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Bajo Cinca/Baix Cinca FINES DE SEMANA Todas

Mequinenza y Fraga, lugar de encuentro del Cinca, el Segre y el Ebro

En el sureste de la comarca del Bajo Cinca/Baix Cinca se juntan tres de los ríos más importantes de la cuenca hidrográfica. Mequinenza/Mequinensa el viejo desapareció a causa del embalse de Ribarroja/Riba-roja. Sus museos recuerdan la historia de su pasado, mientras sus habitantes con fuerza miran al futuro, con el medio acuático como su mayor potencial. Mientras Fraga, capital de la comarca, basa su potencial en la agricultura y la industria.
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En el pueblo viejo de Mequinenza/Mequinensa arranca el fin de semana por las tierras del Bajo Cinca/Baix Cinca. Esta situado junto a la desembocadura del río Segre en el Ebro. Se puede acceder cómodamente a través de la autopista de Nordeste, que se abandona en la salida de Fraga. Tomando la carretera nacional en dirección a Alcañiz se atraviesa el pueblo nuevo y un kilómetro más adelante se llega a los pies de un aparcamiento. Las antiguas escuelas son el único edificio en pie del casco urbano, que tras su rehabilitación se han convertido en albergue y en la sede de los Museos de Mequinenza.

Para la mañana se propone visitar la oferta museística que ofrece esta localidad zaragozana. El primer espacio es el Museo de Historia. Una maqueta introduce al visitante para hacerse una idea de la configuración del antiguo pueblo, con las casas alineadas frente al río Ebro. Allí comienza el relato de su reciente historia. Con la construcción del embalse de Ribarroja/Riba-roja, las aguas anegarían la parte baja de la localidad, la más comercial. Aunque no se planteaba inicialmente, al final todo el pueblo fue desalojado, y las casas derruidas una vez iban siendo compradas por ENHER, adjudicataria de la concesión hidroeléctrica. En tan sólo cuatro años se culminó el proceso que hizo desaparecer un pueblo con siglos de historia.

En el museo, además de un documental, se pueden visitar varias salas que muestran otros aspectos de la historia, costumbres y entorno natural de Mequinenza/Mequinensa. Se completa con un amplio apartado reservado a la obra de Jesús Moncada. Este ilustre vecino escribió entre muchos otros “Camí de Sirga”, un libro de gran difusión que cuenta los últimos años de la vida en el pueblo. Pero además cuenta con una obra pictórica muy singular, la cual se muestra en una de las salas. En ellas se representan figuras humanas horadadas, que representan el vacío interior que supuso el abandono forzoso del pueblo.

A escasa distancia está ubicado el Museo de la Mina. A través de varias galerías de poco más un kilómetro el visitante se adentra bajo la sierra donde se ubica el castillo de Mequinenza.  A la entrada se suministra un casco, que ambienta todavía más la visita en la cual se relata la dureza del trabajo de los mineros. A la largo del recorrido se han reproducido diferentes escenas, que representan la evolución y modernización del proceso de extracción con el paso del tiempo. En la zona se llegó a extraer el 30% del carbón de producción nacional. Las últimas minas cerraron hace pocos años.

El tercero de los espacios expositivos está situado en la parte trasera del albergue, al aire libre. Se trata del Museo del Pasado Prehistórico. A través de reproducciones de yacimientos arqueológicos y pinturas rupestres del término municipal se descubre cómo era la vida de sus antepasados.

Por la tarde se propone para comenzar la visita a los restos del pueblo viejo. Tras la ruina forzosa de todos los inmuebles de esta villa que superó los cuatro mil vecinos, se efectuó una limpieza que hoy permite pasear por algunas de sus calles, que conservan incluso el pavimento original en algún caso. De las viviendas sólo restan el arranque de sus muros, así como alguna puerta. Aparecen señalizados algunos edificios importantes como el cine, el mesón, la casa de Jesús Moncada, así como la iglesia cuyo interior ha sido invadido por la vegetación acuática debido a las filtraciones. En la parte baja, cerca de la carretera, se conservan todavía las farolas de la plaza de Armas, mudo testigo de la frenética actividad social de la villa.

Como vigía tanto del actual núcleo como del antiguo, el castillo está situado en un lugar estratégico con amplias vistas. Sin embargo su propietario, la Fundación Endesa, sucesora de ENHER, que tanto daño causó tanto a Mequinenza/Mequinensa como a Fayón/Faió, dificulta su visita permitiendo sólo la visita los martes no festivos del año por la mañana. Se trata de uno de los castillos de factura gótica más importantes de Aragón. La  fortaleza musulmana fue tomada por Ramón Berenguer IV y desde el siglo XII fue regentada por la familia Moncada. En el siglo XV la fortaleza se convierte en castillo-palacio, sufriendo siglos más tarde el paso de diferentes guerras que azotaron la zona.

