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Hoces del Jalón, atravesando el Sistema Ibérico

El río Jalón nace en tierras sorianas y poco después comienza su andadura por Aragón, camino a la ribera del Ebro. En su zona intermedia debe atravesar el Sistema Ibérico. Un tramo agreste y sinuoso que obliga al río a retorcerse formando las Hoces del Jalón. Una parte montañosa que alterna las pequeñas huertas con los desfiladeros, pero que también alberga un buen número de pueblos con un patrimonio relevante.
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Para acceder a este tramo del río Jalón es necesario tomar la autovía entre Zaragoza y Madrid. Al igual que el río debe atravesar el Sistema Ibérico. Pero ésta mediante un trazado más cómodo, tras las obras llevadas en las últimas décadas.

Una de las salidas conduce directamente a Morata de Jalón, la primera parada en la ruta. Desde la reconquista por Alfonso I el Batallador la localidad formó parte de señoríos. En 1550 surgió el título de Conde de Morata. Uno de ellos, Francisco Sanz de Cortés, fue el impulsor del edificio más importante de la localidad. La carretera atraviesa la localidad, pasando junto a una preciosa plaza. Este espacio está delimitado por tres edificios de gran belleza; al frente el palacio de los Condes de Argillo, a la izquierda la iglesia parroquial y a la derecha la lonja del ayuntamiento. Las obras se llevaron a cabo entre 1672 y 1676 bajo la tutela del arquitecto Juan de Marca que dejó una clara impronta barroca. La fachada principal consta de dos plantas en altura, en cuya parte central se abre la portada. Se culmina bajo el alero con un tímpano que alberga un óculo rodeado de decoración.

Tanto la fachada central como las laterales se rematan bajo el alero con una galería de pequeños óculos rodeados con abundante decoración. A la izquierda se alza la iglesia de Santa Ana, edificio anterior integrado en la construcción. Destaca la torre situada en la esquina de la plaza. Del edificio despuntan tres cuerpos octogonales que se rematan con un cupulín decorado con teja de color azul. En el lado opuesto se abre la lonja del antiguo ayuntamiento. Y en la esquina se eleva otra torre, de similares características a la anterior, aunque con menos decoración y con chapitel afilado.

Una de las excursiones más interesantes de la zona acerca al Paraje de las Torcas, muy conocido por la práctica de la escalada. Un lugar que ofrece uno de los entornos paisajísticos más interesantes del río Jalón a su paso por el Sistema Ibérico. Al final de la calle del barranco, junto al centro de salud, parte una pista que toma dirección a las ricas huertas de la vega del Jalón. En unos metros se ha acondicionado un mirador desde el cual se contempla en su totalidad el recorrido de la excursión. El nombre del paraje procede de la Loma de las Torcas, de la cual se descuelgan las paredes verticales más elevadas de todo el conjunto, en la margen derecha del río. Se discurre por la pista principal, sin cruzar las vías del ferrocarril, ascendiendo poco a poco. Se pasa junto a la Aguja Solitaria, situada a los pies de la pista. Poco más adelante aparece la Peña del Reloj, que se precipita a la vega mediante paredes verticales por donde hay trazadas numerosas vías de escalada. Entonces el recorrido comienza un descenso zigzagueante en dirección al río. La pista termina en un amplio aparcamiento, a poco menos de tres kilómetros del casco urbano.  En este punto, bajo el Almendro, una gran pared vertical a escasos metros del río, parte un sendero que conduce en diez minutos a la Peña Agujereada, un espectacular arco de piedra. Tras rebasarla se puede acceder al gran arco elevado por su parte trasera sin ninguna dificultad. Lo espectacular de su formación rocosa se complementa con las excelentes vistas que desde este mirador se pueden disfrutar.

