iglesia se puede avistar la imponente fortaleza del siglo XII, sin restos de la etapa musulmana. El elemento más importante es la torre pentagonal que se yergue sobre un promontorio rocoso. En el lado opuesto del montículo se levantaba otra torre de la que sólo quedan los cimientos.

Vista de la población de Luesia desde la ermita de la Virgen del Puyal.

Un poco más adelante, ligeramente separada del pueblo, está la ermita de la Virgen del Puyal. Mandada construir por Jaime I en el siglo XIII, sólo resta de esta etapa la cabecera. El resto fue levantado entre los siglos XIV y XVIII. Su nave se cubre con arcos apuntados y la portada se cubre con un gran arco de medio punto con una torre en un costado. Su virgen, una talla de alabastro del siglo XV, es de gran devoción entre los vecinos.

Tras la visita al casco urbano ahora toca descubrir el entorno natural que atesora en su término municipal. Al salir el pueblo se toma dirección a Uncastillo. Un poco más adelante parte una pista de tierra en buen estado. Poco a poco se aproxima al cauce del río Arba de Luesia. A los seis kilómetros y medio, junto a un antiguo molino, parte un desvío a mano izquierda. Otra pista que conduce en menos de tres kilómetros hasta la base de las Torres de Sibirana. Para acercarse se toma un poco más adelante un camino a mano derecha. Se trata de una fortaleza defensiva imponente. Disputada entre musulmanes y cristianos, la fábrica actual data de finales del siglo XI. Consta de dos torres de planta rectangular encaramadas sobre unos riscos de acceso muy complicado. Enfrente se alzan los restos de la ermita románica de Santa Quiteria. A pesar de su estado todavía conserva la portada coronada con un crismón trinitario y la nave rematada con ábside semicircular.  

Torres de Sibirana.

Es necesario volver al cruce anterior para alcanzar uno de los iconos por los que es conocida Luesia, el Pozo de Pigalo. Lugar muy frecuentado de baño durante el verano, el resto del año ofrece todo su potencial natural. Desde el punto anterior, hay un kilómetro de distancia hasta el aparcamiento de vehículos. Cerca se encuentra el paraje, una piscina natural de aguas cristalinas y de gran profundidad. El río Arba de Luesia vierte el agua mediante una pequeña cascada. A la salida un gran escarpe calcáreo se introduce en el fondo de la poza y sobresale por uno de los extremos a modo de muralla natural escalonada. Su entorno es de gran belleza, con el cauce surcando un frondoso valle. A su alrededor dispone de un área recreativa y un camping.

Vista del Pozo de Pigalo.

Para la tarde se propone ascender hasta uno de los mejores miradores del municipio. Volviendo a las inmediaciones de Luesia, parte un camino asfaltado que conduce al campo de fútbol. A partir de este punto se convierte en una pista que atraviesa una masa forestal formada por robles, carrascas y pinares. En las zonas de umbría también surgen rodales de hayedos que se alternan con pastizales. Finalmente la vegetación va disminuyendo y las vistas se van abriendo. Se alcanza la cumbre, Puig Moné, a 1.303 metros de altitud. Allí se ubica un refugio forestal. Al norte, en primer plano, se avista la Sierra de Santo Domingo y tras ella la cordillera pirenaica. Al sur se puede divisar la Sierra de Guara e incluso el Moncayo en días claros. Y al oeste, a los pies, el valle formado por el río Arba de Luesia.

Vista desde Puig Moné en dirección al norte, con la Sierra de Santo Domingo.

Para continuar con la excursión se toma la carretera que conduce a Biel, una vez recorridos quince kilómetros. Lo primero que se divisa es la figura de su castillo, uno de los atractivos de esta pintoresca localidad. En la entrada de la población, frente a una fuente, parte una calle ascendente y sinuosa que deja a los pies de la iglesia de San Martín, construcción adosada a la fortaleza defensiva. La actual construcción se debe a una reforma del siglo XVI. Al exterior sus muros se engalanan con una galería de arquillos en su parte alta. El acceso principal se encuentra en un lateral, entre dos contrafuertes. Su interior consta de una nave cubierta con bóveda de crucería que se culmina con cabecera poligonal. A los pies se levanta el coro, que se apoya sobre una preciosa bóveda nervada. Entre los elementos de interés está el retablo mayor y la cripta románica descubierta tras la restauración integral del edificio.

Vista de Biel, con la torre y la iglesia de San Martín en el centro.

