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EXCURSIONES Ribagorza

La Puebla de Castro, entre el Ésera y el Cinca

Al sur de la Ribagorza están las tierras de La Puebla de Castro. Esta población atesora un yacimiento romano, una ermita románica con un alfarje mudéjar y un magnífico retablo gótico. La suave orografía que rodea el casco urbano se quebranta por el Congosto de Olvena. El otro límite lo pone el valle del río Cinca. Sobre el embalse del Grado se alza el santuario de Torreciudad, un lugar de peregrinación ubicado en un enclave espectacular.
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Desde la capital del Somontano, Barbastro, se remonta el río Cinca atravesándolo por el puente de las Pilas. Más tarde la carretera se interna en el Congosto de Olvena, donde las aguas del Ésera han creado un espectacular desfiladero de gran belleza. Un gran muro de hormigón marca su final, y una vez atravesado un pequeño túnel surge el embalse de Barasona, que toma el nombre de la localidad que fue anegada por sus aguas. En apenas unos kilómetros aparece indicado el desvío que lleva a La Puebla de Castro. Su origen fue el enclave de Castro donde se estableció un castillo defensivo. Fue señorío, baronía y finalmente marquesado a partir de 1625. Durante los siglos XV y XVI se origina una aldea dependiente del castillo, en una zona menos agreste, originando la actual población.

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El punto de partida de la visita es la plaza de Santa Cruz. Atravesando el portal de Arriba se puede pasear por estrechas calles que conforman rincones pintorescos salpicados de interesantes viviendas. La calle mayor conduce a una plazoleta donde se alza la iglesia de Santa Bárbara. Al exterior llama la atención del visitante la galería de arcos de medio punto de ladrillo que corona el edificio, que se completa con la torre culminada con chapitel. En su interior la obra más sobresaliente es el retablo dedicado a San Román, el cual estaba emplazado en la ermita homónima, y que ahora ocupa el altar mayor de esta iglesia. Se compone de veintitrés tablas pintadas al temple y óleo que recorren la vida de San Román de Antioquía, un mártir que vivió en el siglo IV. La obra fue llevada a cabo a finales del siglo XV. Durante la guerra civil fue trasladado a Suiza y gracias a ello pudo conservarse. Tras su restauración luce en todo su esplendor. Para poder su ver tanto el interior de esta iglesia como el de la ermita de San Román es necesario solicitar visita guiada en el ayuntamiento de la localidad.

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Desde la carretera que bordea la población, parte otra que se dirige directamente al congosto de Olvena. Cuatrocientos metros después parte una pista a mano izquierda la cual toma dirección a la antigua población de Castro. Tras seguir las indicaciones, y después de casi dos kilómetros de pista en regular estado, se alcanza el lugar donde hay que dejar el vehículo. A partir de este punto hay que continuar andando unos minutos más. El germen del asentamiento tiene orígenes musulmanes, y fue tomado por Sancho Ramírez sobre el año 1082. Fue elegido ya que es un lugar ideal para el control del desfiladero. Del castro, o castillo, apenas quedan las bases de muros y un desdibujado torreón en la parte alta.

A los pies del recinto defensivo se encuentra la ermita de San Román de Castro, levantada entre los siglos XI y XII. El edificio está compuesto de una nave que se cubre con bóveda de medio cañón. El ábside semicircular cuenta con cinco arcos ciegos, de cuatro arquivoltas cada uno. Sobre el acceso está el coro en alto. Este descansa sobre un alfarje, obra mudéjar llevada a cabo entre los siglos XIII y XIV, que constituye una auténtica joya artística en su estilo. Se compone de seis vigas, las cuales se apoyan sobre un arco rebajado, sobresaliendo a modo de voladizo. Su decoración está formada por monstruos y animales mitológicos, caras de mujer, flores y entrelazados, a los que se añaden los escudos de los Castro. Para finalizar la visita es imprescindible situarse al exterior y colocarse junto a la cabecera del templo. Primero hay que disfrutar del estilo lombardo, con las bandas verticales, entre las cuales se abren las ventanas de arco de medio punto doblado. Pero también contemplar la amplia panorámica que desde este punto se puede apreciar, con el congosto de Olvena y la gran lámina de agua del embalse de Barasona. De esta manera se comprende la importancia de este enclave militar.

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Al yacimiento romano de Labitolosa se accede desde la carretera que rodea La Puebla de Castro. Una pista entre campos lo alcanza en menos de un kilómetro de recorrido. Esta antigua ciudad romana estuvo habitada entre los siglos I a.C. y III d.C. De los restos excavados destacan la curia y un edificio termal. En cuanto a la curia, consta de estancia rectangular en la cual se conservan pedestales cuyas inscripciones hacen referencia a habitantes ilustres de la población. Respecto al edificio termal, ha sido acondicionado y protegido con una estructura metálica que cubre los tres espacios en que se dividía: frigidarium o sala fría de grandes dimensiones, tepidarium o sala templada, y cella soliaris o habitación cálida. Se conservan buena parte de los muros que delimitan las estancias, así como los pavimentos y han quedado al descubierto los conductos de aire caliente por los cuales circulaba desde el horno para la calefacción de las estancias cálidas.

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Para la tarde se propone la visita del santuario de Torreciudad. Desde La Puebla de Castro hay una carretera que conduce de manera directa al complejo religioso. Se abrió al culto en el año 1975 siendo iniciativa de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Una gran explanada principal bordeada por una galería de soportales le sirve de antesala. En ella se llevan a cabo los actos religiosos que congregan a miles de personas. Al fondo se levanta la basílica levantada en ladrillo caravista que se cubre con teja árabe. Destaca la torre que se eleva a 45 metros de altura, con planta pentagonal irregular. En su interior el altar está ocupado por un magnífico retablo de alabastro, inspirado en los retablos de las catedrales de Aragón. En el óculo central aparece la talla de la Virgen de Torreciudad.

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De un costado de la explanada parte el acceso peatonal que conduce al origen del emplazamiento, situado en una cresta rocosa que se eleva sobre el embalse del Grado. Se trata de una torre de planta circular levantada para el control del paso por el Cinca. Su primera mención se remonta al año 1066, poco después de la ocupación del enclave por los cristianos. Este lugar fue el germen de la población de Civitatis, que significa Ciudad, despoblada a finales del siglo XIX. El topónimo actual de Torreciudad proviene precisamente de esta antigua denominación. Junto a ella está la antigua ermita de Santa María, perteneciente a la población, donde estuvo la talla de la imagen de Nuestra Señora, la cual tiene la advocación de Torreciudad.

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EXCURSIONES Maestrazgo

Castellote, una villa templaria

Una de las puertas de acceso al Maestrazgo, Castellote, está íntimamente ligada a la Orden del Temple. Un castillo enriscado desde el cual se domina la población y un torreón templario reconvertido en centro de interpretación así lo manifiestan. Un paseo por sus calles empedradas se completa con el barranco del Llovedor que sorprende por sus verticales paredes rocosas por donde se desprende una cascada junto a la ermita del mismo nombre.
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Para alcanzar la villa de Castellote hay dos vías de acceso y ambas parten de la carretera N-232 que une Zaragoza y Castellón. Desde Híjar y pasando por Andorra, o desde Alcañiz atravesando Calanda, se alcanza Mas de las Matas. Desde esta localidad quedarán nueve kilómetros para alcanzar el destino. Este pintoresco pueblo se desparrama en la ladera dominada por su castillo. Fue plaza árabe hasta su reconquista por Alfonso II en el año 1168 pasando a pertenecer a la Orden del Santo Redentor. El pueblo estuvo bajo la Orden del Temple desde 1196 hasta 1307, constituyendo una importante encomienda templaria. En el castillo se refugiaron los templarios en 1308, debido a la persecución a que fueron sometidos por Jaime II tras la disolución de la orden. Entonces el pueblo pasó a manos de la Orden de San Juan en la que permaneció hasta 1769.

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Una vez atravesado un túnel surge de repente el casco urbano, con una plaza que sirve de epicentro de su actividad. Ascendiendo desde la plaza y paseando por la calle Losado que parte a la izquierda se pasa por rincones tan interesantes como la fuente medieval situada en un pórtico. Junto a la misma aparece el ayuntamiento. Se construyó sobre un arco de acceso al primitivo recinto, junto al cual se abre la lonja de seis arcos apuntados. Un poco más adelante la calle desemboca en una plaza presidida por la ermita de Nuestra Señora del Agua, cuya titular es la patrona de Castellote. Su fachada muestra una bella portada flanqueada por columnas salomónicas. Su torre es el único campanario del pueblo ya que la iglesia parroquial carece del mismo.

Otra de las peculiaridades de esta torre es que se apoya sobre otra torre, oculta tras un lienzo de sillería: el torreón templario. Su uso más reciente ha sido el de cárcel, con el cual lo identifican sus vecinos. Tras su restauración se puede descubrir su interior reconvertido en el Centro de Interpretación de la Orden del Temple. A lo largo de cinco plantas se cuenta la historia de esta orden religiosa y su relación con Castellote.
El paseo por la localidad avanza por la misma calle encontrando de nuevo rincones pintorescos, embellecidos por pavimento empedrado. Ya casi a las afueras se encuentra el lavadero. Un curioso espacio con una pila y una fuente que merece una visita. Volviendo por la misma calle, ésta se prolonga con la calle San Roque hasta llegar a una bella plaza que sirve de antesala a la iglesia de San Miguel. Se trata de una robusta construcción gótica con ventanales apuntados con tracerías. Durante la guerra civil se incendió el templo derrumbándose la cubierta primitiva que fue sustituida por la actual bóveda de medio cañón. Sobresalen sus dos portadas con arquivoltas apuntadas, una bellamente decorada y la otra cobijada por un atrio.

