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Bajo Aragón CICLOTURISMO

Vuelta a las Saladas y la Estanca, alrededor de Alcañiz

Un viaje en bicicleta en torno a la ciudad de Alcañiz descubre una combinación de parajes que da lugar una geografía diversa. En ellos el agua, su uso y regulación, han determinado la configuración actual. Un recorrido que atraviesa la vega y huertas en torno al río Guadalope, las lagunas endorreicas de las Saladas de Alcañiz y el humedal de La Estanca de Alcañiz. Todo ello a escasa distancia de la capital del Bajo Aragón turolense.
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La ruta cicloturista propuesta conduce a Alcañiz, a la cual se accede por la N-232. Esta carretera nacional enlaza el mar Cantábrico con el mar Mediterráneo pasando por Zaragoza y Alcañiz. Una vez alcanzada la ciudad se puede dejar el vehículo en el entorno del río Guadalope, junto al puente que sirve de acceso al centro histórico de la población. En un pequeño parque situado a escasa distancia del puente se encuentra la fuente de los 72 caños. Éste es el punto de partida.

ciclo6_fuente72caños

Se trata de un recorrido circular, con punto de inicio y el final en Alcañiz, en la monumental fuente situada junto al río Guadalope. A lo largo de 33 kilómetros se atraviesa un territorio sin desniveles importantes. El itinerario combina el asfalto, en casi la mitad del recorrido, y pistas con muy buen piso.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
33 km
150 m0,45%buenomedia

Remontando unos metros la ribera por su margen izquierda se pasa bajo el puente. Junto a la pasarela peatonal se toma una calle que asciende hasta el camino de San Antonio. Tomando esta vía enseguida se pasa bajo las arcadas del acueducto del Molinillo, un antiguo molino de harina que fue transformado en una fábrica de lanas en el siglo pasado. A través de un camino asfaltado se abandona el casco urbano y comienza su recorrido flanqueado por huertas tradicionales. Hacia atrás hay buenas vistas del cerro Pui Pinos, donde se asienta el castillo calatravo que corona la ciudad.

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En un primer tramo atraviesa un pequeño túnel bajo la variante de la localidad. Se sigue de frente y al alcanzar el km 1,3 se gira a la derecha superando una pequeña acequia. Cuando se llevan dos kilómetros, en una zona de antiguas graveras, se toma el ramal derecho. En el km 2,5 se toma un nuevo desvío a la derecha. Se sigue por el camino principal bordeando una explotación ganadera que se emplaza a la izquierda. Una vez recorridos 3,6 kilómetros aparece un cruce múltiple. La pista asfaltada por donde se circula se junta con otra. A la izquierda parte otra de manera perpendicular que atraviesa una acequia por la cual se continuará. Poco después se toma la bifurcación a la derecha. En el km 4,7 se sigue al frente dejando la pista principal que gira a la derecha bordeando una gran casa de campo. La nueva pista en peor estado se debe mantener sin desvíos hasta llegar a cruzar el Canal de la Estanca y poco después la carretera nacional N-211. Se continúa al frente tomando una amplia pista en buen estado. El paisaje estepario ahora domina el horizonte. Tras un ligero descenso se divisa la cuenca donde se asienta la primera de las saladas, la Salada Jabonera. En uno de los costados se emplaza un observatorio de aves desde el cual se disfruta de una buena vista de esta cuenca endorreica.

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La pista avanza hasta llegar a un cruce donde debe tomarse dirección a la izquierda, en el km 7,4. En este nuevo tramo un olivar acompañará al ciclista por la derecha. En el km 8,6 se alcanza una pista principal. Girando a la izquierda en unos 200 metros se llega a la Salada Grande. A la derecha de la pista un panel interpretativo invita a realizar una parada para contemplar su extensión, en medio de un paisaje estepario, sin apenas vegetación de porte. Un poco adelante en la pista un indicador marca el ascenso a un mirador ligeramente elevado desde donde las vistas son más amplias.

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Retomando el itinerario, en medio de la gran recta, surge una pista a mano derecha en el km 10,5. Avanzando por el llano se alcanza un nuevo cruce a un kilómetro en el cual se toma el ramal derecho. Un poco más adelante se rebasa la Salada Pequeña, situada a la izquierda. Para aproximarse a su orilla hay que sobrepasar el campo que lo separa de la pista. Se avanza por la pista para alcanzar un cruce múltiple en el km 13,5. Allí se toma dirección a la izquierda. Continuando por la pista en el km 14,8 se toma otra que sale a la derecha y 200 metros después se toma un desvío a la izquierda. A poca distancia se alza la ermita de San Miguel, en estado de abandono. A los pies se alza una masía también en mal estado. La ermita conserva su fachada, en la cual despunta una gran espadaña de dos vanos. En su interior conserva los muros, así como los arcos que sustentaban la cubierta ahora inexistente.

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Se retoma la ruta sin dejar la pista por la que se circulaba y en el km 16,9 surge un nuevo cruce. Allí se toma el ramal derecho. 700 metros después se gira a la derecha y cuando el cuentakilómetros señala los 20 kilómetros se llega a la carretera nacional N-232. En este punto debe cruzarse y enfrente parte una nueva pista. En ligero ascenso se alcanza un punto que ofrece buenas vistas de los alrededores de Alcañiz. Comienza un suave descenso sin abandonar la pista principal que conduce a la carretera que sirve de acceso a Motorland, cuando se alcanza el km 22,3. Al frente continúa la ruta acercándose a la masa vegetal que oculta la Estanca de Alcañiz.

A 300 metros se coge a la derecha un ramal de acceso restringido a vehículos. Sin abandonar el trazado principal, la pista se adapta el perímetro sinuoso de la Estanca de Alcañiz. Hasta sus orillas llegan los pinares que la bordean. Son numerosos los lugares de descanso habilitados, así como varios miradores para observar las diferentes aves que habitan en este humedal.

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Tras alcanzar los 25,9 kilómetros se llega a un bar, que se acompaña de un parque infantil y de un pequeño club náutico. De los tres caminos asfaltados que arrancan en este punto se toma el central, el cual se acerca a una antigua canalización de hormigón. Junto a ella se discurre alcanzando el km 26,6, donde se gira a la derecha. Ahora se circula por una carretera asfaltada paralela al antiguo trazado del ferrocarril de la Vía del Zafán. Más adelante la carretera ocupa el recorrido ferroviario.

Junto al cementerio, se sigue al frente pasando cerca de la antigua estación de ferrocarril de Alcañiz. La carretera avanza y se pasa por debajo de un pequeño puente. A medida que se aproxima a Alcañiz, se disfruta de vistas diferentes de su casco urbano. Finalmente las viviendas se van acercando. Casi al final de la carretera, es necesario tomar la última bocacalle a la derecha que tras un quiebro desemboca en la avenida de Tortosa, tras haber recorrido 31,5 kilómetros. Se llega a una pequeña rotonda, y ahora sólo resta tomar a la derecha el Paseo Andrade que discurre en paralelo al río Guadalope por su margen izquierda. Cuando el cuentakilómetros marca los 33 kilómetros de recorrido total se alcanza el punto de partida.