En el lado opuesto se alza su castillo mandado construir por el rey Sancho III El Mayor. La actual fábrica data de la segunda mitad del siglo XI. Su estructura responde a un donjón, construcción de influencia europea que consta de una torre del homenaje destinada a vivienda, rodeada de un pequeño recinto defensivo ya desaparecido. La torre de grandes dimensiones se asienta sobre la roca y alcanza una altura de 30 metros. En la actualidad se cubre con un tejado a cuatro aguas. Cuenta con cinco plantas, con una superficie de más de cien metros cuadrados cada una de ellas. En sus muros se abren abundantes saeteras, ventanas estrechas adecuadas a su carácter defensivo. En el siglo XVI se produjo una reforma en la cual se abrieron grandes ventanales. En la parte superior se abren huecos que permitían el acceso a cadalsos individuales. Se trataba de estructuras de madera, salientes respecto a torre, destinadas a la defensa de la fortaleza.

La visita a la localidad se complementa con un paseo por sus calles. Desde la entrada parte una calle mayor. A mitad de la misma un pasarela de madera conecta dos casas, una de ellas Casa Pelaire. Un poco más adelante surge la plaza Baja, con uno de los edificios más singulares del pueblo. Casa Manolete destaca por el porche en su parte baja y la galería de madera sobre el mismo. Esta plaza era el lugar de encuentro entre cristianos y judíos. Contó con una de las juderías más importantes de Aragón, llegando a aglutinar a la mitad de la población del núcleo. Los judíos llegaron en el siglo XI, organizándose como aljama o concejo en la segunda mitad del siglo XIII. Con el edicto de expulsión de 1492 se vieron obligados a emigrar, aunque muchos se convirtieron al cristianismo. Un recorrido señalizado por las calles que acogían casi un centenar de viviendas permite evocar el pasado. En la margen contraria al castillo, en paralelo a la calle mayor, discurren otros viales entre los cuales destacan bellos ejemplos de su rica arquitectura civil. Entre ellos Casa Fuertes, que luce portada con dovelas cajeadas y decoradas con motivos geométricos. Y un poco más adelante aparece la casa de la Villa, uno de tantos edificios civiles relevantes de la población. Descendiendo por la calle San Juan se llega al comienzo del recorrido, en la entrada de la localidad.

Calle Mayor de la localidad de Biel. En primer plano Casa Pelaire.
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Valdonsella, un valle de osos y lobos

El valle de Onsella, conocido históricamente como Valdonsella, está ubicado en el límite norte de la provincia de Zaragoza. Su nombre hace referencia a la existencia de osos en el pasado.  El valle se descuelga de la Sierra de Santo Domingo discurriendo en dirección este-oeste. Sus pequeños pueblos conservan una arquitectura tradicional bien conservada, con elementos sobresalientes como el torreón de Navardún y las casas nobiliarias de Longás.
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El acceso natural a este pequeño valle es la localidad de Sos del Rey Católico, una de la Cinco Villas, que tomó el apellido de su hijo más ilustre. Hasta este enclave se accede por la carretera que vertebra la comarca de sur a norte partiendo del valle del Ebro desde Gallur o Alagón. Una vez rodeado el promontorio donde se alza Sos, en ocho kilómetros se alcanza la puerta de la Valdonsella.

El casco urbano de Navardún se asienta en una vaguada, salvaguardada por la torre del antiguo castillo. El acceso conduce directamente a la plaza principal, donde alza el ayuntamiento. El histórico edificio luce un magnífico escudo fechado en 1690. Se trata de un palacio aragonés con arco de medio punto y en la última planta alberga una galería de huecos rectangulares. Un paseo por sus calles descubre una cuidada arquitectura con fachadas de piedra, a la vez que se observan los restos de fustes y capiteles del patio de armas del castillo. En la parte alta está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción de principios del siglo XII.

Ante una bella plaza se alza su portada escoltada por columnas lisas y capiteles con decoración de hojas, con una banda de ajedrezado alrededor. Completan el conjunto el ábside románico y la espadaña a los pies.

El punto de mayor interés de la población es el castillo. Se accede una vez rebasado el casco urbano, mediante un pequeño ramal. Estuvo compuesto por distintas dependencias en torno a un patio de armas, del cual sólo se conserva la planta. En uno de los costados se alza la torre del Homenaje. Se trata de una de las más voluminosas de este tipo en Aragón, con una altura de 26 metros. Se accede a través de una puerta elevada que deja en la parte señorial. De sus cuatro plantas, la más baja sirvió como almacén. El resto de las plantas se cubrían con techumbres planas de madera. En la planta noble se abren ventanas ajimezadas de arco apuntado, además de una letrina. Se puede acceder a la terraza almenada, con excelentes vistas de la localidad y de todos los alrededores.

Poco más adelante es necesario tomar la carretera que acompaña al río Onsella. Encaramadas al valle se alzan las casas y la iglesia de Isuerre. Esta pequeña población cuenta con un magnífico mirador desde la plaza mayor y la iglesia de San Esteban, obra románica reformada posteriormente. Un paseo desde la parte trasera de la iglesia alcanza una recoleta plaza que conserva la esencia de la arquitectura típica de la zona, que cuidan con mimo sus habitantes. Otras dos portadas en el resto del pueblo atestiguan la nobleza de sus antiguos dueños.