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La visita a la localidad se completa con la subida al castillo templario. Desde la parte alta de la iglesia parte una calle y después camino de herradura que lo alcanza en un cuarto de hora. A mitad del ascenso se llega a un collado, punto donde parte el camino al acueducto, que se visitará más tarde. Continuando por el camino se llega a la gran fortaleza de planta irregular en la punta de una gran cresta. Se levantó por los templarios, en piedra de sillar bien labrada. Posteriormente se modernizó y amplió durante la primera guerra carlista en 1837. Finalmente en 1840 fue desmantelado tras su ocupación por el general Espartero. Ocupa una longitud de 130 metros con una anchura inferior a 50 metros. El acceso principal, que anteriormente tuvo puente levadizo, se encuentra en la parte baja. La sucesión de espacios a diferentes niveles se culmina con la torre del Homenaje, situada al borde de la cresta rocosa. Las vistas desde esta posición estratégica son muy amplias, con el pueblo a los pies y la vega del río Guadalope y la presa de Santolea al fondo.

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Para completar esta pequeña excursión es necesario visitar el acueducto de las Lomas. Desde la parte trasera del castillo desciende un empinado sendero que hay que recorrer con precaución. En caso de no considerarlo apropiado es necesario volver hasta el collado antes citado y un sendero cómodo conducirá al mismo lugar. Fue construido para canalizar las aguas que abastecían a la villa. Está compuesto por once arcos adosados a la roca excepto el último de ellos, un arco de catorce metros de altura, más conocido como puente del Gigante. La vuelta se realiza atravesando este arco y rodeando el castillo hasta alcanzar el collado. De camino se disfruta de las vistas del espectacular barranco del Llovedor.

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Para la tarde se propone acercarse hasta la ermita del Llovedor. Está situada a escasa distancia de Castellote, pero es necesario coger el coche. Se atraviesa de nuevo el túnel y un poco más adelante parte la carretera que conduce a Seno. En la primera curva parte a mano izquierda un camino que se adentra en el barranco en el cual está la ermita del Llovedor. Se recomienda dejar el vehículo en la zona baja. A partir de este momento una pista cementada asciende flanqueada por cipreses. En una curva cerrada se alza un peirón, punto desde donde hay buenas vistas. Tras pasar junto a una caseta arranca el tramo final que alcanza la ermita construida bajo una gran pared de roca. El nombre de Llovedor procede de la fuente que genera una cascada, cuya agua se acumula en la pequeña balsa situada a sus pies. El edificio presenta portada de arco de medio punto sobre la cual aparece una ventana. A ambos lados el cuerpo central está flanqueado por dos torreones salientes, restaurado sólo uno de ellos a modo de pequeña torre.

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Para completar la visita a la localidad se propone la sede de Dinópolis con la que cuenta la localidad, que recibe el nombre de Bosque Pétreo. Se emplaza en pleno casco urbano, junto a las piscinas y la plaza de toros. Está dedicada a la Paleogeografía, es decir, el estudio de la evolución del planeta a través de las plantas y árboles. El tema tomado hace referencia al cercano yacimiento de El Barranquillo, donde aparecieron troncos fosilizados. En el centro expositivo se habla de la formación de los lignitos de Escucha, y se completa con fósiles vegetales tanto de la zona como de otros lugares.

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Aranda FINES DE SEMANA

Aranda, río de Luna y calzados

El río Aranda recorre uno de los valles de la comarca a la cual da nombre. Nace en la Fuente Lagüen, cerca de Aranda del Moncayo. En el tramo intermedio sus aguas bañan las grandes poblaciones del valle, en las que se concentra buena parte de la población y la tradicional industria del calzado. Su capital, Illueca, alberga la residencia de los Luna, donde nació el único papa aragonés de la historia.
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Para acceder a la comarca del Aranda se toma dirección a Madrid desde la capital del Ebro. En pleno Sistema Ibérico y junto a la población de El Frasno parte el desvío que conduce al valle del Aranda tras pasar cerca de Sabiñán y Morés. El primer lugar de visita es Brea de Aragón. Tomando el desvío, una vez atravesados los polígonos industriales, se accede al centro de la localidad. En la plaza mayor se levantan los edificios del ayuntamiento y la iglesia de Santa Ana. La iglesia fue costeada por el Cabildo del Pilar, del cual dependía la población. En su interior las techumbres se decoraron en el año 1677 con yeserías, cuya obra pertenece a Juan de Marca.

Cerca, en la travesía, está el Museo del Calzado. Esta población es el origen de la industria del calzado de la comarca. A principios del siglo XVII contaba con varias tenerías, donde se maceraban las pieles para su posterior utilización. También se introdujo el cultivo del zumaque en la zona, de cuya planta se extraía una sustancia para curtir las pieles. Ya en 1835 la población contaba con un centenar de zapateros y salía una producción de 80.000 pares de calzado anuales. El museo cuenta con dos plantas en torno a un patio central cubierto. Un audiovisual recibe al visitante en la planta calle, donde además se muestra la fabricación del calzado de manera artesanal paso a paso. En la planta baja el tema elegido es el desarrollo industrial del siglo XX, que incluye la original puesta en funcionamiento de varias máquinas industriales. La mañana se puede completar con la visita a alguno de los almacenes de calzado situados en el polígono industrial de la localidad.

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Por la tarde la visita se centra en la población de Illueca, que cuenta con más de tres mil habitantes y se ha constituido en el motor económico e industrial de la comarca. Junto con Brea de Aragón concentra la actividad industrial dedicada al sector del calzado. En el año 1680 se localizaban tres tenerías en la localidad. En la primera mitad del siglo XX se produjo un gran impulso con la diversificación del fabricado del calzado.

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En 1263 fue entregado el señorío de Illueca a Jaime de Gotor. A principios del siglo XIV se emparentan las casas de los Luna y de Gotor, dando lugar a una de las casas más importantes de la Corona de Aragón. La familia de los Luna adoptó su nombre tras la toma de la población de Luna siendo rey Sancho Ramírez. Los señores de Illueca fueron personajes muy influyentes en la vida política aragonesa y desde el año 1550 son conocidos como condes de Morata. Ya en el año 1665 se venden los señoríos de Gotor e Illueca al marqués de Villaverde, cuya familia cedió hace unas décadas el castillo-palacio para su restauración. Entre los sucesores directos del enlace que unió las familias de Luna y Gotor aparece Pedro Martínez de Luna y Gotor, el papa Luna, el cual nació en 1328. Fue nombrado cardenal en 1375 por el papa Gregorio XI. A su muerte se produjo una serie de acontecimientos que desembocaron en el Cisma de Occidente, dando lugar a la elección de dos papas: Urbano VI en Roma y Clemente VII en Agnani que se trasladaría a la sede de Aviñón. Don Pedro de Luna apoyó a éste último, y al fallecer es nombrado papa con el nombre de Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna, siendo el único papa aragonés de la historia. Con el concilio de Pisa en 1403 se nombró a un nuevo papa, Alejandro I. Ante la negativa de abdicar los otros dos se agravó la situación al haber paralelamente tres papas en disputa. Tras el concilio de Constanza en 1414 fue depuesto Juan XXII, sucesor de Urbano VI. Sin embargo Benedicto XIII, en sus trece no cedió en su postura inamovible, lo que le hizo perder casi todos sus apoyos. Por ello fue excomulgado por el papa Martín V y se retiró al castillo de Peñíscola. Falleció en 1423, cuando contaba con 95 años. Tras su muerte sus restos fueron llevados a su lugar natal. Durante la guerra de Sucesión fueron profanados y arrojados al río Aranda. Se pudo recuperar el cráneo, el cual se depositó en el palacio de Sabiñán, hasta su reciente robo. Tras ser recuperado está a la espera de su definitiva ubicación.

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Una vez en Illueca se atraviesan sus barrios más recientes por la avenida de la Independencia. La señalización conduce al Castillo-Palacio del Papa Luna, emplazado sobre un espolón rocoso desde donde preside la población. Tiene planta rectangular de 65 metros de fachada principal, una de las más largas dentro de los palacios aragoneses. El edificio actual fue iniciado en el siglo XIV. En el siglo XVI se eliminaron las almenas siendo sustituidas por una galería típica aragonesa. El acceso principal se encuentra flanqueado por dos torrecillas circulares. En la parte baja aparece un arco de medio punto, entre pares de pilastras toscanas. Frente a él se dispone un mirador excepcional de la villa. Atravesando la puerta unas escaleras excavadas en la roca ascienden hasta un primer rellano donde parte la escalera principal que sirve de acceso a todas sus estancias. En la actual hospedería aparece una sala cubierta con friso de madera y artesonado con casetones, en la que está el mausoleo del Papa Luna, un oratorio llevado a cabo en el siglo XVII. Se trata de un pequeño espacio donde estuvieron depositados los restos del Papa Luna. Una vez alcanzado la parte alta de la escalera principal, se accede al salón principal conocido como la sala Dorada que data del siglo XIV. Cuenta con un friso mudéjar de yeserías caladas, y sobre él un artesonado policromado que se apoya en ménsulas bellamente talladas y doradas. En las vigas destaca decoración con los escudos de la familia Luna. En una sala contigua aparece la reproducción de un escritorio y de la biblioteca móvil del papa Luna, bajo un artesonado del siglo XV. La visita a la localidad puede completarse con un paseo por la población. A escasos metros del castillo, y en un plano inferior se emplaza la iglesia de San Juan Bautista. La obra inicial pertenece al siglo XIV, en estilo mudéjar. Desde la iglesia una calle descendente conduce hasta la plaza de España, en la que sobresale el ayuntamiento, un edificio de reciente factura con una peculiar torre. De nuevo se recomienda la visita a los almacenes de calzados situados en los accesos a la población para completar la visita a la localidad.

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El domingo por la mañana se propone la visita a la pintoresca población de Aranda de Moncayo. Desde la carretera el acceso desemboca en la plaza mayor, flanqueada por edificios que muestran bellas y cuidadas fachadas. En un costado se levanta el ayuntamiento, cerca de un portal, perteneciente al antiguo recinto de la población. Un paseo por las calles empinadas y estrechas de su casco urbano descubre el pasado musulmán de la población. Una arquitectura discreta que ofrece rincones pintorescos que merece la pena saborear sin prisas.