Para la tarde se propone la visita turística a Alcañiz. Una de las ciudades más importantes de Aragón ofrece al visitante múltiples atractivos turísticos. El punto de partida está en la plaza Mayor, donde se emplaza la oficina de turismo. Desde su interior parte el acceso a los pasadizos medievales, donde además de los curiosos corredores se conserva una antigua nevera. Ya en la plaza destacan los edificios del ayuntamiento y la Lonja medieval. Cerca se emplaza la gran fábrica de la ex colegiata de Santa María la Mayor. Y en la visita es imprescindible subir hasta el castillo de los Calatravos, en cuyo interior hay un parador nacional, pero cuyas estancias históricas pueden visitarse. Entre todas las estancias destacan el conjunto de pinturas murales del siglo XIV, uno de los más destacados de Aragón.

ciclo6_plazamayoralcañiz
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Bajo Aragón FINES DE SEMANA

Río Guadalopillo, regando las huertas de Molinos y Alcorisa

El río Guadalopillo nace en la sierra de Ejulve. Después va formando un valle con relieve poco acentuado. A la altura de Molinos, se le añaden los pequeños caudales de los barrancos de Santa Lucía, San Nicolás y Alta Hoya, los cuales conforman espacios naturales de gran interés en esta población. Una vez rebasado Berge sus aguas atraviesan el casco urbano de Alcorisa de camino a Calanda, donde desemboca en el río Guadalope.
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Para acceder a estas tierras turolenses desde la capital del Ebro es necesario tomar la carretera de Alcañiz. Justo antes de llegar a Híjar, nace la vía de acceso a Albalate del Arzobispo y Andorra. Por esta carretera regional se alcanza la población de Alcorisa, que se emplaza en la margen derecha del río Guadalopillo. En la entrada del pueblo está la iglesia de San Sebastián. Este edificio de austera fachada fue construido en 1783. En su interior alberga la oficina de turismo y el Centro de Interpretación de la Semana Santa, el cual acoge una muestra de elementos religiosos y un audiovisual. Avanzando por la calle Mayor se alcanza la plaza de los Arcos, cuyo nombre tradicional hace referencia a los porches que se abren en dos de sus costados. En ella se alza el ayuntamiento de nueva planta, pero de tipología aragonesa. A escasos metros está la iglesia de Santa María la Mayor. Se trata de una fábrica gótico-barroca del siglo XVII. Al exterior destaca su portada de dos cuerpos flanqueados por columnas salomónicas, y su torre que se eleva en cinco tramos de ladrillo y se corona con un esbelto chapitel.

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Uno de los grandes acontecimientos para la población es la Semana Santa, con la representación del Drama de la Cruz, en la que participan quinientas personas del pueblo vestidas de la época, para representar los últimos momentos de la vida de Jesús. Desde la plaza de la iglesia parte el recorrido del Calvario de Alcorisa. Se trata de un precioso camino empedrado que asciende hasta la parte alta de los riscos que bordean la población. Se encuentra flanqueado por peirones y pequeñas ermitas que muestran las estaciones del calvario. Tras un cuarto de hora de pausado ascenso se alcanza la ermita del Santo Sepulcro, llevada a cabo en el siglo XVI. Es un edificio de traza barroca, sobre cuyo acceso se alza una espadaña de ladrillo. A escasos metros se encuentran las tres cruces de madera, punto final del calvario. El paseo continúa acondicionado hasta la pequeña ermita de San Juan, levantada en 1919 tras la destrucción de la anterior durante la guerra carlista de 1873.

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Para la tarde se propone la visita a la población de Molinos, situada a unos trece kilómetros. Recibe al visitante el barranco de San Nicolás, que toma el nombre de la pequeña ermita situada en un costado. Sus paredes verticales se unen por un puente bajo el cual se precipita una cascada con salto de unos treinta metros. Un poco más adelante están los antiguos lavaderos en cuyo interior hay dos salas expositivas, que muestran tanto la riqueza natural de la zona como los hallazgos de animales y humanos de la cueva de las Graderas. Una calle recta, desemboca en la plaza porticada. Cercada por arcos apuntados y de medio punto, guarda el pavimento de cantos rodados bajo los soportales. En la misma plaza se levanta el ayuntamiento que luce un magnífico alero de madera de dos vuelos. Completando la plaza se alza la iglesia de Santa María de las Nieves, una construcción terminada a finales del siglo XV. Cuenta con una nave compuesta de tres tramos y cubierta con bóveda de crucería estrellada. Sobresale la portada principal compuesta por cinco arquivoltas englobadas en un arco conopial.

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Desde la plaza una escalinata conduce al poyo ambasaguas. En este trayecto se encuentra el acceso a una sala donde se expone una muestra de escultura y dibujo del artista contemporáneo Eleuterio Blasco Ferrer. En lo alto estuvo el castillo, cuyo actual muro delimita el espacio ajardinado dando lugar a un bonito parque, con magníficas vistas a su alrededor. Allí se levanta la torre de la iglesia parroquial, de manera aislada. A escasa distancia se encuentra la ermita de la Soledad que se cubre con un cimborrio octogonal, el cual se cubre con tejas. Se desciende de nuevo y contigua a la plazoleta anterior se abre otro espacio porticado. La plaza mayor constituye uno de los lugares más pintorescos de la población, en la que se abren dos costados con arcos de medio punto y apuntados. Se cierra la plaza con el lateral de la iglesia parroquial, donde está la segunda portada gótica. Desde una esquina de la plaza parte la calle que conduce al portal del San Roque, sobre el cual se abre una capilla.

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Para la mañana del domingo se propone la visita a la cueva de las Graderas, más conocida como Grutas de Cristal. Fueron descubiertas por un grupo de espeleólogos en el año 1961. La carretera que conduce a Castellote bordea la población por la parte alta. De ella parte un camino asfaltado de cuatro kilómetros que alcanza las grutas emplazadas en el barranco de las Graderas. Desde el aparcamiento una escalinata asciende hasta la boca de la galería. En su interior constan de un recorrido de más de seiscientos metros en los que aparecen dos grandes salas. La primera en visitar en la Sala de Cristal, de mayores dimensiones. Destacan las estalactitas, estalagmitas y estalactitas excéntricas. El resto está formado por coladas, columnas y formaciones arborescentes, que completan un espectáculo natural de formación kárstica sobre roca caliza. Después se desciende mediante una escalera de caracol a la Sala Marina. Además de parecidas formaciones, destaca por otras que cubren amplias superficies y que simulan a los corales marinos. En ellas se han encontrado además restos de pequeños mamíferos, grandes animales como el oso de las cavernas y huesos de humanos, entre los que se encuentra la mandíbula de un homínido.

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En la misma mañana hay tiempo suficiente para visitar otro atractivo natural, en este caso al aire libre: el Pozo del Salto.

mapa_pozodelsalto_

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

30 min (ida)

0 m

fácil

Un kilómetro antes de alcanzar la población de Molinos parte una pista a mano derecha que conduce a unas granjas. La pista principal cruza el cauce del barranco, y en tres kilómetros alcanza la ermita de Santa Lucía, recostada a mano derecha. Una parada permite visitar el edificio del cual sobresale su esbelta torre de ladrillo. También a escasos metros también puede admirarse un gran ejemplar de carrasca. Continuando por la pista, en apenas un kilómetro arranca un sendero junto a una paridera donde se puede dejar el vehículo. Rodeando unos campos se encamina a las choperas situadas junto al cauce. Se pasa a la margen derecha, y poco a poco el barranco se va estrechando. Media hora por la senda y se alcanza el precioso rincón donde cae una cascada con una balsa en la parte inferior.

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Se puede completar el fin de semana en la cercana localidad de Berge. Desde la plaza del ayuntamiento, y atravesando el portal-capilla situado enfrente se abandona el casco urbano en dirección al río Guadalopillo. Una pista señalizada desde la localidad conduce a la ermita de la Virgen de la Peña. Este santuario está enclavado en un pintoresco lugar, con un sinuoso y empinado acceso, a unos dos kilómetros al sudeste. A los pies de la colina hay una explanada donde es recomendable dejar el vehículo. Arranca una pista cementada que asciende y se introduce en la plaza, cerrada por tres edificios y en la que se alzan grandes cipreses. La ermita es una sencilla fábrica con acceso cubierto con pequeño porche. También cuenta el santuario con el edificio del albergue que cierra otro de los costados de la recoleta plaza. Tras la iglesia hay un mirador con excelentes vistas del valle del río Guadalopillo.