A poco más de tres kilómetros se asienta otra pequeña población de la Valdonsella. Un desvío conduce a Lobera de Onsella. Su topónimo hace referencia a los lobos que poblaron antaño esta zona. En el centro se abre la plaza principal, un espacio amplio del cual parten buena parte de las calles del pueblo. Una calle con escalinata ofrece la visión del ayuntamiento y la torre de la iglesia ubicados en la parte alta. Cerca de la plaza destaca la casa Plano, que luce una excelente portada rematada con frontón y pináculos. La puerta cuenta con columnas achaflanadas a ambos lados. Un pequeño paseo servirá para saborear la cuidada arquitectura popular de su casco urbano.

La carretera que discurre por el valle llega a su fin en Longás. Se trata de uno de los pueblos más pintorescos de la ruta. Recibe al visitante la calle principal flanqueada por un conjunto de casas señoriales de piedra con grandes portalones y bellas ventanas geminadas. Un poco más arriba está la iglesia de Santa María, obra del siglo XVI. Sobresale su torre de planta cuadrada, singular por la torreta adosada que contiene la escalera de caracol de acceso. Merece la pena un paseo pausado por sus calles donde sorprende una arquitectura civil sobresaliente para una población tan pequeña.

Para culminar la excursión se propone coronar la Sierra de Santo Domingo mediante una pista que parte a la entrada del pueblo. Se encarama por la ladera salpicada de bojes y aliagas, ascendiendo fuerte mediante continuas lazadas. Tras este primer repecho se alcanza una gran llanura surcada por campos de cultivo. Más adelante el trayecto se adentra en una zona con más arbolado, donde predomina el pinar acompañado de abundantes hayas y serbales blancos. Se alcanza el Portillón de Longás, situado a 1.235 metros, tras despejarse la vegetación. La conforma una abertura en la cresta rocosa, la cual permite la conexión con Biel y Fuencalderas. Antiguamente este paso servía para controlar el número de cabezas de ganado que lo atravesaban.

TIEMPODESNIVELDIFICULTAD
50´ (ida)300 metrosfácil

La pista continúa hacia el punto más alto de la sierra. Este trayecto puede realizarse por un sendero que parte de la pista a escasa distancia del portilllón. Hayas, bojes, acebos y otras especies cubren por completo la umbría a lo largo de casi media hora de ascensión. Arriba se alternan progresivamente algunos pastizales hasta desembocar de nuevo en la pista para emprender el tramo final. Un amplio pastizal en forma de vaguada sirve de cobijo a la ermita de Santo Domingo.

Una sencilla fábrica rectangular de piedra, con tejado formado por amplias losetas. A mano derecha, rodeada de masas de boj está el Pico de Santo Domingo, coronado por el punto geodésico, a 1.524 metros de altitud. Desde este punto se divisa perfectamente la vertiente sur, con las crestas rocosas de la sierra, el Puig Moné y al fondo el Moncayo. En el lado opuesto a la ermita se alza otra elevación donde un panel de interpretación permite identificar todas las cumbres pirenaicas visibles desde este magnífico mirador. El descenso puede realizarse directamente por la pista hasta alcanzar de nuevo el portillón.

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La Bardena Aragonesa, la gran desconocida

A la sombra de las Bardenas Reales, en Aragón está la Bardena Aragonesa, un territorio de unas 10.000 hectáreas. Abarca parte de los términos municipales de Ejea de los Caballeros, Tauste y Sádaba en frontera con Navarra. Un espacio natural de gran interés ecológico que combina la estepa, densos bosques, barrancos y cortados rocosos. La zona central, conocida como Bardena Negra, debe su nombre al color oscuro del pino carrasco.
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Para acceder a la Bardena Aragonesa es necesario tomar dirección a Ejea de los Caballeros, capital de la comarca de las Cinco Villas. Bordeando la población por la variante, en una rotonda parte la carretera comarcal en dirección a Tudela. A unos 13 kilómetros se alcanza Valareña, uno de los pueblos de colonización con los que cuenta la zona. La carretera escoltada por zonas verdes, divide al pueblo en dos mitades. A la derecha una de las calles conduce a la plaza donde se ubica la iglesia parroquial. Cerca de ella, ya casi a las afueras de la población, están las antiguas escuelas. Su interior acoge en la actualidad el Centro de Visitantes de la Bardena Aragonesa. Un lugar que cuenta con toda la información sobre los itinerarios señalizados para recorrer a pie o en bicicleta de este espacio natural. Y donde también se explica su formación geológica, así como las especies de flora y fauna que allí habitan.