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Atravesando el arco de la plaza, una calle conduce hasta la iglesia de la Asunción. Una escalinata le sirve de acceso. Al exterior destaca su torre de ladrillo. Volviendo al arco, sin flanquearlo es necesario callejear hasta alcanzar la parte más alta donde se emplazan los restos de su castillo, el cual desempeñó un papel fundamental en la defensa de estas tierras fronterizas entre Castilla y Aragón. Del recinto defensivo se conservan un muro con almenas y restos de una torre. Subir hasta este lugar tiene como recompensa una amplia panorámica de la población y del valle del Aranda. Un poco más abajo se emplaza el mirador del embalse de Maidevera, un lugar excepcional para poder contemplar una vista de la cabecera del valle, donde se guardan las aguas necesarias para el riego y el abastecimiento de todo el Aranda.
La visita de la mañana se completa con un paseo que lleva al nacimiento del río Aranda. Desde la plaza mayor parte una calle descendente que pasa junto a una fuente romana, a escasos metros metros. Descendiendo se dejan atrás las últimas casas y se toma un estrecho camino que remonta el valle. El fondo se cubre con huertas y choperas, y se flanquea por laderas donde afloran las rocas que se cubren únicamente por arbustos. Tras media hora de agradable paseo sin dejar la pista se alcanza el paraje de Fuente de Lagüen. Un muro protege el espacio inferior donde afloran los manantiales de aguas cristalinas. Todas ellas se agrupan en una amplia balsa empedrada y se distribuyen por la vega mediante varias acequias.

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La visita al valle del Aranda puede completarse el domingo por la tarde haciendo un alto de vuelta en Jarque de Moncayo. Un paseo por la parte alta de la localidad permite acceder sin dificultad a su castillo. Se trata de un conjunto defensivo llevado a cabo en el siglo XIV mediante mampostería sobre basamento de sillería en forma de talud. En la parte trasera, las dos esquinas se levantan con dos semitorres, las cuales tienen planta cónica. A pesar de su deterioro quedan algunas almenas de forma puntiaguda, siendo ésta una característica morisca. La puerta de acceso está orientada a la población. Se trata de un arco de medio punto con dovelas de piedra, desde donde se puede disfrutar de una vista completa de toda la localidad, alineada con el curso del río Aranda.

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FINES DE SEMANA Jiloca Sierra de Albarracín

Sierra Menera, tierra de frontera entre reinos

La Sierra Menera forma parte del Sistema Ibérico y constituye una frontera natural entre Castilla y Aragón, lo cual hizo necesario la construcción del castillo de Peracense. Su nombre procede de la abundancia de menas. El momento de máximo desarrollo fue en el siglo XX gracias a la constitución de la compañía minera de Sierra Menera que mediante el ferrocarril daba salida al abundante mineral extraído hacia la costa mediterránea.
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Para adentrarse en Sierra Menera es necesario alcanzar Villafranca del Campo, población situada en las inmediaciones de la autovía mudéjar, a mitad de camino entre Calamocha y Teruel. Una carretera secundaria asciende en dirección a la sierra hasta alcanzar la primera población de interés. En el llano, al pie de las escarpadas paredes rocosas de donde emerge su castillo se localiza Peracense. El pueblo se articula en torno a un barranco acondicionado como un parque lineal. Las casas destacan por su característico color rojizo de la piedra de rodeno. En la parte baja está la iglesia de San Pedro Apóstol. Su portada está cubierta con un atrio de carácter popular. El elemento más visible es su torre de igual color que el resto de las construcciones del pueblo. Está rematada con chapitel de perfil mixtilíneo. En la parte alta se alza el ayuntamiento que se corona con un reloj. Y muy cerca, junto al barranco, está la ermita de la Virgen de la Villeta. A pesar de su reciente construcción evoca el gusto de las ermitas tradicionales con un porche soportado por columnas.

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Saliendo por la carretera de Almohaja, un peirón marca el punto de partida para la visita del siguiente elemento de interés. Una pista asciende hasta un alto y después desciende entre monte de carrasca hasta llegar en dos kilómetros y medio a la Carrasca de Peracense. Es también conocida como carrasca de los Tocones. Se trata de un ejemplar de más de mil años de antigüedad y de gran tamaño, con dieciséis metros de altura y un tronco cuyo perímetro supera los seis metros. Su estado no es bueno con numerosas ramas mutiladas, pero su estampa es bien pintoresca.

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La ruta vuelve a Peracense y tras cruzar el pueblo se toma la carretera que se encamina al Castillo de Peracense. En la parte alta aparece el sorprendente paraje donde está situado el castillo, sobre unos grandes peñascos rojizos que lo hacen prácticamente inexpugnable. Fue una pieza clave en el mantenimiento de las fronteras entre Aragón y Castilla a mediados del siglo XIV, momento en que fue levantada la actual construcción. El castillo está formado por dos recintos defensivos sucesivos rodeados de murallas que protegen el núcleo principal, situado en un extremo sobre un peñasco inaccesible por medios naturales de cuarenta metros de altura donde se erige la torre del Homenaje. El primer recinto tenía la función de plaza de armas, donde estaban las caballerizas. Se puede pasear por los caminos de ronda de la muralla de tres metros de espesor. El segundo recinto está reforzado por torreones. En uno de ellos estaba el cuerpo de guardia pudiéndose acceder a la parte alta. El recinto final es la torre del Homenaje. En la actualidad tiene una escalera de madera que en aquella época fue levadiza. Una gran pared simula una torre que en realidad servía de pantalla defensiva. Tras atravesar el muro aparecen varias dependencias y la cocina. Desde aquí se accede a la torre del Homenaje propiamente dicha. En su parte baja hay una sala bajo bóveda de medio cañón y el dormitorio del alcaide. Desde la sala grande se accede a un patio trasero donde se puede apreciar el mayor aljibe del castillo con una profundidad de más de cinco metros. La visita concluye en la parte alta de la torre desde donde se disfruta de las mejores vistas de todo el recinto defensivo.

Tras la comida se propone por la tarde la visita a la cercana población de Ródenas. Su nombre deriva de la piedra de arenisca rojiza del rodeno. Todo el pueblo está construido con este material. En la carretera se abre una gran plaza donde está la iglesia de Santa Catalina. De este gran edificio destaca la portada y la torre cuadrada que se remata con un cuerpo hexagonal y chapitel. Un paseo por las calles del pueblo descubre varios ejemplos de viviendas construidas a base de piedra de rodeno, y que lucen portadas de arco de medio punto de gran dovelaje. La iglesia primitiva está en ruinas dentro del antiguo cementerio y conserva dos capillas bajo bóveda de crucería. En la parte alta de la villa queda una cisterna de procedencia árabe, datada en el siglo X. Se trata de una construcción de sillería sobre una formación rocosa. Se encargaba de recoger el agua de la montaña y de los deshielos a través de unos canales excavados en la roca en dirección al depósito. Se corona con una torrecilla circular de ventilación de cantería.

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Se abandona la localidad en dirección a Pozondón. Una vez recorridos unos cinco kilómetros parte una pista señalizada que lleva al Cerro de San Ginés. Atraviesa campos de cereal en su primer tramo, y después un bosque de pinares y carrascas. Tras una empinada rampa se llega a la parte alta del cerro desprovista de vegetación. La ermita de San Ginés aparece en medio de una gran planicie. Se trata de un edificio rectangular con gran porche sustentado por columnas. Haciendo competencia a la tradicional construcción un conjunto de antenas de televisión, radio y telefonía culminan la cumbre del cerro de San Ginés que supera los 1.600 metros. Se trata de una elevada cumbre aislada del resto de la cordillera con lo que las vistas en todas las direcciones son espectaculares. La panorámica hacia la vega del Jiloca, con sus campos de cereal y la línea verde del valle, y la vista del castillo de Peracense rodeado de su peculiar paisaje, constituyen los puntos más interesantes.

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Al día siguiente se propone llegar al corazón de la Sierra Menera. Para ello es necesario tomar dirección a Villar del Salz. Desde este lugar parte la carretera que une esta población con Ojos Negros. Poco a poco se irán viendo los restos de las antiguas construcciones que acompañaron al ferrocarril de Ojos Negros, casi todas ellas abandonadas. El barrio de la Estación está compuesto por la casa-gerencia, con dos grandes viviendas a ambos lados de un estilo mucho más señorial. Junto a ellas aparece otra gran vivienda de mayor esbeltez que perteneció a los directivos, todas ellas rodeadas de zona ajardinada, ahora abandonada. Más adelante surge el barrio del Centro, donde se concentra el mayor número de viviendas, parcelas alineadas de una sola planta formando amplias calles. La carretera lo cruza por uno de sus costados donde se concentran los servicios. Al fondo de una plaza se alza una antigua locomotora que rememora el paso del ferrocarril por estas tierras.

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Cerca se encuentra la zona de explotación donde quedan los restos de las minas que no han sido restauradas después del cese de la actividad. Las minas de Ojos Negros, pertenecientes a la compañía minera de Sierra Menera están formadas por un conjunto de profundas simas escalonadas, desmontes, escombreras, pistas y destartaladas naves vacías, que configuran un sobrecogedor escenario que contrasta con el entorno, cubierto de grandes campos de cereal, cuyas parcelas se alteran ordenadamente con masas de carrascas y matorrales. Por todo ello el conjunto minero puede describirse como un paisaje lunar. En 1900 son arrendadas las minas para su explotación con la condición de la construcción de la línea férrea hasta el mar y el puerto de embarque para la exportación. Se eligió el trazado más adecuado optándose por el puerto de Sagunto. Finalmente en 1907 se terminó el ferrocarril minero de Sierra Menera, aunque la actividad en la mina comenzara en 1903. A partir de 1921 la explotación comienza a mecanizarse. A partir de 1974 hubo una crisis de sector siderúrgico a nivel mundial que fue afectando a los Altos Hornos del Mediterráneo, destino del mineral extraído. Así el cierre de éstos, provocó que en 1987 se cerraran las minas.