El acceso parte de la travesía de Mequinenza/Mequinensa, frente al aparcamiento del club náutico. Tomando la calle que sube a la izquierda y trescientos metros de nuevo el ramal izquierdo, la estrecha carretera asciende ya sin pérdida hasta el castillo. Antes de llegar ya se advierte de la prohibición de paso, siendo necesario dejar el vehículo en un pequeño ensanche. Desde allí parte un camino que sorteando las señales de propiedad particular conduce a los restos de un muro y un torreón circular. Este mirador no acondicionado ofrece unas vistas a vuelo de pájaro del pueblo viejo, el embalse de Ribarroja y el castillo que bien merecen el ascenso.

Sólo resta volver a Mequinenza/Mequinensa y dar un paseo por el centro de la localidad. Una bonita plaza porticada con el ayuntamiento al frente se abre a la travesía. Al otro lado otro gran espacio invita a acercarse al muelle que discurre en paralelo al río Segre. Una gran lámina de agua embalsada ideal para la práctica deportiva y la pesca. Aguas arriba el Cinca desemboca en el Segre creando el espacio natural que recibe el nombre de Aiguabarreig, lugar de encuentro de numerosas aves, con una variada flora y fauna.

Para el domingo se propone remontar el río Cinca en dirección a Fraga. Desde la carretera nacional, antes de cruzar el puente de la autopista, parte una pista señalizada y asfaltada que conduce a la ermita de San Salvador. Unos cinco kilómetros de sinuoso trazado dando la vuelta a la sierra conducen al destino. A partir del año 1550 la orden de los trinitarios construye el santuario. Se recuperó de la ruina hace un par de décadas. La ermita cuenta con una robusta fachada rematada por una espadaña. Un merendero ocupa los restos de las instalaciones monacales alrededor del pozo. Al fondo un mirador ofrece una de las mejores vistas del tramo final del río Cinca, que se cierra con las cumbres pirenaicas al fondo.

Volviendo a la carretera nacional se entra en Fraga por la avenida de Aragón, que vertebra la zona más moderna de la capital del Cinca. Se atraviesa el río mientras se divisa el casco urbano sobre un promontorio. Desde el paseo fluvial parte una calle empinada dotada de una escalera mecánica que permite el acceso cómodo hasta las cercanías de la iglesia de San Pedro. De la fábrica románica conserva su portada. El elemento más singular de la estampa fragatina es la torre, con cuerpos de las sucesivas etapas constructivas rematados con un chapitel apuntado. A escasa distancia está el palacio Montcada, la familia que ostentó el señorío de Fraga del siglo XII al XIV. Después fue palacio del Gobernador y sede del ayuntamiento. En la actualidad es un centro cultural dotado de salas de exposiciones que se pueden visitar. Desde la iglesia parte la calle mayor, de trazado sinuoso y descendente atravesando pasadizos, herencia del pasado musulmán. Desemboca a los pies del paseo de Barrón Cegonyer, atravesando el portal homónimo. Un paseo central, epicentro de la actividad social y cultural de la ciudad, culmina a los pies del ayuntamiento. Un monumento a la fragatina, la “done de faldetes”, embellece la plaza de España.

Tomando la carretera que conduce a Zaidín, se continúa remontando el valle del río Cinca.  A unos cuatro kilómetros se alcanza Villa Fortunatus. Se trata de un yacimiento arqueológico que conserva en buen estado la parte principal de una villa romana característica del sistema de explotación agraria del Bajo Imperio. En su último acondicionamiento se ha protegido todo el espacio con una cubierta, lo que permitirá un mejor mantenimiento de los actuales restos. La vivienda se estructura en torno a un patio, rodeado de las diferentes dependencias. A falta de los muros, su mayor riqueza son los pavimentos con mosaicos geométricos y abundantes representaciones. En una de ellas se encontró la palabra Fortunatus, traducida como “que seas feliz”, que dio nombre al yacimiento. Entre los restos arqueológicos apareció un segundo patio más pequeño, unas termas y un templo paleocristiano que se construyó en una época posterior al uso de la vivienda romana.

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Bajo Cinca/Baix Cinca CICLOTURISMO Monegros

Barranco de Valcuerna, un valle estepario surcado por un río

El río Valcuerna es el único cauce de agua permanente que nace en los Monegros. A su paso por este valle estepario, flanqueado por cortados de piedra caliza que alternan con laderas menos agrestes, crea un espacio de diversidad que lo convierte en una de las zonas naturales más ricas de la zona. El punto final es su desembocadura en el embalse de Mequinenza, donde la exuberante vegetación invade sus orillas.
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La propuesta que recorre el barranco de Valcuerna tiene como punto de partida la localidad de Candasnos. Se emplaza a los pies de la antigua carretera de Barcelona, a 85 kilómetros de Zaragoza y a 25 de Fraga. Esta ruta cicloturista combina el asfalto de una carretera local y la tierra de un camino en buen estado. Dependiendo de la capacidad física puede optarse por realizarla completa o hacer un recorrido más corto, descartando la carretera y evitando así la zona de mayor desnivel situada en este tramo. Esta opción reduce el recorrido a 25 kilómetros en total, con una pendiente más asequible, del 1%, y que recorre el tramo más atractivo de la ruta cicloturista.