Retomando la carretera se conduce en dirección a Navarra. A unos cuatro kilómetros de la población, y tras cruzar la acequia de las Cinco Villas, se coge un amplio camino a mano izquierda. Al inicio del recorrido se pasa cerca del refugio de Goya, y más tarde del refugio de Florián. Tras un giro brusco a la derecha, frente a la caseta forestal, el trazado se introduce poco a poco en una val rodeada de laderas arboladas. En el punto kilométrico 6,4 de la pista debe detenerse el vehículo, en un cruce de caminos. Tomando la pista de la izquierda se inicia el recorrido conocido como el Sendero de la Negra.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

2 h

225 metros

fácil

Se trata de un recorrido circular de poco más de seis kilómetros que pasa por quince paradas señalizadas. En su primer tramo se camina por la pista, en paralelo al Barranco de Juan Ramón. En unos diez minutos se alcanza la pequeña Balsa de Capuchinos. A su izquierda arranca un sendero señalizado con un hito. Se recorre el fondo del Barranco de Capuchinos, rodeado de abundante vegetación, hasta alcanzar la Plana de Cazuelas. Este paraje está cubierto por campos de cereal. Bordeando el campo se alcanza una pista. El recorrido avanza por ella hacia la izquierda. Poco más adelante, a mano derecha, de nuevo se retoma el sendero junto al cartel indicador de la Facera de Capuchinos. Comienza el ascenso por la empinada Ladera del Modrollar. El denso pinar que lo cubre permite amplias vistas a medida que se asciende. En el tramo final se pasa bajo la Ralla del Modrollar, una pared rocosa a cuyos pies discurre la senda. En esta zona estas formaciones geológicas son conocidas como rallas. Sólo resta un pequeño ascenso para llegar a la parte alta, donde se alcanza una pista. A corta distancia a la izquierda se emplaza la Punta de la Negra, con el punto geodésico que marca los 648 metros de altitud. Hasta este punto se habrá invertido una hora de tiempo. Se trata de un lugar excepcional por sus vistas sobre la Bardena Negra. El paisaje se completa con grandes llanuras dedicadas al cultivo delimitadas por el perfil montañoso de las cordilleras prepirenaicas y como telón de fondo los Pirineos.

Se inicia el descenso por la pronunciada ladera, y en menos de diez minutos se pasa por el lugar más atractivo del recorrido. La Ralla de la Negra es una gran pared rocosa, con marcados estratos horizontales. A sus pies, el paisaje de suaves desniveles se tapiza con un denso bosque de pino carrasco.

Un poco más abajo se atraviesa el Pinar Viejo. La senda desemboca en una pista junto al Pastizal del Andador. Se continúa por la derecha. A escasa distancia el camino se bifurca y se avanza por la izquierda. Sin alcanzar la Caseta de Juan Ramón se continúa por la pista principal. A menos de cien metros es necesario tomar un camino que aparece a la derecha, señalizado con el cartel de Plaza del Pilar. Tras recorrer un tramo de pista con vegetación mucho más abierta, un hito marca de nuevo un desvío a mano izquierda. El sendero desciende por el barranco del Varellón Oscuro y sale a una zona de cárcavas, curiosas formaciones del paisaje erosionado. A escasos metros discurre la pista, cerca del punto de inicio de la ruta, tras dos horas de caminata.

Para la tarde se propone una visión diferente del entorno de la Bardena Aragonesa. Al Santuario de Sancho Abarca se accede desde la población de Tauste, otra de las cinco villas que dan nombre a la comarca. Una carretera conduce desde la localidad al pueblo de colonización de Sancho Abarca. Antes de alcanzarlo nace una pista señalizada a mano izquierda en dirección al santuario. Tras atravesar la acequia de las Cinco Villas, se convierte en un camino de tierra en buen estado y comienza el sinuoso ascenso al promontorio visible desde las bajas Cinco Villas y el valle del Ebro. Al final se alcanza la plana que supera los seiscientos metros de altura, en la que se situa el santuario, lindando ya con tierras navarras. Su origen se basa en el emplazamiento del castillo de Sancho Abarca, levantado por Sancho Garcés Abarca en el siglo XI. Este enclave estratégico ya fue utilizado con anterioridad como avanzadilla contra los musulmanes. Junto a él se alzaba la ermita homónima que honraba la aparición de la virgen. Las obras del santuario se terminaron las obras en el año 1703, que además contaba con hospedería y antiguo hospital. La iglesia está compuesta por una nave, con capillas laterales entre los contrafuertes. El altar está cubierto por una cúpula sobre pechinas. Adosado al santuario se encuentra la antigua hospedería, ahora transformada en un hotel de dos estrellas.