Avanzando por la carretera se alcanza el barrio del Hospital. Al final del mismo parte una pista al frente que sirve de acceso a varios miradores. Medio kilómetro más adelante se toma un ramal que bordea las instalaciones mineras. En primer término se pasa junto a los restos de las instalaciones mineras, con dos edificios de grandes dimensiones abandonados, el silo y el cargador. La pista avanza en ascenso a la sierra. Tras poco más de tres kilómetros de recorrido gira de manera brusca a la derecha dejando dos ramales en dirección contraria. Con mejores vistas va ascendiendo el camino hasta alcanzar una gran explanada bajo un aerogenador eólico donde está el Mirador de la Marajosa, una vez recorridos cinco kilómetros. Desde este punto las vistas son amplias, con las minas en un costado.

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La visita a la zona se completa con el molino de Ojos Negros, situado poco antes de alcanzar la población del mismo nombre. Se trata de uno de los dos únicos ejemplos de este tipo existentes en Aragón restaurados. Finalmente se puede dar un paseo por Ojos Negros. En su casco urbano sobresale la torre del Homenaje, de camino a la plaza donde se alza la iglesia de la Virgen del Pilar. Se trata de un edificio renacentista que destaca por su fachada datada en el siglo XVIII de perfil mixtilíneo. Está situada junto al acceso principal del recinto del antiguo castillo, del cual sólo queda un lienzo de muralla y los torreones.

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Bajo Cinca/Baix Cinca CICLOTURISMO Monegros

Barranco de Valcuerna, un valle estepario surcado por un río

El río Valcuerna es el único cauce de agua permanente que nace en los Monegros. A su paso por este valle estepario, flanqueado por cortados de piedra caliza que alternan con laderas menos agrestes, crea un espacio de diversidad que lo convierte en una de las zonas naturales más ricas de la zona. El punto final es su desembocadura en el embalse de Mequinenza, donde la exuberante vegetación invade sus orillas.
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La propuesta que recorre el barranco de Valcuerna tiene como punto de partida la localidad de Candasnos. Se emplaza a los pies de la antigua carretera de Barcelona, a 85 kilómetros de Zaragoza y a 25 de Fraga. Esta ruta cicloturista combina el asfalto de una carretera local y la tierra de un camino en buen estado. Dependiendo de la capacidad física puede optarse por realizarla completa o hacer un recorrido más corto, descartando la carretera y evitando así la zona de mayor desnivel situada en este tramo. Esta opción reduce el recorrido a 25 kilómetros en total, con una pendiente más asequible, del 1%, y que recorre el tramo más atractivo de la ruta cicloturista.

LONGITUD

DESNIVEL

PENDIENTE

FIRME

DIFICULTAD

35 km (ida y vuelta)

150 m

variable

bueno

media

Tras estacionar el vehículo junto a la iglesia parroquial, se toma la calle mayor que atraviesa el centro del pueblo. Desde la plaza del Redondillo, a la derecha, se sale a la antigua travesía. Tomando dirección a Zaragoza, junto a los últimos edificios parte la carretera que conduce a Caspe. El tramo inicial de esta propuesta discurre por esta estrecha carretera con poco tránsito. A un kilómetro y medio se pasa junto a la Laguna de Candasnos, también conocida como Balsa de los Fabares. Es posible aproximarse hasta la orilla donde un pequeño observatorio permite la contemplación de las aves sin molestarlas. El entorno de la lámina de agua está rodeado de carrizo, y abundan las anátidas que permanecen durante todo el año, aunque también sirve de estancia para aves estacionarias.

ciclo3_lagunacandasnos

Volviendo a la carretera, en su trazado rectilíneo atraviesa un paisaje surcado por grandes campos de cultivo de regadío. En su tramo final comienza un acusado descenso por una val sinuosa que desemboca en un amplio valle, el Barranco de Valcuerna. Junto al kilómetro 5 de la carretera, se toma un camino a mano izquierda. Poco a poco comienza un ligero descenso que acompañará en casi toda la ruta. La vegetación esteparia compuesta por sosas y sisallos delimita el trazado del camino.

ciclo3_barrancovalcuerna

El valle es amplio y el cauce del arroyo sólo se atisba por la densa franja de los tamarizales. Tres kilómetros después de abandonar el asfalto se atraviesa el Río Valcuerna. Se trata del único río que nace en los Monegros de caudal permanente, en parte gracias a los aportes sobrantes de los regadíos de la zona. Este es el único punto de todo el recorrido en el cual se puede ver el curso fluvial, ya que en todo momento está oculto por el túnel vegetal que hace sus riberas impenetrables.

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A partir de aquí la pista recorre la margen derecha del río. Las laderas más cercanas situadas a la derecha son menos acusadas en pendiente, y su cubren con vegetación a base de pinos carrascos y algunas sabinas negras. En la margen opuesta predominan los cortados de piedra caliza mucho más descarnados y agrestes. Una vez recorridos cinco kilómetros de camino se pasa junto al Mas de Mariana, donde se toma la pista de la izquierda que avanza en suave descenso. El valle se va estrechando ligeramente y el barranco queda encajonado escuchándose el rumor de las aguas casi oculto por la vegetación. Merece la pena hacer una alto en el camino una vez recorridos 8,6 kilómetros aproximadamente junto a la Balsa Cosco. Se trata de un pozo de seis metros de diámetro recubierto de piedra de sillar, y acondicionado con una barandilla y unos bancos a su alrededor. Destaca un árbol adosado en uno de sus muros, y unos peldaños de piedra que permiten el descenso a su interior, con una profundidad de unos tres metros.

ciclo3_balsacosco

Se retoma la ruta y poco más adelante, en un cruce, es necesario tomar el ramal izquierdo que conduce sin pérdida hasta el punto final de la ruta. Tras un ligero repecho se alcanza un refugio de pescadores, después de haber recorrido once kilómetros de pista. Este punto se localiza en alto, y cuenta con excelentes vistas de la desembocadura del barranco en el Embalse de Mequinenza.

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Es recomendable prolongar la ruta por una pista descendente que arranca antes de llegar al refugio a la derecha. Permite seguir recorriendo durante un kilómetro y medio más la margen derecha del barranco, junto a las orillas del embalse. La vegetación se vuelve más espesa y acompaña a la lámina del agua cuando el embalse está lleno. Se trata de un rincón oculto y de gran belleza, que permite descubrir esta zona agreste y alejada de núcleos urbanos.

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Tras la comida y un merecido descanso, por la tarde se propone completar la visión del particular paisaje monegrino con la visita a la Laguna de la Playa. Para ello es necesario tomar la antigua carretera de Barcelona hasta alcanzar la población de Bujaraloz. En pleno casco urbano arranca junto a una balsa la carretera que conduce a Caspe. Tras un kilómetro se coge una carretera más estrecha en dirección a Sástago. A unos diez kilómetros de distancia de Bujaraloz se alcanza el desvío que conduce a la laguna más representativa y de mayor tamaño del conjunto de saladas de Sástago-Bujaraloz. Con una superficie de más de 200 héctáreas el nivel de agua depende de las lluvias y buena parte del año está prácticamente seca cubriéndose por un manto blanco. En sus alrededores yacen las ruinas de los edificios destinados a la explotación de la sal, donde destacan los pozos de extracción de agua salada para inundar las balsas de evaporación de donde se recogía la sal destinada principalmente a salazones.

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Categorías
Comunidad de Teruel EXCURSIONES

Galve, tras la huella de los dinosaurios

Galve fue ocupado por los dinosaurios hace unos 125 millones de años. Este vínculo por descubierto por José María Herrero hace unas décadas. Gracias a sus hallazgos esta población turolense ha quedado prendada por los dinosaurios. Con la construcción de un parque paleontológico y dos museos dedicados a estos animales se ha convertido en una de las localidades de referencia para los amantes de estos reptiles fósiles.
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La población de Galve se emplaza en el centro de la provincia de Teruel. Para acceder a este enclave debe tomarse la carretera nacional que une las localidades de Utrillas y Teruel. Frente al desvío de Cañada Vellida parte una carretera regional, y poco más adelante un nuevo ramal conduce definitivamente a nuestro destino. Se emplaza en el curso medio del río Alfambra, en un valle abierto delimitado por zonas angostas del río, aguas arriba y debajo de este tramo. En su casco urbano cabe destacar varios edificios. En el centro está la plaza donde se alza la Casa Consistorial con su tradicional lonja de dos vanos rebajados en su parte baja. Un poco más adelante, una escalinata permite el ascenso a los pies de la iglesia de la Asunción. Su portada se abre dentro de un gran arco de medio punto, y junto a ella se alza la torre de ladrillo en cuya parte alta presenta sección octogonal. Y en las inmediaciones de la plaza destaca la Casa de la Era, una casona que data el año 1692 como así figura en su portada.

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En la localidad se encuentra el importante Museo Paleontológico de Galve. A pesar de su apariencia exterior discreta, su interior alberga una amplia colección de restos originales de dinosaurios, cuyo trabajo se debe a un vecino de la localidad, José María Herrero. Desde el año 1957 se dedicó a recoger restos fósiles en los alrededores, y gracias a su ansia por conocer más estuvo estudiando e investigando sobre los diferentes animales que vivieron en esta zona hace entre 130 y 120 millones de años. El museo muestra restos de dinosaurios entre los que se pueden destacar gran parte del esqueleto del Aragosaurus Ischiaticus, el primer dinosaurio bautizado en España o restos del esqueleto del Galvesaurus Herreroi, un saurópodo de 16 metros de largo que toma el nombre de su descubridor. Pero también restos de otros animales que convivieron en el Cretácico Inferior en esta zona como cocodrilos, tortugas, peces y tiburones. El contrapunto a los dinosaurios lo ponen restos de micro vertebrados que compartieron hábitat con ellos, que deben observarse con una lupa binocular.