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EXCURSIONES Matarraña/Matarranya

Peñarroya de Tastavins, entre el Masmut y el Tastavins

Al sur de la comarca del Matarraña/Matarranya se encuentra la localidad de Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins, que cuenta con una infraestructura museística muy variada y completa. Se asienta en la cabecera del río Tastavins, afluente del río Matarraña/Matarranya, y que junto a él vertebran su territorio. Una de sus señas de identidad son las Rocas del Masmut, que junto al río dan nombre a esta población.
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Se accede a esta comarca turolense por la carretera de Alcañiz. Catorce kilómetros después de superar la capital del Bajo Aragón, ésta se divide en dos, hacia Tortosa y Vinaroz. Por ésta última se toma dirección al sur de la comarca del Matarraña/Matarranya. Cerca de la frontera con la Comunidad Valenciana se llega a Monroyo/Mont-roig, desde donde parte la carretera que tras siete kilómetros conducirá a Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins. Desde lo lejos se puede apreciar una bella estampa de la localidad compuesta por casas abigarradas en la ladera que se descuelga desde el antiguo castillo, con la esbelta torre de la iglesia en un costado. Su carta de presentación es el Santuario de la Virgen de la Fuente, situado junto al río Tastavins.

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El complejo alberga una hospedería y está formado por varios edificios, siendo su epicentro el precioso claustro en torno a un patio ajardinado. Allí se ubica la oficina de turismo que ofrece al visitante información de la localidad y la comarca. En primer lugar puede visitarse el Centro de Interpretación del Porcino. En su interior se muestra la crianza y explotación actual del cerdo, uno de los motores económicos de la zona. Desde el patio se accede a la ermita, obra del siglo XIV, flanqueando una bella portada gótica. Consta de un arco apuntado compuesto por cuatro arquivoltas. La puerta fue labrada en madera en estilo mudéjar, siendo un ejemplo excepcionalmente conservado. Su interior se cubre con una techumbre mudéjar de madera sobre jacenas que se apoyan en cuatro arcos apuntados de sillería. Aparece decorada con escudos de nobles aragoneses, cruces de la orden de Calatrava, formas geométricas y leyendas religiosas. A escasa distancia y a un nivel inferior, fue construida la ermita barroca durante los siglos XVII y XVII. Bajo la cabecera, al exterior, está la fuente que da nombre al santuario. El agua mana mediante quince caños, los cuales se emplazan en un espacio abierto.

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A dos kilómetros se encuentra el pueblo. Su topónimo procede de los tonos rojizos que aportan las Rocas del Masmut. Situadas a unos tres kilómetros de distancia, desde el casco urbano parte el acceso señalizado. Un pista en buen estado sirve de aproximación. En un cruce intermedio, tomando el ramal derecho en ligero ascenso se alcanza un punto en el que se pasa muy cerca de las paredes rocosas que las conforman. Para alcanzar un mirador sólo resta continuar por la pista en fuerte ascenso. Este último tramo puede realizarse a pie, ya que la distancia es de apenas un kilómetro. Desde este punto se aprecia en toda su magnitud una de las estampas más conocidas de la población. El conglomerado de paredes verticales que supera los cien metros de altura sirve de vivienda a una numerosa colonia de buitres.

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Para la tarde se propone visitar el casco urbano de Peñarroya de Tastavins/Pena-Roja de Tastavins. Un buen punto de comienzo para la visita de la población es el museo paleontológico Inhóspitak, perteneciente al Territorio Dinópolis. En su interior se exhibe una réplica del esqueleto descubierto en la localidad. Se trata de un saurópodo de hace 110 millones de años, bautizado con el nombre Tastavinsaurio. Se completa la exposición con juegos interactivos y una proyección. Desde el extremo de la población en la que se sitúa el museo, una escalinata asciende para tomar la calle principal que deja en la plaza mayor. Está presidida por la iglesia iglesia de Santa María la Mayor, fábrica barroca levantada entre 1727 y 1759. De la parroquial sobresale la torre, con tres cuerpos de cantería, así como la portada se que se guarece con un gran arco de medio punto. Descendiendo a mano derecha parte una calle con unas escalinatas. En ella se alza la Casa Palomo, magnífica muestra de arquitectura civil. Consta de cuatro plantas en sillería, cuya fachada se culmina con gran alero de madera. Dos arcos de medio punto, uno de ellos con escudo, se disponen como acceso en la parte baja. Se completa con balcones de madera o forja, y ventanas con alféizar decorado.

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Un poco más arriba un pequeño ensanchamiento da lugar a la plaza de la Fuente. Una lonja guarece los antiguos lavaderos. Justo encima se abre la plaza donde está ayuntamiento de la localidad. Se trata de un edificio del siglo XV. Junto al acceso aparece un arco de medio punto, el cual da acceso a la antigua cárcel. Fue construida en el siglo XVI. Su interior está compuesto de tres estancias intercomunicadas. En la plaza sobresalen algunos edificios con bellas balconadas de madera.

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Una calle ascendente conduce al museo Lo Masmut. Alberga una muestra etnográfica muy completa. Gracias a los objetos en desuso recogidos por los vecinos se recrea la vida cotidiana y los trabajos realizados por las gentes de antes. Para ello ha sido necesario rehabilitar dos viviendas conservando la antigua estructura y manteniendo las viejas estancias.

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Ya cerca de la parte alta de la localidad, se puede alcanzar la muela en la cual estuvo el castillo. En la actualidad sirve de mirador, con amplias vistas del paisaje circundante por encima de los tejados de la localidad. Si todavía resta tiempo puede visitarse el Parque Aragonés de la Vivienda Rural. En uno de los costados del promontorio se ha acondicionado este espacio de acceso libre. Un pequeño túnel entre rocas conocido en el lugar como Lo Trenc hace de entrada. Un paseo al abrigo rocoso se flanquea de viviendas de diferentes épocas ordenadas de manera cronológica. En primer lugar una cueva rupestre, al que le siguen un tipi, un torreón íbero, una domus romana y finalmente un arco mozárabe, donde termina el recorrido. Volviendo a la población durante el paseo se continúa saboreando el ambiente pintoresco de sus viviendas. Descendiendo por la calle Alta se atraviesa el portal-capilla de la Virgen del Carmen perteneciente al antiguo recinto defensivo. El recorrido de vuelta tiene como punto final la plaza de la iglesia.

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Comunidad de Teruel FINES DE SEMANA

Río Ebrón, un pequeño río de gran belleza

El río Ebrón en un pequeño afluente del río Turia en cuyos inicios recorre tierras turolenses. Entre las localidades de Tormón y El Cuervo ha creado espectaculares hoces y estrechos, poco antes de tomar dirección al Rincón de Ademuz. Un entorno natural de gran belleza que se completa con el paisaje de rodeno, marcado por las huellas prehistóricas en forma de pinturas rupestres.
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La ruta más directa para alcanzar la cuenca del río Ebrón parte de la ciudad de Teruel. Abandonando la autovía mudéjar por la salida situada más al norte se toma la carretera regional que conduce a San Blas. Catorce kilómetros después hay que coger una carretera local que se estrecha y asciende un pequeño puerto de montaña rodeado de un denso pinar. Una vez recorridos diecisiete kilómetros por esta carretera de montaña parte el desvío que conducirá a El Cuervo. Campos de almendros salpican un paisaje mucho más abierto. En descenso al valle del río Ebrón se atraviesa la pequeña aldea de Cuesta del Rato, perteneciente al Rincón de Ademuz. Poco después parte la carretera que conduce al pintoresco pueblo turolense.