El resto del conjunto lo componen viviendas alineadas que cierran un espacio a modo de gran plaza. En el costado contrario un mirador ofrece excelentes vistas de los alrededores, gracias a lo elevado sobre el terreno circundante. Por ello las vistas del final del valle del Arba, el río Ebro, y el Moncayo proporcionan razones suficientes para visitar esta atalaya natural.

Como complemento a la excursión se puede terminar dando una vuelta por Tauste. Se trata de una población de unos 7.000 habitantes. De origen musulmán, pasó a manos cristianas en 1105 de la mano de Alfonso I El Batallador. Pujante por su ganadería, contó con una cofradía desde el siglo XII y después con la Casa de Ganaderos, institución de gran importancia. Pero también por la agricultura gracias al regadío impulsado por el canal de Tauste puesto en marcha en 1561. En su casco urbano destaca la iglesia de Santa María. Del edificio sobresale la torre, magnífico ejemplo de mudéjar aragonés. De planta octogonal, destaca la decoración en sus muros. En ellos se alternan paños con frisos de esquinillas, arcos mixtilíneos, mallas de cruces y lazos de cuatro. En la parte alta se abren arcos apuntados, y se remata la torre con terraza almenada. En su interior alberga dos magníficos retablos: el mayor, obra renacentista del Gil de Morlanes y Gabriel Yoli, y el retablo que alberga la imagen de la Virgen de Sancho Abarca. En las cercanías se emplaza la plaza de España, centro neurálgico de la población. Una plaza porticada de reciente factura evoca tiempos pretéritos por su estructura a base de porches y fachadas de ladrillo, entre las cuales se encuentra la del ayuntamiento.

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Ejea de los Caballeros, el agua como motor de desarrollo

La capital de las Cinco Villas, con una población que ronda los 16.000 habitantes, constituye uno de los núcleos más poblados de Aragón. Su historia ha estado ligada a la agricultura desde sus orígenes. El momento clave fue la llegada del canal de Bardenas, y el posterior desarrollo industrial ligado a la maquinaria agrícola. La visita se completa con el castillo de Sora, uno de los más espectaculares y desconocidos de nuestra tierra.
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La ruta natural de acceso a las Cinco Villas parte de la ribera Alta del Ebro, pasando por las poblaciones de Alagón o Gallur. Enseguida se rebasa la primera de las villas, Tauste. Remontando el río Arba, cuyo trazado se diluye entre amplios campos de regadío, en poco más de veinte kilómetros se alcanza Ejea de los Caballeros. Sekia, Segia, Egessa, Siya, Exea y Ejea, hasta llegar al topónimo actual. Sus denominaciones marcan la dilatada historia del emplazamiento y los variados pueblos que la han habitado.

La primera parada está situada justo antes de alcanzar el casco urbano. En una rotonda aparecen señalizados la Ciudad del Agua y el Museo Aquagraria. Se trata del museo agrícola más espectacular de España. Cuenta con unas instalaciones amplias y modernas. En su primera parte, mediante pantallas se muestran una serie de vídeos que analizan la influencia del agua en el desarrollo y el progreso humano. En la salas posteriores se analiza la importancia del agua en el progreso social y económico de Ejea de los Caballeros, desde sus orígenes hasta la construcción del canal de las Bardenas. La zona más amplia ofrece al visitante una extensa colección de maquinaria agrícola antigua, desde el arado hasta la tecnología digital. Las reparaciones de las máquinas provenientes del extranjero forjaron una industria muy pujante en la localidad. Un gran número de vehículos todavía se conservan en uso y está permitido a los visitantes más curiosos montar en ellos, con lo que la experiencia se vuelve más atractiva.

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Para comenzar la visita al centro de la localidad, la oficina de turismo es un buen punto de partida. Frente a ella se alza iglesia de San Salvador, la más importante desde el punto de vista artístico. Fue construida entre los siglos XII y el XIII. La portada principal se abre a la plaza que engalana la iglesia. Está compuesta de tres arquivoltas que se apoyan sobre capiteles con decoración animal. El elemento exterior más atractivo es la torre coetánea a la construcción. Ésta presenta planta cuadrada y en la parte alta se remata con matacanes defensivos. En las esquinas luce garitones, y se culmina el conjunto con almenas. Es interesante acceder a su interior a través de la puerta norte, otra bella portada románica. El conjunto restaurado permite ver la evolución arquitectónica de la iglesia, y admirar el magnífico retablo llevado a cabo entre 1438 y 1476, bajo estilo gótico internacional.