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Foto cedida por el Museo Paleontológico de Galve

Tras la visita a la localidad es recomendable darse un paseo por las riberas del río Alfambra, donde se encuentra el Parque Paleontológico de Galve con varias reproducciones a tamaño real de los dinosaurios encontrados. Se atraviesa el pueblo por la calle Mayor y arranca una pista que alcanza el río en un bello entorno salpicado de chopos cabeceros. Su característica forma con troncos de gran calibre y copas reducidas de las que parten ramas de menor tamaño responde a que de ellos se extraía mediante la poda periódica madera para la construcción. En este entorno se encuentran el Iguanodon, es un herbívoro que podía medir entre cinco y doce metros de largo, y unos cinco metros de altura. Caminaba habitualmente sobre dos patas, aunque también lo hacía a veces sobre las cuatro. La otra reproducción corresponde al Aragosaurus, un saurópodo del cual sólo se han encontrado restos en esta población. Se trata de un herbívoro que medía de largo unos quince metros y unos seis metros de alto. Su peso podía aproximarse a las diez toneladas. Caminaba sobre cuatro patas. Se puede prolongar el paseo río abajo para ver un puente medieval. Se trata de una construcción de sillería robusta. Cuenta con dos arcos de diferente tamaño sobre los cuales dispone de plataforma de forma alomada.

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Volviendo a la localidad, cerca de la plaza del ayuntamiento, parte la pista de acceso al centro de Dinópolis por la que se alcanza de nuevo el río tras recorrer un kilómetro y medio. Allí se encuentra el Carnosaurus, un carnívoro provisto de patas robustas, y cabeza de grandes dimensiones con dientes de gran tamaño. En cuanto a los miembros delanteros, éstos son de pequeño tamaño, a modo de manos.

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Los yacimientos de icnitas de Galve son los más importantes de Aragón, y datan de hace más de cien millones de años. Las icnitas son las huellas fósiles que dejaron los dinosaurios. Gracias a ellas se puede saber la velocidad a la que se desplazaban, si vivían solos o en grupos, etc. En Galve hay dos yacimientos de gran importancia. A uno de ellos se accede tras atravesar el río Alfambra junto a una reproducción del Carnosaurus. Continuando por la pista principal, y tras recorrer desde el río unos tres kilómetros y medio se alcanza el yacimiento de los Corrales del Pelejón. Se trata del primer yacimiento de icnitas encontrado en Aragón. Cuenta con cuarenta icnitas distribuidas en siete rastros. La mayor parte corresponden a dinosaurios carnívoros, con huellas de tres dedos, más grande el central. También hay huellas de ornitópodos, con huellas de tres dedos, pero con el dedo central más corto.

Por la tarde se propone la visita a una de las sedes del Territorio Dinópolis situada en esta localidad, Legendark. Se encuentra a las afueras del pueblo. Lo que más impresiona al visitante es la reproducción de una familia completa de Aragosaurus a tamaño real, formada por dos ejemplares adultos y dos crías. Este saurópodo medía 18 metros de longitud y podía pesar 20 toneladas de peso. Se exponen tanto restos originales de este dinosaurio, como de Hypsilophodon e Iguanodon, las otras dos especies de las que también se han encontrado restos en Galve. También de ocho especies de animales definidas aquí primera vez, entre las que se encuentran mamíferos, reptiles, anfibios o peces. Otra de las reproducciones que llama la atención es un nido de huevos con crías de dinosaurio. Además de los fósiles de gran valor científico el centro cuenta con un laboratorio en el que se pueden comprobar cómo se restauran los restos encontrados.

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Foto cedida por el Dinópolis

Se pueden completar los conocimientos sobre estos animales ya de vuelta, visitando el yacimiento de las Cerradicas, situado a menos de un kilómetro antes de entrar en Galve, y muy cerca de la carretera. Este yacimiento cuenta con más de sesenta icnitas, agrupadas en cuatro rastros de huellas. Tres de ellas son de icnitas de tres dedos, más grande el central. Se trata de tres ejemplares de Therangospodus oncalensis de una longitud de unos cuatro o cinco metros, siendo carnívoros. El cuarto rastro es de un dinosaurio ornitópodo, que apoyaba las manos al andar, aunque no era lo más habitual en su especie. Su longitud podría ser de unos cinco metros.

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Categorías
FINES DE SEMANA Ribagorza

Roda de Isábena, sede episcopal del condado de la Ribagorza

En el curso medio del valle del Isábena y situada sobre un estratégico tozal se asienta la pintoresca población de Roda de Isábena. El aire medieval de sus calles sirve de antesala a su verdadera joya, la antigua catedral. En su interior atesora gran valor artístico ligado a su obispado y a la importancia de este santuario. A escasa distancia otros pequeños núcleos como La Puebla de Roda, Serraduy y Merli guardan también pequeños encantos.
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Para adentrase en la histórica comarca de la Ribagorza, y partiendo de Barbastro, es necesario tomar la carretera nacional que tras cruzar el río Cinca se introduce en el congosto del Olvena. En pleno casco urbano de Graus parte la carretera que remonta el valle del río Isábena. Tras recorrer unos veintisiete kilómetros se llega al desvío que conduce a Roda de Isábena. Antes de entrar en el casco urbano un aparcamiento permite dejar estacionado el vehículo. El portal de Santa Ana es el acceso a la localidad. Un pasadizo con varios arcos abiertos, que constituyen balcones desde donde se puede disfrutar de una amplia vista del valle y la sierra de Sis como telón de fondo. Al atravesarlo se abre una plazoleta desde donde parten dos calles que ascienden de manera serpenteante. Es recomendable un paseo tranquilo para saborear el ambiente medieval de sus estrechas calles empedradas y sus casas de piedra. Al final se llega a la plaza mayor bajo dos pasos abovedados y entonces aparece majestuosa la antigua catedral de Roda de Isábena.

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Durante la ocupación musulmana de la Península Ibérica, en el año 956, se crea el obispado de Roda que englobaba los condados pirenaicos de Ribagorza, Sobrarbe, Pallars y el valle de Arán. Durante dos siglos se mantuvo la sede episcopal. Con la toma de Lérida en 1149 se trasladó allí la nueva sede. En el año 956 el obispo Odisendo consagró la catedral levantada sobre los restos de un antiguo castillo destruido por los musulmanes. El ingreso a la catedral se realiza bajo un pórtico el cual data de 1728, que se abre a la plaza mediante cinco grandes arcos. En el interior del porche se encuentra el acceso principal, formado por seis arquivoltas con capiteles decorados. La puerta mudéjar data de principios del siglo XII y presenta decoración con lazos a seis. La torre se levanta en una de las esquinas de la plaza mayor. Tiene planta octogonal y se remata con cúpula piramidal. En el interior el templo presenta planta basilical de tres naves que se rematan con sendos ábsides semicirculares. Ante la cabecera de la nave central desciende una escalinata mostrando al completo una espectacular cripta. Fue construida por San Ramón en 1125. Está compuesta por tres pequeñas naves cubiertas por bóvedas de arista. En el centro de la cripta se encuentra el sarcófago de San Ramón. Se trata de una excelente muestra de escultura funeraria realizada en el año 1170. En los laterales del altar aparecen dos urnas de madera, en una de las cuales están los restos de San Valero.

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El claustro fue construido en la primera mitad del siglo XII. Tiene planta cuadrangular y las galerías se cubren con un tejado que vierte las aguas de lluvia en el patio, en cuyo centro se encuentra un gran aljibe. En cada crujía se abren doce columnas cilíndricas sobre un banco corrido. Lo más llamativo del mismo es el conjunto de inscripciones funerarias, con casi doscientos epitafios de canónigos y personal de la iglesia, cubriendo buena parte de la arquería que forma el claustro. Alrededor se abren varias estancias: la sala capitular y el refectorio. La sala capitular aparece abierta al claustro mediante cinco vanos. En el costado norte del claustro se encuentra el refectorio que consta de una sala rectangular cubierta con bóveda apuntada sobre arcos fajones.

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Una de las calles que confluyen en la plaza alberga la imponente cabecera de la antigua catedral. Los ábsides decorados al gusto lombardo presentan una banda de arquillos, descolgándose diversas lesenas que llegan hasta la parte inferior. Avanzando por esta calle se llega a un espacio abierto donde está el palacio prioral. Su fachada está formada por una arcada de medio punto y escudo sobre las grandes dovelas. Sobre ella una ventana con alféizar se culmina con una barbacana. Entre la casa prioral y la antigua catedral aparece un espacio en el cual se levantan los cimientos de la torre perteneciente a la antigua fortaleza. Pudo tener una altura de 40 metros y sus sillares fueron reutilizados en el siglo XVII para la construcción de la torre y el porche de la catedral. Un mirador con buenas vistas completa la visita a esta pequeña y bella localidad aragonesa.

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Por la tarde se propone la visita a la cercana localidad de La Puebla de Roda situada a tan sólo tres kilómetros de distancia. Su estampa ofrece casas alojadas sobre un elevado montículo de manera longitudinal y escalonada. El enclave pudo surgir al asentarse los servidores de la catedral de Roda, junto a tierras fértiles y ribereñas del río Isábena. En la parte baja de la localidad parte la calle mayor, principal eje del pueblo. En su trazado rectilíneo y ascendente se pasa bajo varios pasos abovedados. El primero de ellos es el portal de Santa Bárbara, antigua entrada del pueblo. En un principio se abre una placeta y después la plaza de la iglesia. En uno de sus costados se levanta la iglesia del Santiago Apóstol. Presenta una gran fachada, que sirve de espadaña con dos vanos y óculo, y bajo la cual se abre un pórtico. La calle mayor continúa en ascenso hasta alcanzar las últimas casas. Se recomienda ampliar el paseo por esta pequeña localidad acercándose al cercano Puente de la Luz. Desde el inicio de la calle mayor, y como prolongación de la misma se alcanza en poco trecho el puente medieval. Se compone de tres ojos y se levanta esbelto sobre el río Isábena y a los pies de la localidad. En la otra margen y junto al río existe un área recreativa.