Ya de nuevo en la población, se retoma la carretera que tras atravesar las vías del ferrocarril y el río Jalón toma dirección al cercano pueblo de Chodes. Tras la construcción del actual pueblo se abandonó el viejo situado a un kilómetro, a los pies de la fortaleza que vigilaba el estrecho del río Jalón. La construcción se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XVII por Francisco Sanz Cortés, conde de Morata. En 1676 encargó el proyecto al arquitecto Juan de Marca. El casco urbano se compone casi exclusivamente de una plaza poligonal de doce lados. Cuenta con 23 viviendas formadas por edificios iguales de dos alturas separadas por pilastras de ladrillo. El recinto alberga además la casa consistorial y la iglesia parroquial. Se accede al interior a través de tres pasadizos, dos de ellos enfrentados y que sirven de paso a la carretera. La iglesia de San Miguel cuenta con fachada de ladrillo. Se abre el acceso de medio punto que se antecede de escaleras. Sobre él un óculo y una espadaña con cuatro vanos de medio punto en dos alturas, convertida después en torre.

Para la tarde se propone ascender por el valle del río Isuela. Entonces se avista la hermosa estampa de la localidad de Mesones de Isuela a los pies de su magnífico castillo. Desde la travesía es necesario alcanzar la plaza mayor. Allí se alza la iglesia de la Asunción, obra del siglo XVI reformada dos siglos después. Destaca la torre de ladrillo con decoración mudéjar. También el ayuntamiento con lonja de tres arcos de medio punto de ladrillo en su parte baja. Bajo uno de ellos parte un pasadizo a través del cual se inicia el ascenso hasta el castillo. Esta fortaleza de estilo gótico fue construida entre 1370 y 1379 gracias al mecenazgo del arzobispo de Zaragoza Don Lope Fernández de Luna. Las obras no se llegaron a terminar y el castillo no participó en ninguna contienda. Consta de planta rectangular con seis grandes torreones, cuatro situados en los vértices y dos en el centro de los lados mayores; todos ellos presentan planta circular. La rampa de acceso conduce hasta el acceso.

Una vez al interior se abre un gran patio. En el recorrido interior se pueden visitar las torres, una de ellas terminada y con una altura de quince metros. También las estancias palaciegas que se alojan en el interior del castillo. Uno de los elementos más importantes es la capilla barroca, que ocupa una de los torreones. De planta circular al exterior, y hexagonal al interior. Cuenta con dos plantas, una subterránea que constituye la cripta, y encima de ella la capilla original del castillo, la cual se cubrió con una techumbre mudéjar con pintura gótica. Está formada por una armadura de madera que se adapta a la planta, con seis paños inclinados que convergen en una pieza hexagonal situada en el centro. Se trata de un ejemplar único dentro de la arquitectura aragonesa del siglo XIV.

Al día siguiente se remonta el valle del Jalón. A unos cuatro kilómetros de Morata de Jalón se divisa la silueta de Villanueva de Jalón. No cuenta con acceso rodado, con lo cual es necesario dejar el vehículo en un apartadero de la carretera junto a una curva pronunciada. Un poco más adelante arranca un acceso peatonal. Perdió su población en la década de los cincuenta, aunque llegó a contar con doscientos habitantes. Enseguida aparecen los primeros edificios, y poco más arriba una plaza delimitada por casas en ruinas. De ella parte una calle que deja a los pies de la iglesia de la Virgen de la Huerta. Del tejado tan sólo restan los arcos que sostenían la cubierta de madera. En el siglo XVII fueron añadidas las capillas laterales de factura barroca con influencia mudéjar, que se cubren con interesantes bóvedas decoradas con yeserías. El elemento más destacado es la torre, a pesar de su escasa altura. Su primer cuerpo, del  siglo XV, cuenta con decoración mudéjar en ladrillo. Se añadió posteriormente otro cuerpo que hace de campanario.

Desde la parte trasera de la iglesia se puede ascender hasta la parte alta de la cresta rocosa donde se asientan los restos de un castillo. Antes de alcanzar la fortaleza hay un mirador con magníficas vistas del meandro formado por el río, así como de todo el valle. El tramo final es más complicado y está dotado de unas clavijas. En lo más alto se conservan los muros de un torreón rectangular del siglo XIV bordeado por paredes que se descuelgan vertiginosamente sobre el valle del río Jalón.