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Desde la plaza parte la calle Mediavilla. A lo largo de su trazado se levantan edificios interesantes como la casa del Carlista. Tiene la típica estructura de un palacio renacentista aragonés, con fachada de ladrillo culminada con galería de arcos de medio punto bajo el alero. Más adelante, tras atravesar un arco, se accede a la plaza de España. Se trata un amplio espacio en cuyos costados se abren porches. Desde el extremo contrario por el que se ha accedido una calle estrecha asciende hasta alcanzar la iglesia de Santa María de la Corona. Se sitúa en el lugar más alto de la villa. También fue levantada entre los siglos XII y XIII. La portada románica está en el muro sur, y se protege mediante un pequeño pórtico. Se compone de cuatro arquivoltas decoradas con zigzag y rombos. Las columnas lucen formas estriadas, vegetales y geométricas. La torre tiene un cuerpo de la época románica, al que se le añadieron posteriormente dos más en planta cuadrada y un remate octogonal.

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Paseando por el barrio de la Corona, se alcanza la plaza del Rufián, donde está el centro expositivo La Espiral. En su interior los pequeños espacios se distribuyen alrededor de una espiral descendente, donde se explica toda la historia de Ejea, desde sus orígenes hasta la actualidad. Se trata de un buen lugar para conocer de una manera sencilla y visual la amplia trayectoria histórica de la capital de las Cinco Villas.

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Después de una intensa mañana de visita cultural en Ejea de los Caballeros, para la tarde se propone una opción completamente diferente. Se deja la población en dirección a Zaragoza. En poco más de un kilómetro es necesario tomar la carretera que conduce a Castejón de Valdejasa. Doce kilómetros y medio más tarde parte una pista a mano izquierda que conduce a la paridera del Castillo en unos minutos. Allí debe dejarse el vehículo. Desde este punto un camino de acceso restringido conduce al Castillo de Sora. Un kilómetro y medio de ascenso y se corona la estribación del monte de Sora, donde se asienta la fortaleza. Aunque los orígenes del recinto defensivo datan del siglo XII, en el siglo XVI fue ampliado por el conde de Ribagorza. Está situado en una elevación con defensa natural, y sus cimientos son la propia piedra caliza. Quedan restos de su recinto amurallado, con dos torreones en los extremos, que protegen el lado de más fácil acceso. El elemento más importante es la torre del Homenaje. De doce metros de lado, constaba de tres plantas, aunque sólo se conserva la bóveda de medio cañón que cierra el interior de la torre. En sus muros se abren ventanas arquitrabadas. Además de la espectacular estampa del castillo, desde este enclave se puede divisar las llanuras esteparias de Luna, Erla y Castejón, un motivo más para no dejar de visitar este lugar tan espectacular y desconocido.

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Cinco Villas FINES DE SEMANA

Sádaba y Uncastillo, del romano al románico

Estas dos villas cincovillesas ligadas por el río Riguel aglutinan un patrimonio artístico y arquitectónico muy valioso. Desde el legado romano depositado en el yacimiento de los Bañales y el Mausoleo de los Atilios hasta el magnífico conjunto formado por las seis iglesias románicas de la villa de Uncastillo. A ello se añade el gótico de la iglesia de Santa María de Sádaba.
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Esta propuesta de fin de semana invita a descubrir una parte de la comarca de las Cinco Villas, situada en la zona más occidental de Aragón.  Se accede desde la carretera de Logroño por Alagón o Gallur. Una vez en la capital comarcal, Ejea de los Caballeros, unos veinte kilómetros la separan de Sádaba, una de las villas que da nombre a la comarca. Tras pasar por la oficina de turismo  es recomendable visitar en primer lugar el castillo. Se toma dirección a la imponente fortaleza. La población estuvo en manos navarras durante un corto periodo de tiempo, momento en que Sancho VII el Fuerte construyó el actual castillo, para pasar definitivamente a Aragón en el año 1261. Se trata de un gran edificio de planta cuadrilátera con murallas de gran altura. Cuenta con siete torres almenadas de planta rectangular, cuatro de ellas en las esquinas, el resto integradas en los muros.

El acceso compuesto de arco de medio punto se encuentra flanqueado la torre del Rey y la torre de la Reina. Al atravesarlo un zaguán al descubierto introduce en el patio de armas. Al frente se encuentra la capilla, pequeña estancia cuadrilátera cubierta con bóveda de crucería. Adosadas a los muros norte y oeste se abren dos salas compuestas por dos plantas. Una de ellas se cubría con techumbre a dos aguas sustentada por arcos fajones, y la otra con bóveda de medio cañón.

La torre del Rey, situada en el ángulo suroeste alberga en su interior dos plantas, cubiertas de bóveda de medio cañón apuntado y bóveda de crucería respectivamente. Uno de los atractivos del castillo es poder recorrer el camino de ronda que discurre sobre las murallas, el cual atraviesa las torres mediante pasadizos, y que favorecía la vigilancia del recinto. Ahora sirve como excelente mirador en todas las direcciones para el visitante.