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Para la jornada del domingo se puede ascender un poco más en el valle, en dirección al norte. En unos pocos kilómetros se alcanza la pequeña población de Serraduy. Sus casas se agrupan en torno al puente sobre el río Isábena, en ambas márgenes. A pesar de su reducido tamaño conforma un conjunto pintoresco. Atravesando el bello puente medieval que se alza sobre el cauce mediante tres arcadas de diferente tamaño se llega a los pies de una sencilla capilla. Desde este punto parten varias pequeñas calles. Una de ellas conduce a la fuente y el lavadero, emplazados bajo una visera rocosa, que da lugar a otro de los bellos rincones con los que cuenta esta localidad.

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Tras la visita del Barrio del Pon de Serraduy, a escasa distancia parte una carretera local que aproxima al resto de barrios que forman este enclave. El primer ramal asciende hasta El Barri. Un poco más adelante parte el desvío que lleva a La Vileta, el cual debe tomarse. En la parte alta de esta pequeña aldea, a la derecha de una nave ganadera, arranca una pista. Siguiendo su trazado un agradable paseo de unos veinte minutos conduce a la Ermita de la Virgen de la Feixa.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

20 min (ida)

100 m

fácil

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A mitad de camino se alcanza un collado desde el que se adivina la faja donde se asienta la ermita, rodeada de árboles y escoltada por una muralla rojiza de la Sierra de Sis. El edificio actual fue construido en el primer cuarto del siglo XI. Cuenta con una nave de cinco tramos y bóvedas de cañón sobre fajones y pilastras adosadas. La cabecera fue recuperada tras la última restauración, y se antecede de un arco de traza mozárabe. Al exterior conserva dos puertas: una de arco de medio punto, y otra fechada en 1888 a los pies, sobre la que se abre un vano geminado. La ermita luce una espadaña compuesta por dos arcos de medio punto englobados por otro mayor a modo de alfiz, también de arco de medio punto. Desde este lugar las vistas hacia el sur son amplias, bajo las rocas habitadas por una numerosa colonia de buitres.

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Para completar el fin de semana, para la tarde del domingo o incluso si sobra tiempo el sábado por la tarde, una buena opción será acercarse hasta Merli. Una carretera local que parte de La Puebla de Roda, sirve de acceso a esta pequeña población. Se asienta a media altura sobre el vertiginoso barranco de Bacamorta. En ambas márgenes se sitúan sus casas. En la parte más baja sobresale la Casa Turmo que data del año 1574. Posee una torre cuadrada de aspecto defensivo. La vivienda conserva diversas aspilleras y matacán sobre el acceso. En la parte alta del núcleo está la iglesia de San Antonio de Padua, en medio del vial que une las dos márgenes del barranco. Una cruz, en la placeta elevada antecede al acceso abovedado de la iglesia. La portada es románica del siglo XIII, y tiene motivos vegetales en la imposta y geométricos en los capiteles. Completa el conjunto una puerta de doble hoja, con decoración mudéjar similar a la de Roda de Isábena. A las afueras aparece una curiosa roca conocida como el menhir de Merli. Se accede por una pista en regular estado que parte justo antes de llegar al pueblo a mano derecha. A corta distancia, en el costado de un campo junto a la pista se alza la roca, de más de cuatro metros de altura. Se trata de una construcción megalítica coetánea a dólmenes y crómlech, datable en torno al 4.000-5.000 a. C. No presenta talla alguna y su función pudo ser funeraria, posiblemente marcando un enterramiento.

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Cuencas Mineras EXCURSIONES

Blesa y Huesa del Común, unidas por el río Aguasvivas

El río Aguasvivas, a pesar de ser un modesto afluente del Ebro, tiene un recorrido de casi cien kilómetros. En sus márgenes se asientan dos poblaciones que han sufrido un gran descenso demográfico en el último siglo, pero que conservan el tipismo de antaño. Allí se encuentra una pequeña presa enclavada en un espectacular estrecho del río, y uno de los castillos más antiguos de la provincia de Teruel, encumbrado sobre un crestón rocoso.
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El acceso a la zona requiere tomar la carretera A-222 que une carretera de Logroño con las Cuencas Mineras pasando por Belchite. En la población de Muniesa parte el desvío que conduce a Blesa. En su término municipal se conservan una serie de azudes y molinos que conforman la ruta de las presas históricas. Desde el casco urbano, a escasa distancia de las piscinas municipales se encuentra la primera de ellas, constituyendo el lugar más interesante de toda esta particular ruta. Antes de acercarse al cauce hay que tomar un sendero escarpado, pero bien acondicionado, que asciende bordeando el desfiladero formado por el río. Tras vadear el río y cruzar a la otra margen se alcanza un punto estratégico donde se sitúa un mirador desde el cual se puede apreciar la imponente presa.

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Situada en un desfiladero muy angosto, la Presa del Hocino se construyó con piedra sillar y cuenta con 18 metros de altura. Su anchura en la coronación es apenas de diez metros, con 24 losas unidas por grapas de hierro forjado, de las cuales se conservan tres. La presa fue utilizada para suministrar agua a la población, hasta que se colmató de sedimentos. También se utilizó para abastecer al salto de agua del molino situado aguas abajo. Volviendo por el mismo recorrido, en las inmediaciones del estrecho se alza el Molino de la Cueva. En el siglo XV ya existía un molino harinero en este lugar y en 1930 pasó a llamarse Electro-harinera La Cueva tras ampliarse. Además de utilizarse para moler, se instaló una turbina para producir electricidad. Hasta los años cincuenta estuvo en funcionamiento.

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Se vuelve al casco urbano de Blesa, que ahora apenas aglutina a un centenar de habitantes de los 1325 con que contaba en el año 1900. Sin embargo este enclave es capaz de ofrecer al visitante dos espacios museísticos. En el centro del pueblo se abre un sencilla plaza donde se encuentra la iglesia parroquial de la cual yergue altiva su torre barroca en ladrillo que se eleva a más de sesenta metros de altura.

En la misma plaza está el Museo de Carpintería y Fragua. Se encuentra en un taller de carpintería que se creó a principios del siglo XX. En su interior se conservan más de doscientas piezas y maquinaria ligadas al trabajo de la madera y del hierro. Una pequeña audición y varios paneles sirven al visitante para mostrar estos dos oficios tradicionales.

Junto a la iglesia parte la calle Baja, la cual desemboca a los pies del Molino Bajo. Tras su acondicionamiento se muestra su interior completamente restaurado, siendo un fiel reflejo de lo que fue. El molino data de mitad del siglo XIX. En su interior se conservan los dos pares de muelas, así como las tolvas desde donde se vertía el grano. Cuenta también con una gran cernedora utilizada para clasificar la harina según su calidad. El molino se acompaña de la vivienda del molinero, que tiene las estancias propias como la cocina y otras muchas con pavimentos originales. Sobre el molino también se puede observar un pequeño taller de carpintería que aprovechaba la fuerza transmitida por poleas para el trabajo de la madera.

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Por la tarde se propone la visita a otra población situada junto al río Aguasvivas. Para ello es necesario volver a la población de Muniesa, y retomar la carretera regional en dirección a Utrillas. Poco después un nuevo desvío conduce a Huesa del Común, tras atravesar la localidad de Plou. Tras la reconquista  a mediados del siglo XII por Ramón Berenguer IV se creó el señorío de Huesa, llamado Honor o Común de Huesa. Tras rebasar la población se alcanza el río Aguasvivas. A escasos metros se alza un puente de piedra de arco rebajado, mediante el cual se accede a una pequeña área recreativa. Un corto paseo remontando el cauce conduce a los restos del Molino del Vado. En la otra orilla en todo momento se pueden apreciar las imponentes crestas rocosas tras las cuales se oculta la población. En la parte alta se asienta el castillo que más tarde se visitará, proporcionando una de las vistas más espectaculares que ofrece esta bella población.

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La visita al casco urbano comienza a los pies de la carretera, atravesando un portal de la antigua muralla. Callejeando en sentido ascendente se alcanza la iglesia, situada en la parte alta. La iglesia de San Miguel fue construida en estilo barroco a principios del siglo XVII. Sobresale la torre de ladrillo muy esbelta, y que se alza en tres cuerpos. El primero de planta cuadrada y los dos restantes son ochavado y octogonal. Desde la parte trasera de la iglesia parte una senda que conduce al Castillo de Peñaflor. Se trata de uno de los castillos turolenses más antiguos, ya que fue construido posiblemente entre los siglos XII y XIII sobre un crestón calcáreo. En el Cantar del Mío Cid aparece citado. Sobre la roca quedan restos de murallas y de dos torres cuadradas. La torre occidental, de ocho metros de altura, conserva una cubierta de bóveda de cañón apuntado; mientras que la oriental, de cinco metros, tan sólo conserva el arranque de la bóveda de crucería de uno de sus pisos. Desde la fortaleza, y sobre las crestas rocosas, las vistas en todas las direcciones son espectaculares. El pueblo se divisa a los pies mientras que en la parte trasera las paredes verticales se desploman hacia el río que rompe la muralla calcárea.

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Se desciende hasta alcanzar de nuevo la parroquial, tomando la amplia calle de San Miguel, que discurre paralela a la antigua muralla, a extramuros. En la parte baja se abre el portal de San Miguel. Sobre el arco hubo un antiguo torreón, y ahora lo hace una vivienda. La calle atraviesa otra de las puertas de la muralla. El portal del Pilar toma su denominación de la capilla abierta a Nuestra Señora del Pilar. Una vez atravesado se abre la plaza mayor, en la cual se encuentra el frontón y el ayuntamiento. El edificio fue la antigua residencia del señor de la villa, obra del siglo XVI. Su fachada se compone de una doble lonja a base de grandes vanos adintelados llevados a cabo en ladrillo, con balaustrada orlada con decoración de tradición mudéjar. Al otro lado de la plaza se abre otro arco, mucho más sencillo y menos pintoresco que los anteriores. A través del mismo se puede salir a la carretera para finalizar así la visita a la población.