Por la mañana se propone descubrir los Estrechos del Río Ebrón, uno de los recorridos fluviales más bonitos de Aragón. El camino tradicional entre las localidades de El Cuervo y Tormón ha sido recuperado como itinerario turístico. Bordeando la población se alcanza el merendero de Los Chorros. Desde este punto parte una pista asfaltada rodeada de huertas regadas mediante pequeños manantiales y por pequeñas acequias cuyas aguas son derivadas del río gracias a pequeños azudes. Cuando comienza el trazado de tierra se recomienda dejar el vehículo en un pequeño ensache.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 45 min (ida)

100 m

fácil

mapa_estrechosrioebron

La pista avanza en paralelo al río durante poco más de dos kilómetros de agradable camino que se recorre en media hora. Se alcanza entonces el merendero del Pozo de la Olla. A partir de aquí una senda se interna en el desfiladero. Unas escaleras talladas en la roca sirven de comienzo y poco más adelante comienzan los numerosos puentes que irán trasladando de una orilla a otra. El valle se va cerrando dejando sin espacio a las huertas y el río se acompaña de pequeñas praderas salpicadas de vegetación. Un cuarto de hora después se alcanza la zona más angosta y atractiva del recorrido. Unas pasarelas metálicas adosadas a la roca son necesarias para continuar. Las aguas cristalinas ocupan todo el espacio entre las paredes rocosas. El valle se abre poco después de un pequeño salto, tras atravesar un puente rodeado de juncales. Se alcanza el último puente y después de tres cuartos de hora la senda deja el río.

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Comienza un suave ascenso por una pradera salpicada de enebros. Media hora después se avista un estrecho donde se encuentra el puente natural de Fonseca. Un sendero en fuerte descenso alcanza el cauce desde donde se puede disfrutar en toda su magnitud de esta curiosidad natural. El río discurre entre dos paredes rocosas entre las cuales se han ido depositando los minerales disueltos por el agua, formado roca toba y uniendo en altura ambas márgenes. Diez minutos en total son necesarios para recorrer este desvío. Volviendo a la senda principal rápidamente se alcanza la parte alta del puente, la cual se puede atravesar sin problemas debido a su amplitud y solidez. En la otra margen, aguas arriba una senda permite divisar desde otro ángulo esta curiosa formación natural. En la caminata se habrán invertido en total una hora y tres cuartos de ida, con lo que habrá que preveer el tiempo de vuelta.

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Tras el recorrido senderista de la mañana se propone una tranquila tarde en la localidad de El Cuervo. Su casco urbano, que se adapta a la topografía del terreno, cuenta con dos plazoletas. En una de ellas se alza una gran olma de unos doscientos años de edad. A escasos metros está la plaza mayor, donde se sitúa el ayuntamiento. Frente a él un portalón sirve de acceso a la iglesia de la Asunción, fábrica de mampostería del siglo XVII. Su sólida torre de mampostería y cantería se remata con chapitel apuntado. Es recomendable ascender a la elevación donde estuvo situado el castillo de Lo Corbo, del que apenas quedan restos. Este lugar es un expléndido mirador del valle del Ebrón, así como del casco urbano.

Volviendo a la vega, junto a las instalaciones deportivas se alza un bar y un merendero. Allí se encuentran Los Chorros, donde mana el agua en forma de unas escorrenterías ofreciendo un bonito rincón. Si todavía quedan ganas y tiempo puede realizarse un sencillo paseo por los alrededores que recorre un sendero botánico. La abundante sombra acompaña el recorrido, jalonado por paneles informativos que ilustran la variedad de la vegetación de ribera que acompaña al río Ebrón. Una media hora de recorrido que sirven para deleitar y completar la visita a este bello entorno natural.

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Para el domingo se propone visitar la cabecera del río. Para ello es necesario desplazarse hasta la localidad de Tormón. Mientras se desciende hacia el valle se avista el casco urbano junto a la llamativa formación rocosa que lo acompaña. Del antiguo castillo que alojaba sólo resta parte de su torre. La carretera pasa por la parte baja, donde se encuentra la iglesia de la Natividad. Es una obra de mampostería datada en el año 1641. Su torre se compone se culmina con un cuerpo octogonal y chapitel de teja vidriada. Ascendiendo por las estrechas calles se toma dirección a la ermita de San Cristóbal, junto al cementerio. Un pequeño paseo que permite alcanzar un mirador con una preciosa vista de la localidad, con las casas bajo el castillo, y la vega del río Ebrón.

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A unos setecientos metros de la localidad tomando la carretera que conduce a Alobras, parte una senda señalizada que conduce al antiguo molino harinero. Los edificios que antaño sirvieron para la molienda y para producir electricidad a la localidad se encuentran en ruina. En la parte trasera el río Ebrón conforma un precioso rincón gracias a la cascada de Calicanto.

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La mañana puede completarse con la visita al conjunto de pinturas rupestres situadas en el Prado del Tormón. A cuatro kilómetros de distancia en dirección a Teruel parte la pista que conduce a un área recreativa junto a una caseta forestal. A su alrededor destaca el paisaje  de rodeno compuesto por piedras de arenisca y el pino rodeno, caracterizados por su color rojizo. Un paseo de un kilómetro de distancia total permite disfrutar del entorno natural con la escusa de visitar los abrigos de pinturas rupestres, integradas en el Parque Cultural de Albarracín. El conjunto está formado por pinturas realizadas en el Neolítico, con una antigüedad de 4.500 a 7.000 años. Se trata de cuatro puntos donde la mano del hombre dejó su huella y que están protegidos por cercas metálicas. Paneles de interpretación y dibujos facilitan su localización, aunque a veces es algo complicado. Los dos ramales del recorrido terminan en sendos miradores desde los cuales se puede completar la visita al espectacular paisaje de rodeno.

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Por la tarde, y ya de vuelta, se puede hacer un alto en las inmediaciones de Rubiales. Junto al cruce de acceso a la localidad está señalizado el acceso a la balsa del Pinar. Se trata de una pequeña laguna en forma de cubeta de carácter endorréico. Sus aportes son únicamente de lluvia con lo que sus dimensiones varían notablemente, pero cuando está llena puede alcanzar un diámetro de 250 metros. El verde la pradera salpicado de pinos de rodeno, enebros, sabinas y alguna carrasca forma un paisaje de gran belleza.

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Bajo Aragón EXCURSIONES

Calanda, una población de cine

En plena comarca del Bajo Aragón se encuentra Calanda. Esta localidad es conocida por muchas cosas: su melocotón, los tambores de su rompida de la hora, el afamado milagro y cómo no por su vecino más ilustre, el cineasta calandino Luis Buñuel. Pero son muchos más los diversos atractivos con los que cuenta esta población bajo aragonesa tanto en su casco urbano como en el término municipal que bien merecen una visita.
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plano_exc13

La carretera de Castellón sirve de aproximación a las tierras del Bajo Aragón. En las cercanías de Alcañiz parte la carretera nacional que conduce en poco más de quince kilómetros a Calanda. Se asienta en una zona llana, en las cercanías de la confluencia de los ríos Guadalopillo y Guadalope. Sus orígenes se remontan al poblado celtibérico de Colenda. El núcleo actual nace con el asentamiento de sus primeros pobladores en las laderas de la colina donde estaba el castillo musulmán. En 1169 pasa a manos cristianas con Alfonso II de Aragón.

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La visita comienza en la oficina de turismo situada en el CBC, Centro Buñuel Calanda. En plena calle mayor se emplaza la casa Fortán-Cascajares, un edificio renacentista que cobija este centro museístico de primer orden dedicado al genial cineasta aragonés Luis Buñuel. El acceso se realiza por la parte trasera, atravesando una plaza ajardinada donde destaca el busto del ilustre aragonés. En la planta baja se encuentra la recepción y una gran sala empleada para exposiciones temporales. En la primera planta se desarrolla la exposición permanente, en la cual mediante el empleo de nuevas tecnologías, se muestra su vida a través del cine y su universo particular. Uno de los espacios muestra una biografía completa mediante la proyección de las doce páginas de su vida. El siguiente espacio es lo más llamativo del museo, en la que se muestran los mundos de Buñuel, donde el surrealismo sorprende al visitante transportando a sus obsesiones y fragmentos de películas a través de la literatura. Otras cuatro pequeñas salas sirven para profundizar en sus más de treinta películas.