Se avanza hasta alcanzar la localidad de Morés. Desde ella se toma la carretera que se encamina al valle del río Aranda. En apenas un kilómetro surge el desvío hacia Sestrica. Nada más acceder al casco urbano aparece una plaza irregular. De allí parte a la derecha una calle que conduce hasta la plaza donde está la casa consistorial. Para ello es necesario atravesar un pasadizo que pasa bajo el edificio. La calle continúa hasta desembocar en otra plazoleta, con un buen mirador del pueblo y sus alrededores. Allí se alza la iglesia de San Miguel. Una construcción ruda de mampostería y cuya torre luce cuerpo superior de ladrillo rematado con chapitel. Es recomendable un paseo por la calle del castillo, que rodea el montículo donde se asienta la población, evocando tiempos pasados y que ofrece bellos rincones.

Atravesando la población, junto a un peirón, parte un camino asfaltado que en su inicio conduce a la ermita de San Bartolomé. Siguiendo las indicaciones, en este cruce se toma el ramal derecho. Más adelante se pasa cerca del Alcornoque del Prado, a unos dos kilómetros del pueblo. El ejemplar de alcornoque monumental se emplaza a trescientos metros de la pista. Lo componen una decena de troncos que parten desde la tierra para dar lugar una copa que se eleva a 10 metros de altura. Volviendo al camino principal, y tras un desvío a la izquierda se aproxima a un refugio forestal. Desde este punto parte una pista que asciende hasta el Alcornocal de Sestrica. Al finalizar la pista se convierte en senda, y toma dirección a la derecha. La ladera se salpica de pequeños ejemplares de alcornoque que se alternan con carrasca y coscoja, de la misma familia. Poco a poco tienen mayor porte. La senda asciende hasta un collado con vistas a Illueca. En sus troncos quedan las marcas de la extracción del corcho, actividad que se inició a mitad del siglo pasado. Anteriormente su madera era utilizada al igual que la carrasca para leña, y de manera puntual se aprovechaba la corteza para la fabricación de colmenas. El bosque de alcornoques ocupa una superficie de 320 ha, y en Aragón sólo se encuentran otros ejemplares en Aniñón, Villarroya de la Sierra y Olba. En España los alcornocales se concentran en Extremadura, Andalucía y Cataluña, donde se produce el 30% del corcho mundial. La vuelta se realiza por otra pista que parte directamente desde el refugio en dirección contraria al acceso al alcornocal, y que conduce a la ermita de San Bartolomé, completando el recorrido circular.

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Aranda, río de Luna y calzados

El río Aranda recorre uno de los valles de la comarca a la cual da nombre. Nace en la Fuente Lagüen, cerca de Aranda del Moncayo. En el tramo intermedio sus aguas bañan las grandes poblaciones del valle, en las que se concentra buena parte de la población y la tradicional industria del calzado. Su capital, Illueca, alberga la residencia de los Luna, donde nació el único papa aragonés de la historia.
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Para acceder a la comarca del Aranda se toma dirección a Madrid desde la capital del Ebro. En pleno Sistema Ibérico y junto a la población de El Frasno parte el desvío que conduce al valle del Aranda tras pasar cerca de Sabiñán y Morés. El primer lugar de visita es Brea de Aragón. Tomando el desvío, una vez atravesados los polígonos industriales, se accede al centro de la localidad. En la plaza mayor se levantan los edificios del ayuntamiento y la iglesia de Santa Ana. La iglesia fue costeada por el Cabildo del Pilar, del cual dependía la población. En su interior las techumbres se decoraron en el año 1677 con yeserías, cuya obra pertenece a Juan de Marca.

Cerca, en la travesía, está el Museo del Calzado. Esta población es el origen de la industria del calzado de la comarca. A principios del siglo XVII contaba con varias tenerías, donde se maceraban las pieles para su posterior utilización. También se introdujo el cultivo del zumaque en la zona, de cuya planta se extraía una sustancia para curtir las pieles. Ya en 1835 la población contaba con un centenar de zapateros y salía una producción de 80.000 pares de calzado anuales. El museo cuenta con dos plantas en torno a un patio central cubierto. Un audiovisual recibe al visitante en la planta calle, donde además se muestra la fabricación del calzado de manera artesanal paso a paso. En la planta baja el tema elegido es el desarrollo industrial del siglo XX, que incluye la original puesta en funcionamiento de varias máquinas industriales. La mañana se puede completar con la visita a alguno de los almacenes de calzado situados en el polígono industrial de la localidad.