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Cinco Villas FINES DE SEMANA

Sádaba y Uncastillo, del romano al románico

Estas dos villas cincovillesas ligadas por el río Riguel aglutinan un patrimonio artístico y arquitectónico muy valioso. Desde el legado romano depositado en el yacimiento de los Bañales y el Mausoleo de los Atilios hasta el magnífico conjunto formado por las seis iglesias románicas de la villa de Uncastillo. A ello se añade el gótico de la iglesia de Santa María de Sádaba.
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Esta propuesta de fin de semana invita a descubrir una parte de la comarca de las Cinco Villas, situada en la zona más occidental de Aragón.  Se accede desde la carretera de Logroño por Alagón o Gallur. Una vez en la capital comarcal, Ejea de los Caballeros, unos veinte kilómetros la separan de Sádaba, una de las villas que da nombre a la comarca. Tras pasar por la oficina de turismo  es recomendable visitar en primer lugar el castillo. Se toma dirección a la imponente fortaleza. La población estuvo en manos navarras durante un corto periodo de tiempo, momento en que Sancho VII el Fuerte construyó el actual castillo, para pasar definitivamente a Aragón en el año 1261. Se trata de un gran edificio de planta cuadrilátera con murallas de gran altura. Cuenta con siete torres almenadas de planta rectangular, cuatro de ellas en las esquinas, el resto integradas en los muros.

El acceso compuesto de arco de medio punto se encuentra flanqueado la torre del Rey y la torre de la Reina. Al atravesarlo un zaguán al descubierto introduce en el patio de armas. Al frente se encuentra la capilla, pequeña estancia cuadrilátera cubierta con bóveda de crucería. Adosadas a los muros norte y oeste se abren dos salas compuestas por dos plantas. Una de ellas se cubría con techumbre a dos aguas sustentada por arcos fajones, y la otra con bóveda de medio cañón.

La torre del Rey, situada en el ángulo suroeste alberga en su interior dos plantas, cubiertas de bóveda de medio cañón apuntado y bóveda de crucería respectivamente. Uno de los atractivos del castillo es poder recorrer el camino de ronda que discurre sobre las murallas, el cual atraviesa las torres mediante pasadizos, y que favorecía la vigilancia del recinto. Ahora sirve como excelente mirador en todas las direcciones para el visitante.

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Se vuelve al casco urbano y se alcanza la iglesia de Santa María, obra gótica tardía consagrada en 1549. A los pies de la fábrica se abre la portada principal, con seis arquivoltas apuntadas enmarcadas por un tímpano que se rodea de un guardapolvo con pináculos. La torre, una de las obras góticas más sobresalientes de todo Aragón, tiene como arranque un gran cuerpo cuadrado, al que se le suceden dos cuerpos octogonales. En el cuerpo superior aparece una galería protegida por una balaustrada.

Además cuenta con arbotantes y pináculos que denotan el marcado estilo gótico. En el interior se compone de una nave de salón bajo bóveda de crucería estrellada. El coro sobresale por su magnífica sillería de madera llevada a cabo en 1667. En una de las capillas que forman el crucero, se conserva la talla del Cristo Marinero, imagen gótica encontrada en las aguas de Canarias por Tiburcio Xinto en el año 1503. Este capitán de la Marina quiso donarla a su localidad natal y su deseo fue concedido por Carlos V.

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Ante el acceso se abre la plaza Aragón donde se alza también el ayuntamiento, de reciente factura pero siguiendo los cánones de la arquitectura tradicional aragonesa. Un paseo por las calles de la población permite descubrir un buen número de edificios civiles interesantes como la Casa Cortés. Su fachada de piedra de sillar se trunca con la tradicional galería de arquillos doblados en ladrillo.

Para la tarde se propone descubrir el pasado romano de la zona. Tomando la carretera que conduce a Uncastillo, a dos kilómetros parte una pista señalizada a la izquierda que lleva al Mausoleo de los Atilios. Se trata de un sepulcro romano mandado construir por Atilia Festa para depositar los restos de su padre y su abuelo. Fue llevado a cabo entre el año 193 y el 235. Del conjunto se conserva sólo una fachada lateral.  Ésta se compone de un podium, sobre el que se alza una arquería ciega de cinco cuerpos dividida por pilastras decoradas con motivos vegetales. Se culmina con tres frontones, de los que se conservan sólo dos.

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 Un poco más adelante surge la población de Layana. Por el camino del cementerio se accede en unos dos kilómetros al Yacimiento de los Bañales. El origen del asentamiento es la población ibera situada en el Pueyo de Bañales, que fue conquistada por los romanos. A su alrededor se construyó en torno al año 178 a. C. una nueva ciudad, una de las productoras de trigo más importantes del Imperio Romano. De ella no quedan restos suficientes que muestren una idea global del asentamiento. El primer rastro de la ciudad son dos pilastras de orden toscano pertenecientes al foro. A escasos metros se han descubierto los cimientos de una casa romana, con su patio en el centro. Entre los restos más importantes se encuentran las termas.

Contaban con varias dependencias siendo la mejor conservada el apodyterium, utilizada como vestuario, con bancos adosados a los muros y hornacinas alrededor para dejar los objetos personales. La pista de acceso continúa hasta alcanzar una de las obras más emblemáticas, el acueducto. Conserva 32 pilares, menos de la mitad de los que tenía la obra, formados por piedras apoyadas sin argamasa y de forma irregular. Servía para traer aguas a la ciudad desde el río Arba de Luesia, con una longitud en el trazado de unos ocho kilómetros, siendo el acueducto propiamente dicho de trescientos metros. Sobre los pilares discurría un canal de madera sujeto por tirantes. Con la llegada de la cristianización se construyó la ermita de Nuestra Señora de los Bañales en el centro de la ciudad romana. La fábrica actual data del siglo XVII, compuesta por una nave con capillas laterales y cabecera plana. Cuenta con crucero, sobre el que se alza cúpula.

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Para el domingo se propone descubrir la monumental población de Uncastillo. Fue reconquistada alrededor del año 915 de la mano del rey Sancho Garcés I.  La villa fue declarada conjunto-histórico artístico en 1966 en base a su gran patrimonio artístico cuyo principal exponente son las seis iglesias románicas construidas en el siglo XII. La visita de la población tiene como punto de partida la Iglesia de Santa María, situada en la parte baja de la población. En el año 1135 comenzaron sus obras. En el interior cuenta con una nave bajo bóveda de medio cañón apuntado sobre arcos fajones doblados.

Se culmina con ábside semicircular donde se abre una arquería de medio punto con destacada decoración en los capiteles. Al exterior se abren dos portadas, constituyendo la portada sur una de las más bellas del románico español. Consta de tres arquivoltas cuya decoración tiene marcado carácter profano y lúdico que se completa con abundante decoración vegetal. La torre, de origen románico, fue transformada en la segunda mitad del siglo XV dándole el monumental aspecto actual. Consta de planta cuadrada que se culmina con un cuerpo octogonal, donde se abren ventanas de fina tracería gótica; además cuenta con contrafuertes y se remata con esbelto chapitel. Sobresalen los garitones en los ángulos, conectados por una galería de ventanas.

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Se avanza por la calle Mediavilla, una de las más importantes del trazado medieval. En ella se alzan edificios destacables como la Casa Martín Aisa, con portada decorada a base de figuras geométricas, humanas y animales en sus dovelas. Junto a la iglesia de San Andrés parten unas escalinatas que conducen al castillo, que se asienta sobre la peña de Ayllón. En la parte alta destaca la torre del Homenaje de planta cuadrada construida entre los siglos XI y XIV. Tras su recuperación alberga el Museo de la Torre, con abundante material documental y audiovisual. La visita se culmina en la terraza, desde donde se puede disfrutar de vistas del castillo y del conjunto de la villa. A escasos metros se levanta el palacio de Pedro IV construido en el siglo XIV. El edificio consta de dos plantas cubierta con bóvedas de crucería. En sus muros se abren dos vanos apuntados de fina tracería gótica. En la primera planta hay un espacio expositivo dedicado al rey aragonés. Adosada aparece una torre hexagonal que se eleva en cuatro plantas.

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Se vuelve a la calle Mediavilla y un poco más adelante se abre la plaza de los 50 caballeros, donde se alza la iglesia de San Martín de Tours. La construcción románica data del siglo XII de la cual sólo se respetó el ábside y las dos portadas tras la reforma de 1557. Al sur se abre una portada románica, ahora guarecida por un pórtico. Dentro de la fábrica actual de la iglesia se encuentra la otra portada románica. Destaca por su crismón trinitario y dos leones afrontados. Además cuenta con torre de planta cuadrada compuesta por cinco tramos delimitados por impostas. Tiene remate defensivo, similar a la de Santa María. El ábside al exterior se adorna con arquería ciega de inspiración lombarda. En ella se ha ubicado el Centro de Arte Religioso del Prepirineo, donde se muestra el valioso patrimonio artístico que atesora. El espacio interior se compone de una nave cubierta con bóveda de crucería. El ábside está decorado en el interior por una arquería de doble arquivolta. Destaca el magnífico retablo mayor realizado por Martín García en 1520 dedicado a San Martín de Tours. También es de destacar la sillería del coro de mediados del siglo XVI, con dos filas de asientos, siendo la superior rematada con crestería y paneles decorados.

Continuando el paseo por la calle Mediavilla, ésta deja en la plaza del Mercado, con algunas casas porticadas. Desde este espacio parte la calle Larués que más adelante se ensancha dando lugar a la plaza de la Villa. En este espacio se levantó en 1568 la Casa Consistorial, un edificio que muestra una preciosa fachada renacentista de sillería en tres plantas separadas por impostas. En su fachada aparecen representadas todas las virtudes teologales y cardinales, combinando los principios morales del buen gobernante con el cristianismo. En la parte baja se abren dos portadas de medio punto; en la planta noble ventanas decoradas con frontones triangulares y se culmina con galería de ventanas arquitrabadas. Se decora bajo el alero con gárgolas y crestería calada, conjunto de marcado acento gótico.