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Se vuelve al casco urbano y se alcanza la iglesia de Santa María, obra gótica tardía consagrada en 1549. A los pies de la fábrica se abre la portada principal, con seis arquivoltas apuntadas enmarcadas por un tímpano que se rodea de un guardapolvo con pináculos. La torre, una de las obras góticas más sobresalientes de todo Aragón, tiene como arranque un gran cuerpo cuadrado, al que se le suceden dos cuerpos octogonales. En el cuerpo superior aparece una galería protegida por una balaustrada.

Además cuenta con arbotantes y pináculos que denotan el marcado estilo gótico. En el interior se compone de una nave de salón bajo bóveda de crucería estrellada. El coro sobresale por su magnífica sillería de madera llevada a cabo en 1667. En una de las capillas que forman el crucero, se conserva la talla del Cristo Marinero, imagen gótica encontrada en las aguas de Canarias por Tiburcio Xinto en el año 1503. Este capitán de la Marina quiso donarla a su localidad natal y su deseo fue concedido por Carlos V.

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Ante el acceso se abre la plaza Aragón donde se alza también el ayuntamiento, de reciente factura pero siguiendo los cánones de la arquitectura tradicional aragonesa. Un paseo por las calles de la población permite descubrir un buen número de edificios civiles interesantes como la Casa Cortés. Su fachada de piedra de sillar se trunca con la tradicional galería de arquillos doblados en ladrillo.

Para la tarde se propone descubrir el pasado romano de la zona. Tomando la carretera que conduce a Uncastillo, a dos kilómetros parte una pista señalizada a la izquierda que lleva al Mausoleo de los Atilios. Se trata de un sepulcro romano mandado construir por Atilia Festa para depositar los restos de su padre y su abuelo. Fue llevado a cabo entre el año 193 y el 235. Del conjunto se conserva sólo una fachada lateral.  Ésta se compone de un podium, sobre el que se alza una arquería ciega de cinco cuerpos dividida por pilastras decoradas con motivos vegetales. Se culmina con tres frontones, de los que se conservan sólo dos.

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 Un poco más adelante surge la población de Layana. Por el camino del cementerio se accede en unos dos kilómetros al Yacimiento de los Bañales. El origen del asentamiento es la población ibera situada en el Pueyo de Bañales, que fue conquistada por los romanos. A su alrededor se construyó en torno al año 178 a. C. una nueva ciudad, una de las productoras de trigo más importantes del Imperio Romano. De ella no quedan restos suficientes que muestren una idea global del asentamiento. El primer rastro de la ciudad son dos pilastras de orden toscano pertenecientes al foro. A escasos metros se han descubierto los cimientos de una casa romana, con su patio en el centro. Entre los restos más importantes se encuentran las termas.

Contaban con varias dependencias siendo la mejor conservada el apodyterium, utilizada como vestuario, con bancos adosados a los muros y hornacinas alrededor para dejar los objetos personales. La pista de acceso continúa hasta alcanzar una de las obras más emblemáticas, el acueducto. Conserva 32 pilares, menos de la mitad de los que tenía la obra, formados por piedras apoyadas sin argamasa y de forma irregular. Servía para traer aguas a la ciudad desde el río Arba de Luesia, con una longitud en el trazado de unos ocho kilómetros, siendo el acueducto propiamente dicho de trescientos metros. Sobre los pilares discurría un canal de madera sujeto por tirantes. Con la llegada de la cristianización se construyó la ermita de Nuestra Señora de los Bañales en el centro de la ciudad romana. La fábrica actual data del siglo XVII, compuesta por una nave con capillas laterales y cabecera plana. Cuenta con crucero, sobre el que se alza cúpula.

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Para el domingo se propone descubrir la monumental población de Uncastillo. Fue reconquistada alrededor del año 915 de la mano del rey Sancho Garcés I.  La villa fue declarada conjunto-histórico artístico en 1966 en base a su gran patrimonio artístico cuyo principal exponente son las seis iglesias románicas construidas en el siglo XII. La visita de la población tiene como punto de partida la Iglesia de Santa María, situada en la parte baja de la población. En el año 1135 comenzaron sus obras. En el interior cuenta con una nave bajo bóveda de medio cañón apuntado sobre arcos fajones doblados.

Se culmina con ábside semicircular donde se abre una arquería de medio punto con destacada decoración en los capiteles. Al exterior se abren dos portadas, constituyendo la portada sur una de las más bellas del románico español. Consta de tres arquivoltas cuya decoración tiene marcado carácter profano y lúdico que se completa con abundante decoración vegetal. La torre, de origen románico, fue transformada en la segunda mitad del siglo XV dándole el monumental aspecto actual. Consta de planta cuadrada que se culmina con un cuerpo octogonal, donde se abren ventanas de fina tracería gótica; además cuenta con contrafuertes y se remata con esbelto chapitel. Sobresalen los garitones en los ángulos, conectados por una galería de ventanas.