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Avanzando por la calle mayor, salpicada de casas nobiliarias, se alcanza la plaza de España. Calanda es casi mundialmente conocida por ser una de las localidades donde la Semana Santa muestra una de las estampas más tradicionales. La rompida de la hora, a mediodía del Viernes Santo, tiene lugar en esta plaza. En ese momento comienza el ensordecedor sonido de los tambores tocados por vecinos con sus túnicas moradas, uniforme característico de la villa. La primera procesión religiosa de Semana Santa se remonta a finales del siglo XVI mientras que el comienzo del uso de los tambores hay que situarlo a finales del siglo XVIII. En la plaza se levantan la iglesia parroquial y el ayuntamiento. La iglesia de la Esperanza es una fábrica barroca llevada a cabo en el siglo XVIII. Al exterior carece de torre, la cual se suple con una espadaña sencilla. El ayuntamiento cuenta con tres plantas, la primera de ellas se realizó en piedra de sillar. En un costado del edificio destacan los singulares frescos de Francisco Cascajares, pintados en 1704. Se trata de un hijo de la villa, que llegó a ser consejero de Castilla a mitad del siglo XVIII.

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Cerca de la plaza están los restos del castillo, origen de la población. Junto a los muros que delimitan el recinto defensivo se encuentra el templo del Pilar. Se trata de un edificio barroco. Cuenta con tres naves y sobre el crucero se levanta cúpula sobre lunetos. A los pies se levanta la torre, compuesta por tres cuerpos de ladrillo que se remata con un esbelto chapitel. Adosado a su fachada está la antigua casa del capellán, la cual alberga el museo Miguel Pellicer, protagonista del afamado milagro de Calanda. Miguel Juan Pellicer era natural de la villa. En el año 1637, mientras estaba trabajando en Castellón, sufrió un accidente y fue trasladado a Valencia y después a Zaragoza. En el hospital de Nuestra Señora de Gracia finalmente le tuvieron que cortar la pierna. Se estuvo recuperando durante dos años y medio en Zaragoza, viviendo de limosna ante el Templo del Pilar, mientras se curaba con aceite de la lámpara de la virgen. Se trasladó a su pueblo y en la noche del 29 de marzo de 1640 sus padres se dieron cuenta que tenía dos piernas mientras dormía. La virgen le había restituido la misma pierna que le habían cortado hace dos años en Zaragoza y sólo tardó tres días en alcanzar la movilidad total de la pierna.

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Si todavía resta tiempo por la mañana es posible la visita de la nevera de la localidad. Tomando prestadas las llaves en la oficina de turismo podrá visitarse esta curiosa instalación subterránea. Aparte del espacio circular central cubierto por bóveda de aproximación de hiladas, se abren cuatro galerías que amplían de manera notable la capacidad de albergar nieve, posteriormente convertida en hielo gracias a su compactación. Éste servía para enfriar alimentos y bebidas, así como para fines terapéuticos.

Para la tarde se propone la visita a varios puntos de interés de su término municipal. En primer lugar el acueducto de los Arcos, cuyo acceso parte de la calle que pasa junto a la puerta del calvario, en pleno casco urbano. Ya fuera de la localidad es necesario tomar el ramal izquierdo en el primer cruce, y la derecha en el siguiente. El camino desciende en su tramo final alcanzando el parque fluvial que acompaña al acueducto. Se alza por cinco arcos de medio punto que alcanzan quince metros de altura en su punto más alto sobre el río Guadalopillo. Sirvió para la traída de aguas desde el río Guadalope hasta la localidad.

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Y para completar la jornada se propone visitar el convento del Desierto. Para ello es necesario abandonar Calanda por la carretera que conduce a Mas de las Matas, y poco después tomar dirección a Torrevelilla. En el punto kilométrico 2,5 de esta carretera secundaria aparece una curva pronunciada donde surgen dos pistas a mano derecha. Debe tomarse la segunda de ellas que conduce hasta este convento abandonado tras recorrer poco más de cinco kilómetros. Tomando siempre su trazado principal, a pesar del buen número de cruces, es fácil alcanzar el lugar prescindiendo de recorrer el tramo final una vez alcanzada una curva cerrada debido a la acusada pendiente. Llegó a albergar a cuarenta religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos. En la actualidad está abandonado y sorprende encontrar un edificio de estas dimensiones en medio del monte. Atravesando la monumental fachada, flanqueada en uno de sus costados por una gran espadaña, se puede acceder con precaución al interior de su gran iglesia barroca. Y también al claustro, cuyas galerías carecen ya de cubiertas, pero que permiten imaginar cómo fueron. El resto de las instalaciones están en estado más avanzado de ruina. El conjunto se rodea de entorno natural de gran belleza salpicado de bloques de conglomerado de grandes dimensiones y pequeños bosques mediterráneos.

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CICLOTURISMO Gúdar-Javalambre

Vía Verde de Ojos Negros, surcando túneles y viaductos

La vía verde más larga de España discurre entre Teruel y Valencia. En su parte más elevada atraviesa un paisaje salpicado de sabinas y masías, entre las sierras de Gúdar y Javalambre. La orografía obligó a construir túneles y viaductos, que junto con su trazado suave y descendente, dan lugar a una atractiva propuesta cicloturista.
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La vía verde de Ojos Negros utiliza el trazado del antiguo ferrocarril minero de Sierra Menera, el cual comenzó a funcionar el 27 de julio de 1907. Fue construido para transportar el hierro extraído en las minas de Ojos Negros hacia el puerto de Sagunto. Se da la paradoja de que esta línea de ferrocarril, de 205 kilómetros de longitud, se trazó casi en paralelo a la línea de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón debido a las altas tarifas que imponía dicha compañía. Su vida estuvo siempre condicionada por el nivel de actividad de su cuenca minera. Con la puesta en marcha de la planta siderúrgica de Sagunto, éste fue creciendo llegando a limitar su expansión. Se alcanzaron acuerdos con Renfe, propietaria entonces de la otra línea, para traspasar a esta empresa el transporte de hierro, y finalmente en el año 1972 se clausuró el ferrocarril minero.

En esta propuesta se plantea recorrer una parte de la vía verde, entre el Puerto de Escandón y Venta del Aire, ambos puntos con apeaderos de la línea actual de Renfe y con acceso para vehículo. Entre ellos la distancia es de unos 34 kilómetros y su trazado es ligeramente descendente. Para esta opción es necesario disponer de vehículos de apoyo ya que contempla realizar sólo el trazado de ida. En caso de no contar con ello otras opciones son realizar recorridos de ida y vuelta entre Venta del Aire y La Puebla de Valverde (51 km), o entre Venta del Aire y Sarrión (22 km). Se recomienda en estas variantes tomar como punto de partida Venta del Aire para realizar de trazado de vuelta en descenso.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
34 km
220 m0,8%buenomedia

El punto de partida es el Puerto de Escandón. Desde la autovía mudéjar, a unos 13 kilómetros de la ciudad de Teruel en dirección a Valencia, aparece la salida en dirección a Formiche Alto y Bajo. En este punto y visible a la derecha se encuentra la solitaria estación de la actual línea férrea Teruel-Sagunto que lleva este nombre. En paralelo a la antigua carretera nacional arranca la vía verde. El paisaje es suave y alomado, en el cual se alternan campos de cultivo, sabinas y carrascas. Las únicas edificaciones son algunas masías, casas de campo que denotan el único asentamiento humano de la zona. El pavimento que acompañará en todo el recorrido está asfaltado y junto a la pendiente ligeramente descendente facilita el rodaje de las bicicletas. En este tramo se suceden varias trincheras, zonas en las que la vía férrea atraviesa elevaciones en el terreno que se salvaron creando pequeños desfiladeros por los cuales discurre el recorrido.