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Por la tarde la visita se centra en la población de Illueca, que cuenta con más de tres mil habitantes y se ha constituido en el motor económico e industrial de la comarca. Junto con Brea de Aragón concentra la actividad industrial dedicada al sector del calzado. En el año 1680 se localizaban tres tenerías en la localidad. En la primera mitad del siglo XX se produjo un gran impulso con la diversificación del fabricado del calzado.

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En 1263 fue entregado el señorío de Illueca a Jaime de Gotor. A principios del siglo XIV se emparentan las casas de los Luna y de Gotor, dando lugar a una de las casas más importantes de la Corona de Aragón. La familia de los Luna adoptó su nombre tras la toma de la población de Luna siendo rey Sancho Ramírez. Los señores de Illueca fueron personajes muy influyentes en la vida política aragonesa y desde el año 1550 son conocidos como condes de Morata. Ya en el año 1665 se venden los señoríos de Gotor e Illueca al marqués de Villaverde, cuya familia cedió hace unas décadas el castillo-palacio para su restauración. Entre los sucesores directos del enlace que unió las familias de Luna y Gotor aparece Pedro Martínez de Luna y Gotor, el papa Luna, el cual nació en 1328. Fue nombrado cardenal en 1375 por el papa Gregorio XI. A su muerte se produjo una serie de acontecimientos que desembocaron en el Cisma de Occidente, dando lugar a la elección de dos papas: Urbano VI en Roma y Clemente VII en Agnani que se trasladaría a la sede de Aviñón. Don Pedro de Luna apoyó a éste último, y al fallecer es nombrado papa con el nombre de Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna, siendo el único papa aragonés de la historia. Con el concilio de Pisa en 1403 se nombró a un nuevo papa, Alejandro I. Ante la negativa de abdicar los otros dos se agravó la situación al haber paralelamente tres papas en disputa. Tras el concilio de Constanza en 1414 fue depuesto Juan XXII, sucesor de Urbano VI. Sin embargo Benedicto XIII, en sus trece no cedió en su postura inamovible, lo que le hizo perder casi todos sus apoyos. Por ello fue excomulgado por el papa Martín V y se retiró al castillo de Peñíscola. Falleció en 1423, cuando contaba con 95 años. Tras su muerte sus restos fueron llevados a su lugar natal. Durante la guerra de Sucesión fueron profanados y arrojados al río Aranda. Se pudo recuperar el cráneo, el cual se depositó en el palacio de Sabiñán, hasta su reciente robo. Tras ser recuperado está a la espera de su definitiva ubicación.

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Una vez en Illueca se atraviesan sus barrios más recientes por la avenida de la Independencia. La señalización conduce al Castillo-Palacio del Papa Luna, emplazado sobre un espolón rocoso desde donde preside la población. Tiene planta rectangular de 65 metros de fachada principal, una de las más largas dentro de los palacios aragoneses. El edificio actual fue iniciado en el siglo XIV. En el siglo XVI se eliminaron las almenas siendo sustituidas por una galería típica aragonesa. El acceso principal se encuentra flanqueado por dos torrecillas circulares. En la parte baja aparece un arco de medio punto, entre pares de pilastras toscanas. Frente a él se dispone un mirador excepcional de la villa. Atravesando la puerta unas escaleras excavadas en la roca ascienden hasta un primer rellano donde parte la escalera principal que sirve de acceso a todas sus estancias. En la actual hospedería aparece una sala cubierta con friso de madera y artesonado con casetones, en la que está el mausoleo del Papa Luna, un oratorio llevado a cabo en el siglo XVII. Se trata de un pequeño espacio donde estuvieron depositados los restos del Papa Luna. Una vez alcanzado la parte alta de la escalera principal, se accede al salón principal conocido como la sala Dorada que data del siglo XIV. Cuenta con un friso mudéjar de yeserías caladas, y sobre él un artesonado policromado que se apoya en ménsulas bellamente talladas y doradas. En las vigas destaca decoración con los escudos de la familia Luna. En una sala contigua aparece la reproducción de un escritorio y de la biblioteca móvil del papa Luna, bajo un artesonado del siglo XV. La visita a la localidad puede completarse con un paseo por la población. A escasos metros del castillo, y en un plano inferior se emplaza la iglesia de San Juan Bautista. La obra inicial pertenece al siglo XIV, en estilo mudéjar. Desde la iglesia una calle descendente conduce hasta la plaza de España, en la que sobresale el ayuntamiento, un edificio de reciente factura con una peculiar torre. De nuevo se recomienda la visita a los almacenes de calzados situados en los accesos a la población para completar la visita a la localidad.