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Si se dispone de tiempo por la tarde se puede seguir descubriendo el valor patrimonial de la villa. Se accede a la margen izquierda del río Cadenas atravesando un pequeño puente. Situada en alto se alza la iglesia de San Juan, desde donde se disfruta de una de las mejores vistas de la población medieval. La construcción románica del siglo XII se acompaña de una antigua necrópolis. Consta de unas ciento cincuenta tumbas antropomorfas fechadas entre los siglos IX y XII, que se distribuyen alrededor de la iglesia y en su interior. Luce dos portadas de dos arquivoltas de sección rectangular. Se desciende por la calle Joaquín Costa hasta alcanzar una plazoleta donde se encuentra la iglesia de San Felices. De esta fábrica románica del siglo XI destaca su portada con un crismón que representa el martirio de San Félix, apoyado en ménsulas con animales fantásticos.

Y finalmente en el arranque de la carretera que conduce a Sos del Rey Católico se encuentran los restos de la iglesia de San Lorenzo. De la iglesia queda uno de sus muros, el más importante ya que en él se abre la portada. Está compuesta por dos arquivoltas guarecidas por tejaroz sobre canecillos. En el tímpano se esculpió el martirio del santo. A escasos metros se aprecia la cubierta del Pozo de Hielo de San Lorenzo. Se trata de una construcción circular datable entre los siglos XVI y XVII. La construcción tiene planta circular de seis metros de diámetro, llevada a cabo mediante gruesos muros. Cuenta además con dos aberturas; la puerta de acceso, y una superior para el llenado y extracción del hielo. Su interior se ha acondicionado como Museo del Frío, con utensilios utilizados para la fabricación del hielo.

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Bajo Martín EXCURSIONES

Albalate del Arzobispo, tambores y mucho más

La ruta del Tambor incluye poblaciones como Albalate del Arzobispo, catalogada como conjunto histórico artístico. Sus calles recuerdan el pasado musulmán donde sobresale la torre mudéjar de su iglesia y un castillo gótico que corona la población. Y en su término municipal el Barranco de Valdoria, un lugar donde poder disfrutar de una pequeña aventura surcando un espectacular barranco con muchísimos atractivos.
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Esta excursión recorre el término municipal de Albalate del Arzobispo, en Teruel. Se accede a esta localidad desde Híjar, que está situado en la carretera de Castellón. Dejando la visita del casco urbano para la tarde debe tomarse la carretera que conduce a Andorra. En las inmediaciones del km 25, a unos seis kilómetros del pueblo, parte una pista señalizada a mano izquierda. Un panel informativo marca el arranque de la ruta que conduce al Barranco de Valdoria. La pista en buen estado se encamina hacia el lugar, debidamente señalizada en todos los cruces. Termina en un pequeño olivar, donde debe dejarse el vehículo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

2 horas (total)

200 m (acumulado)

Media /Alta

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La senda se adentra en el frondoso barranco repoblado con pinos y flanqueado por riscos de conglomerados. En un cuarto de hora se alcanza una pequeña caseta construida bajo la roca. Se recorre ahora un tramo mucho más angosto hasta alcanzar los antiguos depósitos de agua situados al abrigo de una gran cueva abierta. Fueron utilizados antaño para el abastecimiento de la población de Albalate del Arzobispo. Unas grapas adosadas a la roca permiten acceder hasta su interior. Desde la parte alta las vistas del barranco son espectaculares. Volviendo al sendero se alcanza la zona más angosta, donde cae agua de las paredes tapizadas de musgo y helecho, formando una pequeña balsa.

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La aventura comienza teniendo que pasar agachado bajo la roca y bordeando el agua. Al fondo una escalera asciende a un rellano superior cerrado por una presa de hormigón de once metros de altura. Unas grapas en su muro de contención escalonado permiten ascender sin dificultad. Ya arriba aparece el pequeño embalse que acumula el agua que ocupa este estrecho y profundo barranco. Hasta este punto la dificultad es media y para los menos atrevidos llegar hasta este punto habrá merecido sobradamente la pena. Para avanzar en la ruta ahora es recomendable el uso de casco y arnés. A la derecha parte una senda que se apoya en una pequeña vía ferrata que bordea una de las laderas del embalse. Está dotada de grapas y vía de vida en todo su recorrido.

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Al llegar a la parte alta y dejando el sendero que conduce a la Cueva Negra, se toma una senda que rodea el embalse. Tres cuartos de hora se han invertido hasta finalizar la vía ferrata, y sólo son necesario diez minutos más para alcanzar la Cueva del Huerto. Al llegar a la cola del embalse, una escalera permite el descenso a un espacio cubierto de árboles de gran porte e inundado por la hiedra. Este idílico rincón cuenta con un lateral bajo la roca a modo de abrigo de 42 metros de largo y 6 metros de altura. En su interior hay una mina de agua excavada en el siglo pasado, de donde fluye un arroyo que alimenta el embalse.

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Debe desandarse todo el recorrido hasta la caseta situada junto a los depósitos del barranco. A escasos metros parte un nuevo sendero, el cual será utilizado para la vuelta. Es conocido como Rincón del Gorgo. Un leve ascenso entre pinares sitúa al senderista bajo los conglomerados. Bordeando las paredes rocosas se alcanza un primer punto de interés donde la senda atraviesa un estrecho entre dos paredes rocosas de gran altura. Y un poco más adelante se llega al tramo más espectacular, en el cual un deslizamiento de las paredes rocosas ha formado un estrecho de gran altura, cubierto a modo de cueva, donde la luz sólo entra por ambos extremos. Se puede atravesar sin el apoyo de una linterna, pero si se lleva mejor. En su interior la senda desciende y vuelve a ascender, dotada en todo su recorrido con peldaños de madera que facilitan el tránsito. Un lugar ciertamente atractivo. Al salir de la cueva el sendero comienza el descenso atravesando el pinar hasta alcanzar la senda inicial, ya muy cerca del aparcamiento de vehículos.

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Una vez realizada la excursión se recomienda antes de la comida acercarse hasta el Santuario de la Virgen de Arcos. Para ello hay que volver en dirección a Albalate del Arzobispo y antes de llegar tomar la carretera que conduce a Oliete. Tras recorrer poco más de siete kilómetros se alcanza el cruce que asciende al santuario que se yergue sobre un roquedal imponente, frente al río Martín. Este lugar fue poblado desde época de los iberos, y más tarde surgió el pueblo de Arcos en torno a su castillo ubicado en el lugar ocupado ahora por el santuario, que fue posteriormente abandonado. En el siglo XVII comenzó la construcción de un digno santuario para albergar la patrona de Albalate del Arzobispo, que fue ampliado posteriormente. En la actualidad el estado del conjunto dista mucho del esplendor de antaño, pero sigue siendo pintoresco por su peculiar ubicación.

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Por la tarde se propone la visita al casco urbano de Albalate  del Arzobispo. Coronado por el castillo, sus casas se extienden hasta el cauce del río Martín ofreciendo una estampa pintoresca.

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Desde el puente una calle empinada y estrecha conduce a la plaza de la Iglesia, que alberga la casa consistorial y el templo parroquial. La iglesia de la Asunción es un edificio levantado entre 1581 y 1589, conservando sólo la torre mudéjar de la fábrica anterior. Construida en ladrillo consta de tres cuerpos, a los cuales se añadieron dos más culminándose con chapitel apuntado. En el segundo cuerpo se concentra la decoración mudéjar con esquinillas, rombos y modillones, además de azulejos de color blanco y azul. Al interior destaca la capilla de la Virgen de los Arcos que data de 1765, la cual se cubre con cúpula elíptica sobre pechinas y cubierta con esbelta linterna.

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Desde la plaza mayor, a mano derecha se accede al castillo mediante unas escalinatas empinadas. Una verja delimita el espacio circundante, donde también se ubica la plaza de toros. El castillo palacio está considerado como una joya del gótico aragonés, el cual puede visitarse consultando los horarios previamente. Fue construido entre 1297 y 1313. Esta residencia se distribuía en forma de un cuadrilátero con salas dispuestas alrededor de un patio central descubierto de la cual se conserva un edificio rectangular de dos plantas. Una escalera de madera sirve de acceso a la planta inferior, compuesta de una sala se cubre con bóveda de cañón apuntado con estrechos ventanales. Sobre ella hay ahora emplazada una terraza, a falta de las construcciones desaparecidas. Parte de esta segunda planta es ocupada por la pieza más sobresaliente, la capilla. Se divide en seis tramos mediante arcos. El techo se cubre con viguería, adornada por pinturas policromadas, con motivos heráldicos. En sus muros se abren cinco ventanas de bella tracería gótica, dos de ellas en el lado derecho y de mayor amplitud. En el exterior destaca la torrecilla octogonal mudéjar, que sobresale en la silueta del castillo.

Si se dispone de algo más de tiempo merece la pena pasear por las estrechas calles para descubrir el pasado musulmán de la localidad. Desde la plaza de la Iglesia parte la calle Tremedal, la cual conduce sin pérdida al único portal conservado de la primitiva muralla. Este portal presenta en la actualidad la singularidad de tener una doble advocación religiosa: a intramuros la capilla de Santo Domingo y hacia el exterior exhibe una bella hornacina con la imagen de Nuestra Señora de Arcos. Volviendo de nuevo a la plaza debe tomarse ahora la calle Mazas. Le suceden otras calles que suben vertiginosas hacia una de las colinas que rodean el casco urbano. Abandonamos las últimas casas, y los pasos conducen a la ermita del Calvario, rodeada de un amplio pinar desde donde la vista del pueblo y de toda la vega del Martín es privilegiada.

 

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