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Tras recorrer 9,3 kilómetros se alcanza la estación de La Puebla de Valverde. Poco antes es necesario desviarse unos metros del antiguo trazado ferroviario y cruzar la carretera que sirve de acceso a la población, sólo distante un kilómetro y medio. Junto a la vieja estación hay un área de descanso que dispone de varias mesas. También a escasa distancia hay una fonda que cuenta con bar y restaurante. Una vez superado este punto la vía verde se ve condicionada por la ubicación de una extracción de áridos, que junto con la construcción de la autovía obliga a abandonar el trazado original en un tramo. Al igual que todo el recorrido, está bien señalizado. En el kilómetro 11,3 se atraviesa el barranco de Peñaflor. Para salvarlo se construyó un viaducto de 89 metros de longitud, y que se alza a 22 metros de altura. En paralelo discurre un viaducto de similares características utilizado por la línea férrea actual.

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Un bosque de carrascas, coníferas y árboles de hoja caduca envuelve al ciclista pasando junto a las ruinas de los apeaderos de la Parra. Durante varios kilómetros las dos vías de férreas discurren en paralelo y en línea recta. En el kilómetro 17,2 el ferrocarril minero atravesaba el trazado de vía ancha por encima. La vía verde no lo utiliza debido a su mal estado, como queda de manifiesto por sus oxidados hierros. Cien metros antes se utiliza un puente más sólido para pasar a la otra margen. Más adelante surge el paraje de la Dehesa, un precioso bosque mediterráneo formado por un denso carrascal que impide ver el paisaje circundante. En medio de este tramo un área de descanso dotada de mesas y una pequeña caseta invita a detenerse.

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El bosque se va abriendo dejando ver de nuevo el horizonte. Tras pasar junto a una estación abandonada se alcanza un área de descanso con excelentes vistas de Sarrión, población turolense bien conocida por el cultivo de la trufa. En este punto se habrán invertido 24 kilómetros de recorrido, y a partir de ahora se suceden las obras de ingeniería más importantes en la construcción de la vía férrea. Nada más abandonar la población, el trazado atraviesa el barranco de los Judíos, y para ello fue necesario construir un viaducto en forma de curva que salva el cauce a 17 metros de altura. A su término se abre el túnel de Sarrión. Su trazado rectilíneo tiene una longitud de 352 metros. En su interior dispone de iluminación que se activa con el paso de los ciclistas. Como curiosidad, este espacio lúgubre y húmedo fue utilizado durante mucho tiempo para el cultivo de champiñones.

La vía verde avanza y poco más de cuatro kilómetros después aparece el segundo de los túneles del recorrido. Un pequeño descenso introduce en un túnel de diferente configuración. El túnel de Albentosa tiene una longitud de 400 metros, y su trazado en curva lo hace más tenebroso. Nuevamente la iluminación en su interior permite sin dificultad atravesarlo. Se trata de una sensación diferente, en la que se combina el frescor, la humedad y la oscuridad. A su salida un área de descanso obliga a detenerse para disfrutar de una preciosa panorámica de Albentosa y su esbelto viaducto. Avanzando por la vía verde se descubre la amplitud del barranco de Albentosa, un profundo tajo que el río del mismo nombre ha tallado en las calizas de la zona.

Tanto el ferrocarril de vía ancha como el ferrocarril minero se vieron obligados a construir un espectacular viaducto. En el caso del que se atraviesa en bicicleta, consta de siete arcos, y la plataforma vuela a 50 m con un recorrido de 104 metros. Una nueva parada es imprescindible para ver desde arriba los altos chopos que escoltan al río, y la vega que cubre el fondo del barranco. Mientras en la parte alta se alza el pueblo de Albentosa, con los restos de su castillo vigilantes desde lo más alto.

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Poco más de tres kilómetros restan para alcanzar Venta del Aire, y finalizar así el recorrido. Sin alcanzar la vieja estación homónima se debe abandonar la vía verde, justo antes de atravesar un arco de piedra rodeado de arbolado que pasa sobre el trazado ferroviario. Desde este punto se conecta con la carretera que comunica Venta del Aire con Albentosa. A la derecha y en menos de un kilómetro se llega a Venta del Aire, un pequeño núcleo que aglutina unas cuantas viviendas y que se asemeja más a un área de servicio de la antigua carretera nacional, muy cerca de la autovía mudéjar.

Tras realizar la ruta ciclista por la mañana, por la tarde se propone la visita a las tres poblaciones que acompañan el tramo recorrido por la vía verde de Ojos Negros. Albentosa se emplaza sobre un cerro que domina el barranco del mismo nombre. Tras introducirse en el casco urbano se alcanza la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, obra del siglo XVI. Tomando la calle ascendente, ésta se convierte en el Vía Crucis del Calvario una vez abandonadas las últimas casas. A mitad de camino hay un acceso a un mirador desde el cual se disfrutan de excelentes vistas del barranco de Albentosa y de sus viaductos. Y en la parte más alta se emplaza los restos de su castillo templario.

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Sarrión se emplaza a nueve kilómetros del anterior enclave. Se trata de la población más importante, cuyo censo ronda el millar de habitantes. Se accede a través del Portal de Teruel, único testigo de su pasado amurallado. Varias casas nobiliarias acompañan el recorrido hasta la plaza mayor, epicentro de la localidad. Allí se alza el ayuntamiento y la iglesia de San Pedro. Esta construcción tuvo que ser restaurada tras la guerra civil y destaca por sus dimensiones. Su altiva torre se alza en sillería y ladrillo, en planta cuadrada. Desde este punto se puede acceder al barrio viejo, en la parte alta de la localidad. Allí se emplaza la ermita de la Sangre de Cristo. Sobresale su portada gótica formada por tres arquivoltas.

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Y de camino a Teruel, junto al arranque de la carretera que conduce a Mora de Rubielos, se encuentra La Puebla de Valverde. Recibe al visitante el Portal de Teruel, uno de los dos que conserva esta población. La calle principal desemboca ante una bella plaza donde se alza la iglesia de Santa Emerenciana. De la construcción gótico-renacentista sobresale su portada de estilo manierista, la cual fue terminada en 1591, y que se guarece con un arco de medio punto. Tanto en la calle mayor como en las calles adyacentes sobresalen buenos ejemplos de arquitectura civil de diferentes épocas. La visita termina en el portal de Valencia, en la parte baja, perteneciente a la muralla defensiva y que data del siglo XV.

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EXCURSIONES Maestrazgo

Castellote, una villa templaria

Una de las puertas de acceso al Maestrazgo, Castellote, está íntimamente ligada a la Orden del Temple. Un castillo enriscado desde el cual se domina la población y un torreón templario reconvertido en centro de interpretación así lo manifiestan. Un paseo por sus calles empedradas se completa con el barranco del Llovedor que sorprende por sus verticales paredes rocosas por donde se desprende una cascada junto a la ermita del mismo nombre.
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Para alcanzar la villa de Castellote hay dos vías de acceso y ambas parten de la carretera N-232 que une Zaragoza y Castellón. Desde Híjar y pasando por Andorra, o desde Alcañiz atravesando Calanda, se alcanza Mas de las Matas. Desde esta localidad quedarán nueve kilómetros para alcanzar el destino. Este pintoresco pueblo se desparrama en la ladera dominada por su castillo. Fue plaza árabe hasta su reconquista por Alfonso II en el año 1168 pasando a pertenecer a la Orden del Santo Redentor. El pueblo estuvo bajo la Orden del Temple desde 1196 hasta 1307, constituyendo una importante encomienda templaria. En el castillo se refugiaron los templarios en 1308, debido a la persecución a que fueron sometidos por Jaime II tras la disolución de la orden. Entonces el pueblo pasó a manos de la Orden de San Juan en la que permaneció hasta 1769.

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Una vez atravesado un túnel surge de repente el casco urbano, con una plaza que sirve de epicentro de su actividad. Ascendiendo desde la plaza y paseando por la calle Losado que parte a la izquierda se pasa por rincones tan interesantes como la fuente medieval situada en un pórtico. Junto a la misma aparece el ayuntamiento. Se construyó sobre un arco de acceso al primitivo recinto, junto al cual se abre la lonja de seis arcos apuntados. Un poco más adelante la calle desemboca en una plaza presidida por la ermita de Nuestra Señora del Agua, cuya titular es la patrona de Castellote. Su fachada muestra una bella portada flanqueada por columnas salomónicas. Su torre es el único campanario del pueblo ya que la iglesia parroquial carece del mismo.