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El domingo por la mañana se propone la visita a la pintoresca población de Aranda de Moncayo. Desde la carretera el acceso desemboca en la plaza mayor, flanqueada por edificios que muestran bellas y cuidadas fachadas. En un costado se levanta el ayuntamiento, cerca de un portal, perteneciente al antiguo recinto de la población. Un paseo por las calles empinadas y estrechas de su casco urbano descubre el pasado musulmán de la población. Una arquitectura discreta que ofrece rincones pintorescos que merece la pena saborear sin prisas.

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Atravesando el arco de la plaza, una calle conduce hasta la iglesia de la Asunción. Una escalinata le sirve de acceso. Al exterior destaca su torre de ladrillo. Volviendo al arco, sin flanquearlo es necesario callejear hasta alcanzar la parte más alta donde se emplazan los restos de su castillo, el cual desempeñó un papel fundamental en la defensa de estas tierras fronterizas entre Castilla y Aragón. Del recinto defensivo se conservan un muro con almenas y restos de una torre. Subir hasta este lugar tiene como recompensa una amplia panorámica de la población y del valle del Aranda. Un poco más abajo se emplaza el mirador del embalse de Maidevera, un lugar excepcional para poder contemplar una vista de la cabecera del valle, donde se guardan las aguas necesarias para el riego y el abastecimiento de todo el Aranda.
La visita de la mañana se completa con un paseo que lleva al nacimiento del río Aranda. Desde la plaza mayor parte una calle descendente que pasa junto a una fuente romana, a escasos metros metros. Descendiendo se dejan atrás las últimas casas y se toma un estrecho camino que remonta el valle. El fondo se cubre con huertas y choperas, y se flanquea por laderas donde afloran las rocas que se cubren únicamente por arbustos. Tras media hora de agradable paseo sin dejar la pista se alcanza el paraje de Fuente de Lagüen. Un muro protege el espacio inferior donde afloran los manantiales de aguas cristalinas. Todas ellas se agrupan en una amplia balsa empedrada y se distribuyen por la vega mediante varias acequias.

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La visita al valle del Aranda puede completarse el domingo por la tarde haciendo un alto de vuelta en Jarque de Moncayo. Un paseo por la parte alta de la localidad permite acceder sin dificultad a su castillo. Se trata de un conjunto defensivo llevado a cabo en el siglo XIV mediante mampostería sobre basamento de sillería en forma de talud. En la parte trasera, las dos esquinas se levantan con dos semitorres, las cuales tienen planta cónica. A pesar de su deterioro quedan algunas almenas de forma puntiaguda, siendo ésta una característica morisca. La puerta de acceso está orientada a la población. Se trata de un arco de medio punto con dovelas de piedra, desde donde se puede disfrutar de una vista completa de toda la localidad, alineada con el curso del río Aranda.