LONGITUD

DESNIVEL

PENDIENTE

FIRME

DIFICULTAD

35 km (ida y vuelta)

150 m

variable

bueno

media

Tras estacionar el vehículo junto a la iglesia parroquial, se toma la calle mayor que atraviesa el centro del pueblo. Desde la plaza del Redondillo, a la derecha, se sale a la antigua travesía. Tomando dirección a Zaragoza, junto a los últimos edificios parte la carretera que conduce a Caspe. El tramo inicial de esta propuesta discurre por esta estrecha carretera con poco tránsito. A un kilómetro y medio se pasa junto a la Laguna de Candasnos, también conocida como Balsa de los Fabares. Es posible aproximarse hasta la orilla donde un pequeño observatorio permite la contemplación de las aves sin molestarlas. El entorno de la lámina de agua está rodeado de carrizo, y abundan las anátidas que permanecen durante todo el año, aunque también sirve de estancia para aves estacionarias.

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Volviendo a la carretera, en su trazado rectilíneo atraviesa un paisaje surcado por grandes campos de cultivo de regadío. En su tramo final comienza un acusado descenso por una val sinuosa que desemboca en un amplio valle, el Barranco de Valcuerna. Junto al kilómetro 5 de la carretera, se toma un camino a mano izquierda. Poco a poco comienza un ligero descenso que acompañará en casi toda la ruta. La vegetación esteparia compuesta por sosas y sisallos delimita el trazado del camino.

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El valle es amplio y el cauce del arroyo sólo se atisba por la densa franja de los tamarizales. Tres kilómetros después de abandonar el asfalto se atraviesa el Río Valcuerna. Se trata del único río que nace en los Monegros de caudal permanente, en parte gracias a los aportes sobrantes de los regadíos de la zona. Este es el único punto de todo el recorrido en el cual se puede ver el curso fluvial, ya que en todo momento está oculto por el túnel vegetal que hace sus riberas impenetrables.

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A partir de aquí la pista recorre la margen derecha del río. Las laderas más cercanas situadas a la derecha son menos acusadas en pendiente, y su cubren con vegetación a base de pinos carrascos y algunas sabinas negras. En la margen opuesta predominan los cortados de piedra caliza mucho más descarnados y agrestes. Una vez recorridos cinco kilómetros de camino se pasa junto al Mas de Mariana, donde se toma la pista de la izquierda que avanza en suave descenso. El valle se va estrechando ligeramente y el barranco queda encajonado escuchándose el rumor de las aguas casi oculto por la vegetación. Merece la pena hacer una alto en el camino una vez recorridos 8,6 kilómetros aproximadamente junto a la Balsa Cosco. Se trata de un pozo de seis metros de diámetro recubierto de piedra de sillar, y acondicionado con una barandilla y unos bancos a su alrededor. Destaca un árbol adosado en uno de sus muros, y unos peldaños de piedra que permiten el descenso a su interior, con una profundidad de unos tres metros.

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Se retoma la ruta y poco más adelante, en un cruce, es necesario tomar el ramal izquierdo que conduce sin pérdida hasta el punto final de la ruta. Tras un ligero repecho se alcanza un refugio de pescadores, después de haber recorrido once kilómetros de pista. Este punto se localiza en alto, y cuenta con excelentes vistas de la desembocadura del barranco en el Embalse de Mequinenza.

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Es recomendable prolongar la ruta por una pista descendente que arranca antes de llegar al refugio a la derecha. Permite seguir recorriendo durante un kilómetro y medio más la margen derecha del barranco, junto a las orillas del embalse. La vegetación se vuelve más espesa y acompaña a la lámina del agua cuando el embalse está lleno. Se trata de un rincón oculto y de gran belleza, que permite descubrir esta zona agreste y alejada de núcleos urbanos.

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Tras la comida y un merecido descanso, por la tarde se propone completar la visión del particular paisaje monegrino con la visita a la Laguna de la Playa. Para ello es necesario tomar la antigua carretera de Barcelona hasta alcanzar la población de Bujaraloz. En pleno casco urbano arranca junto a una balsa la carretera que conduce a Caspe. Tras un kilómetro se coge una carretera más estrecha en dirección a Sástago. A unos diez kilómetros de distancia de Bujaraloz se alcanza el desvío que conduce a la laguna más representativa y de mayor tamaño del conjunto de saladas de Sástago-Bujaraloz. Con una superficie de más de 200 héctáreas el nivel de agua depende de las lluvias y buena parte del año está prácticamente seca cubriéndose por un manto blanco. En sus alrededores yacen las ruinas de los edificios destinados a la explotación de la sal, donde destacan los pozos de extracción de agua salada para inundar las balsas de evaporación de donde se recogía la sal destinada principalmente a salazones.

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