Otra de las peculiaridades de esta torre es que se apoya sobre otra torre, oculta tras un lienzo de sillería: el torreón templario. Su uso más reciente ha sido el de cárcel, con el cual lo identifican sus vecinos. Tras su restauración se puede descubrir su interior reconvertido en el Centro de Interpretación de la Orden del Temple. A lo largo de cinco plantas se cuenta la historia de esta orden religiosa y su relación con Castellote.
El paseo por la localidad avanza por la misma calle encontrando de nuevo rincones pintorescos, embellecidos por pavimento empedrado. Ya casi a las afueras se encuentra el lavadero. Un curioso espacio con una pila y una fuente que merece una visita. Volviendo por la misma calle, ésta se prolonga con la calle San Roque hasta llegar a una bella plaza que sirve de antesala a la iglesia de San Miguel. Se trata de una robusta construcción gótica con ventanales apuntados con tracerías. Durante la guerra civil se incendió el templo derrumbándose la cubierta primitiva que fue sustituida por la actual bóveda de medio cañón. Sobresalen sus dos portadas con arquivoltas apuntadas, una bellamente decorada y la otra cobijada por un atrio.

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La visita a la localidad se completa con la subida al castillo templario. Desde la parte alta de la iglesia parte una calle y después camino de herradura que lo alcanza en un cuarto de hora. A mitad del ascenso se llega a un collado, punto donde parte el camino al acueducto, que se visitará más tarde. Continuando por el camino se llega a la gran fortaleza de planta irregular en la punta de una gran cresta. Se levantó por los templarios, en piedra de sillar bien labrada. Posteriormente se modernizó y amplió durante la primera guerra carlista en 1837. Finalmente en 1840 fue desmantelado tras su ocupación por el general Espartero. Ocupa una longitud de 130 metros con una anchura inferior a 50 metros. El acceso principal, que anteriormente tuvo puente levadizo, se encuentra en la parte baja. La sucesión de espacios a diferentes niveles se culmina con la torre del Homenaje, situada al borde de la cresta rocosa. Las vistas desde esta posición estratégica son muy amplias, con el pueblo a los pies y la vega del río Guadalope y la presa de Santolea al fondo.

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Para completar esta pequeña excursión es necesario visitar el acueducto de las Lomas. Desde la parte trasera del castillo desciende un empinado sendero que hay que recorrer con precaución. En caso de no considerarlo apropiado es necesario volver hasta el collado antes citado y un sendero cómodo conducirá al mismo lugar. Fue construido para canalizar las aguas que abastecían a la villa. Está compuesto por once arcos adosados a la roca excepto el último de ellos, un arco de catorce metros de altura, más conocido como puente del Gigante. La vuelta se realiza atravesando este arco y rodeando el castillo hasta alcanzar el collado. De camino se disfruta de las vistas del espectacular barranco del Llovedor.

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Para la tarde se propone acercarse hasta la ermita del Llovedor. Está situada a escasa distancia de Castellote, pero es necesario coger el coche. Se atraviesa de nuevo el túnel y un poco más adelante parte la carretera que conduce a Seno. En la primera curva parte a mano izquierda un camino que se adentra en el barranco en el cual está la ermita del Llovedor. Se recomienda dejar el vehículo en la zona baja. A partir de este momento una pista cementada asciende flanqueada por cipreses. En una curva cerrada se alza un peirón, punto desde donde hay buenas vistas. Tras pasar junto a una caseta arranca el tramo final que alcanza la ermita construida bajo una gran pared de roca. El nombre de Llovedor procede de la fuente que genera una cascada, cuya agua se acumula en la pequeña balsa situada a sus pies. El edificio presenta portada de arco de medio punto sobre la cual aparece una ventana. A ambos lados el cuerpo central está flanqueado por dos torreones salientes, restaurado sólo uno de ellos a modo de pequeña torre.

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Para completar la visita a la localidad se propone la sede de Dinópolis con la que cuenta la localidad, que recibe el nombre de Bosque Pétreo. Se emplaza en pleno casco urbano, junto a las piscinas y la plaza de toros. Está dedicada a la Paleogeografía, es decir, el estudio de la evolución del planeta a través de las plantas y árboles. El tema tomado hace referencia al cercano yacimiento de El Barranquillo, donde aparecieron troncos fosilizados. En el centro expositivo se habla de la formación de los lignitos de Escucha, y se completa con fósiles vegetales tanto de la zona como de otros lugares.

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FINES DE SEMANA Jiloca Sierra de Albarracín

Sierra Menera, tierra de frontera entre reinos

La Sierra Menera forma parte del Sistema Ibérico y constituye una frontera natural entre Castilla y Aragón, lo cual hizo necesario la construcción del castillo de Peracense. Su nombre procede de la abundancia de menas. El momento de máximo desarrollo fue en el siglo XX gracias a la constitución de la compañía minera de Sierra Menera que mediante el ferrocarril daba salida al abundante mineral extraído hacia la costa mediterránea.
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Para adentrarse en Sierra Menera es necesario alcanzar Villafranca del Campo, población situada en las inmediaciones de la autovía mudéjar, a mitad de camino entre Calamocha y Teruel. Una carretera secundaria asciende en dirección a la sierra hasta alcanzar la primera población de interés. En el llano, al pie de las escarpadas paredes rocosas de donde emerge su castillo se localiza Peracense. El pueblo se articula en torno a un barranco acondicionado como un parque lineal. Las casas destacan por su característico color rojizo de la piedra de rodeno. En la parte baja está la iglesia de San Pedro Apóstol. Su portada está cubierta con un atrio de carácter popular. El elemento más visible es su torre de igual color que el resto de las construcciones del pueblo. Está rematada con chapitel de perfil mixtilíneo. En la parte alta se alza el ayuntamiento que se corona con un reloj. Y muy cerca, junto al barranco, está la ermita de la Virgen de la Villeta. A pesar de su reciente construcción evoca el gusto de las ermitas tradicionales con un porche soportado por columnas.

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Saliendo por la carretera de Almohaja, un peirón marca el punto de partida para la visita del siguiente elemento de interés. Una pista asciende hasta un alto y después desciende entre monte de carrasca hasta llegar en dos kilómetros y medio a la Carrasca de Peracense. Es también conocida como carrasca de los Tocones. Se trata de un ejemplar de más de mil años de antigüedad y de gran tamaño, con dieciséis metros de altura y un tronco cuyo perímetro supera los seis metros. Su estado no es bueno con numerosas ramas mutiladas, pero su estampa es bien pintoresca.

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La ruta vuelve a Peracense y tras cruzar el pueblo se toma la carretera que se encamina al Castillo de Peracense. En la parte alta aparece el sorprendente paraje donde está situado el castillo, sobre unos grandes peñascos rojizos que lo hacen prácticamente inexpugnable. Fue una pieza clave en el mantenimiento de las fronteras entre Aragón y Castilla a mediados del siglo XIV, momento en que fue levantada la actual construcción. El castillo está formado por dos recintos defensivos sucesivos rodeados de murallas que protegen el núcleo principal, situado en un extremo sobre un peñasco inaccesible por medios naturales de cuarenta metros de altura donde se erige la torre del Homenaje. El primer recinto tenía la función de plaza de armas, donde estaban las caballerizas. Se puede pasear por los caminos de ronda de la muralla de tres metros de espesor. El segundo recinto está reforzado por torreones. En uno de ellos estaba el cuerpo de guardia pudiéndose acceder a la parte alta. El recinto final es la torre del Homenaje. En la actualidad tiene una escalera de madera que en aquella época fue levadiza. Una gran pared simula una torre que en realidad servía de pantalla defensiva. Tras atravesar el muro aparecen varias dependencias y la cocina. Desde aquí se accede a la torre del Homenaje propiamente dicha. En su parte baja hay una sala bajo bóveda de medio cañón y el dormitorio del alcaide. Desde la sala grande se accede a un patio trasero donde se puede apreciar el mayor aljibe del castillo con una profundidad de más de cinco metros. La visita concluye en la parte alta de la torre desde donde se disfruta de las mejores vistas de todo el recinto defensivo.