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Se avanza por la calle Mediavilla, una de las más importantes del trazado medieval. En ella se alzan edificios destacables como la Casa Martín Aisa, con portada decorada a base de figuras geométricas, humanas y animales en sus dovelas. Junto a la iglesia de San Andrés parten unas escalinatas que conducen al castillo, que se asienta sobre la peña de Ayllón. En la parte alta destaca la torre del Homenaje de planta cuadrada construida entre los siglos XI y XIV. Tras su recuperación alberga el Museo de la Torre, con abundante material documental y audiovisual. La visita se culmina en la terraza, desde donde se puede disfrutar de vistas del castillo y del conjunto de la villa. A escasos metros se levanta el palacio de Pedro IV construido en el siglo XIV. El edificio consta de dos plantas cubierta con bóvedas de crucería. En sus muros se abren dos vanos apuntados de fina tracería gótica. En la primera planta hay un espacio expositivo dedicado al rey aragonés. Adosada aparece una torre hexagonal que se eleva en cuatro plantas.

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Se vuelve a la calle Mediavilla y un poco más adelante se abre la plaza de los 50 caballeros, donde se alza la iglesia de San Martín de Tours. La construcción románica data del siglo XII de la cual sólo se respetó el ábside y las dos portadas tras la reforma de 1557. Al sur se abre una portada románica, ahora guarecida por un pórtico. Dentro de la fábrica actual de la iglesia se encuentra la otra portada románica. Destaca por su crismón trinitario y dos leones afrontados. Además cuenta con torre de planta cuadrada compuesta por cinco tramos delimitados por impostas. Tiene remate defensivo, similar a la de Santa María. El ábside al exterior se adorna con arquería ciega de inspiración lombarda. En ella se ha ubicado el Centro de Arte Religioso del Prepirineo, donde se muestra el valioso patrimonio artístico que atesora. El espacio interior se compone de una nave cubierta con bóveda de crucería. El ábside está decorado en el interior por una arquería de doble arquivolta. Destaca el magnífico retablo mayor realizado por Martín García en 1520 dedicado a San Martín de Tours. También es de destacar la sillería del coro de mediados del siglo XVI, con dos filas de asientos, siendo la superior rematada con crestería y paneles decorados.

Continuando el paseo por la calle Mediavilla, ésta deja en la plaza del Mercado, con algunas casas porticadas. Desde este espacio parte la calle Larués que más adelante se ensancha dando lugar a la plaza de la Villa. En este espacio se levantó en 1568 la Casa Consistorial, un edificio que muestra una preciosa fachada renacentista de sillería en tres plantas separadas por impostas. En su fachada aparecen representadas todas las virtudes teologales y cardinales, combinando los principios morales del buen gobernante con el cristianismo. En la parte baja se abren dos portadas de medio punto; en la planta noble ventanas decoradas con frontones triangulares y se culmina con galería de ventanas arquitrabadas. Se decora bajo el alero con gárgolas y crestería calada, conjunto de marcado acento gótico.

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Si se dispone de tiempo por la tarde se puede seguir descubriendo el valor patrimonial de la villa. Se accede a la margen izquierda del río Cadenas atravesando un pequeño puente. Situada en alto se alza la iglesia de San Juan, desde donde se disfruta de una de las mejores vistas de la población medieval. La construcción románica del siglo XII se acompaña de una antigua necrópolis. Consta de unas ciento cincuenta tumbas antropomorfas fechadas entre los siglos IX y XII, que se distribuyen alrededor de la iglesia y en su interior. Luce dos portadas de dos arquivoltas de sección rectangular. Se desciende por la calle Joaquín Costa hasta alcanzar una plazoleta donde se encuentra la iglesia de San Felices. De esta fábrica románica del siglo XI destaca su portada con un crismón que representa el martirio de San Félix, apoyado en ménsulas con animales fantásticos.

Y finalmente en el arranque de la carretera que conduce a Sos del Rey Católico se encuentran los restos de la iglesia de San Lorenzo. De la iglesia queda uno de sus muros, el más importante ya que en él se abre la portada. Está compuesta por dos arquivoltas guarecidas por tejaroz sobre canecillos. En el tímpano se esculpió el martirio del santo. A escasos metros se aprecia la cubierta del Pozo de Hielo de San Lorenzo. Se trata de una construcción circular datable entre los siglos XVI y XVII. La construcción tiene planta circular de seis metros de diámetro, llevada a cabo mediante gruesos muros. Cuenta además con dos aberturas; la puerta de acceso, y una superior para el llenado y extracción del hielo. Su interior se ha acondicionado como Museo del Frío, con utensilios utilizados para la fabricación del hielo.

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