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Aranda EXCURSIONES

Purujosa y Calcena, la cara oculta del Moncayo

Al sur del Moncayo se emplazan dos poblaciones que presumen de estar situadas en la cara oculta del Moncayo. Así se denomina esta zona alejada de la ruta tradicional de ascenso desde Tarazona y Veruela. Allí el paisaje es agreste y guarda atractivos naturales dignos de visitar, unidos a dos pueblos que conservan sus pequeños encantos.
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Esta propuesta se adentra en lo más profundo de la provincia de Zaragoza, ya cerca de tierras sorianas. El acceso remonta el río Aranda desde la población de Morata de Jalón situada a escasa distancia de la Autovía del Nordeste. El primer punto de visita es la pequeña y recoleta población de Purujosa, que se asienta en una espectacular ubicación. Se accede con el vehículo por una calle estrecha y empinada dotada sorprendentemente de un semáforo. En un pequeño ensanche debe dejarse el vehículo y continuar a pie para poder saborear su casco urbano, con casas rústicas de montaña.

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Se pasa en el ascenso junto a la pequeña iglesia, acorde con la población. Ya en la parte alta se llega a un mirador donde surge de repente el barranco de la Virgen a los pies. Tras el barranco de Cuartún, afluente del anterior, se divisan las sierras que se descuelgan del Moncayo, en su cara oculta y poco conocida.

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Para adentrarse en tierras moncaínas se puede elegir entre dos alternativas. La primera de ellas hasta el Barranco de Cuartún, la más sencilla.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

45 min (ida)

125 m

baja

Y también se puede realizar la caminata completa ascendiendo hasta el Collado de la Estaca.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 45 min (ida)

550 m

media

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Para ambas opciones es necesario salir de la parte alta de la población donde arranca un sendero descendente en dirección al fondo del barranco de la Virgen. A escasa distancia se emplaza el peirón de la Virgen de la Leche, en la confluencia con el Barranco de Cuartún. Hasta este punto son apenas veinte minutos de recorrido. La senda ahora discurre encajonada por el fondo del cauce seco del barranco. A los cuarenta minutos de marcha, a mano derecha surge uno de los puntos interesantes de la ruta, la Cueva de Cuartún. Su abertura se cierra en su parte baja por un muro de piedra seca, mientras que una puerta permite el acceso al interior de la corraliza con diferentes recintos separados para guardar el ganado. Es interesante adentrarse en la cueva que tiene iluminación natural debido a su altura. Poco más adelante se alcanza un cruce desde donde se divisa al fondo el Cerro del Morrón, punto final de la primera parte de la sencilla caminata.

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A partir de este punto se puede prolongar el recorrido hasta el Collado de la Estaca, con un tiempo total de una hora y tres cuartos. En el cruce se toma la pista que en fuerte ascenso alcanza un collado herboso desde donde las vistas de las montañas de los alrededores se amplían. Más adelante desemboca en otra pista mejor acondicionada, la cual continúa un ascenso con varias curvas salvando el desnivel. A la derecha el pinar cubre el paisaje, mientras que a la izquierda de la pista los pastizales libres de árboles permiten una amplia panorámica.

Tras hora y media de caminata se atraviesa una chopera donde se encuentra la Fuente del Col. Cuenta con un muro de donde manan varios chorros con abundante caudal. La pista continúa el ascenso flanqueado por el pinar en uno de sus costados hasta alcanzar remontando las últimas pendientes el collado de la Estaca, situado a 1457 metros de altitud. Desde este punto se puede acceder al cercano pico del Morrón, cuya cumbre se alza a 1731 metros. Destaca su figura por las amplias cuevas situadas a los pies del cerro, que caracterizan desde lejos su figura.

Tras la comida se desciende por la carretera en dirección a la cercana población de Calcena. Cuenta con una bella estampa con el río Isuela que discurre a los pies del casco urbano coronado por la iglesia. Atravesando un arco de medio punto se alcanza la plaza mayor. En la parte alta, y al borde de la cresta rocosa se sitúa la iglesia. La colegiata de Nuestra Señora de Reyes data del siglo XVI en estilo gótico-mudéjar. Debe su importancia a haber sido residencia de los obispos de Tarazona. Llama la atención del visitante la torre mudéjar rematada con cúpula de escamas doradas y los cupulines de las capillas cubiertos con tejas de colores.

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