Tras la comida se propone por la tarde la visita a la cercana población de Ródenas. Su nombre deriva de la piedra de arenisca rojiza del rodeno. Todo el pueblo está construido con este material. En la carretera se abre una gran plaza donde está la iglesia de Santa Catalina. De este gran edificio destaca la portada y la torre cuadrada que se remata con un cuerpo hexagonal y chapitel. Un paseo por las calles del pueblo descubre varios ejemplos de viviendas construidas a base de piedra de rodeno, y que lucen portadas de arco de medio punto de gran dovelaje. La iglesia primitiva está en ruinas dentro del antiguo cementerio y conserva dos capillas bajo bóveda de crucería. En la parte alta de la villa queda una cisterna de procedencia árabe, datada en el siglo X. Se trata de una construcción de sillería sobre una formación rocosa. Se encargaba de recoger el agua de la montaña y de los deshielos a través de unos canales excavados en la roca en dirección al depósito. Se corona con una torrecilla circular de ventilación de cantería.

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Se abandona la localidad en dirección a Pozondón. Una vez recorridos unos cinco kilómetros parte una pista señalizada que lleva al Cerro de San Ginés. Atraviesa campos de cereal en su primer tramo, y después un bosque de pinares y carrascas. Tras una empinada rampa se llega a la parte alta del cerro desprovista de vegetación. La ermita de San Ginés aparece en medio de una gran planicie. Se trata de un edificio rectangular con gran porche sustentado por columnas. Haciendo competencia a la tradicional construcción un conjunto de antenas de televisión, radio y telefonía culminan la cumbre del cerro de San Ginés que supera los 1.600 metros. Se trata de una elevada cumbre aislada del resto de la cordillera con lo que las vistas en todas las direcciones son espectaculares. La panorámica hacia la vega del Jiloca, con sus campos de cereal y la línea verde del valle, y la vista del castillo de Peracense rodeado de su peculiar paisaje, constituyen los puntos más interesantes.

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Al día siguiente se propone llegar al corazón de la Sierra Menera. Para ello es necesario tomar dirección a Villar del Salz. Desde este lugar parte la carretera que une esta población con Ojos Negros. Poco a poco se irán viendo los restos de las antiguas construcciones que acompañaron al ferrocarril de Ojos Negros, casi todas ellas abandonadas. El barrio de la Estación está compuesto por la casa-gerencia, con dos grandes viviendas a ambos lados de un estilo mucho más señorial. Junto a ellas aparece otra gran vivienda de mayor esbeltez que perteneció a los directivos, todas ellas rodeadas de zona ajardinada, ahora abandonada. Más adelante surge el barrio del Centro, donde se concentra el mayor número de viviendas, parcelas alineadas de una sola planta formando amplias calles. La carretera lo cruza por uno de sus costados donde se concentran los servicios. Al fondo de una plaza se alza una antigua locomotora que rememora el paso del ferrocarril por estas tierras.

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Cerca se encuentra la zona de explotación donde quedan los restos de las minas que no han sido restauradas después del cese de la actividad. Las minas de Ojos Negros, pertenecientes a la compañía minera de Sierra Menera están formadas por un conjunto de profundas simas escalonadas, desmontes, escombreras, pistas y destartaladas naves vacías, que configuran un sobrecogedor escenario que contrasta con el entorno, cubierto de grandes campos de cereal, cuyas parcelas se alteran ordenadamente con masas de carrascas y matorrales. Por todo ello el conjunto minero puede describirse como un paisaje lunar. En 1900 son arrendadas las minas para su explotación con la condición de la construcción de la línea férrea hasta el mar y el puerto de embarque para la exportación. Se eligió el trazado más adecuado optándose por el puerto de Sagunto. Finalmente en 1907 se terminó el ferrocarril minero de Sierra Menera, aunque la actividad en la mina comenzara en 1903. A partir de 1921 la explotación comienza a mecanizarse. A partir de 1974 hubo una crisis de sector siderúrgico a nivel mundial que fue afectando a los Altos Hornos del Mediterráneo, destino del mineral extraído. Así el cierre de éstos, provocó que en 1987 se cerraran las minas.

Avanzando por la carretera se alcanza el barrio del Hospital. Al final del mismo parte una pista al frente que sirve de acceso a varios miradores. Medio kilómetro más adelante se toma un ramal que bordea las instalaciones mineras. En primer término se pasa junto a los restos de las instalaciones mineras, con dos edificios de grandes dimensiones abandonados, el silo y el cargador. La pista avanza en ascenso a la sierra. Tras poco más de tres kilómetros de recorrido gira de manera brusca a la derecha dejando dos ramales en dirección contraria. Con mejores vistas va ascendiendo el camino hasta alcanzar una gran explanada bajo un aerogenador eólico donde está el Mirador de la Marajosa, una vez recorridos cinco kilómetros. Desde este punto las vistas son amplias, con las minas en un costado.

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La visita a la zona se completa con el molino de Ojos Negros, situado poco antes de alcanzar la población del mismo nombre. Se trata de uno de los dos únicos ejemplos de este tipo existentes en Aragón restaurados. Finalmente se puede dar un paseo por Ojos Negros. En su casco urbano sobresale la torre del Homenaje, de camino a la plaza donde se alza la iglesia de la Virgen del Pilar. Se trata de un edificio renacentista que destaca por su fachada datada en el siglo XVIII de perfil mixtilíneo. Está situada junto al acceso principal del recinto del antiguo castillo, del cual sólo queda un lienzo de muralla y los torreones.

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Comunidad de Teruel EXCURSIONES

Galve, tras la huella de los dinosaurios

Galve fue ocupado por los dinosaurios hace unos 125 millones de años. Este vínculo por descubierto por José María Herrero hace unas décadas. Gracias a sus hallazgos esta población turolense ha quedado prendada por los dinosaurios. Con la construcción de un parque paleontológico y dos museos dedicados a estos animales se ha convertido en una de las localidades de referencia para los amantes de estos reptiles fósiles.
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La población de Galve se emplaza en el centro de la provincia de Teruel. Para acceder a este enclave debe tomarse la carretera nacional que une las localidades de Utrillas y Teruel. Frente al desvío de Cañada Vellida parte una carretera regional, y poco más adelante un nuevo ramal conduce definitivamente a nuestro destino. Se emplaza en el curso medio del río Alfambra, en un valle abierto delimitado por zonas angostas del río, aguas arriba y debajo de este tramo. En su casco urbano cabe destacar varios edificios. En el centro está la plaza donde se alza la Casa Consistorial con su tradicional lonja de dos vanos rebajados en su parte baja. Un poco más adelante, una escalinata permite el ascenso a los pies de la iglesia de la Asunción. Su portada se abre dentro de un gran arco de medio punto, y junto a ella se alza la torre de ladrillo en cuya parte alta presenta sección octogonal. Y en las inmediaciones de la plaza destaca la Casa de la Era, una casona que data el año 1692 como así figura en su portada.

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En la localidad se encuentra el importante Museo Paleontológico de Galve. A pesar de su apariencia exterior discreta, su interior alberga una amplia colección de restos originales de dinosaurios, cuyo trabajo se debe a un vecino de la localidad, José María Herrero. Desde el año 1957 se dedicó a recoger restos fósiles en los alrededores, y gracias a su ansia por conocer más estuvo estudiando e investigando sobre los diferentes animales que vivieron en esta zona hace entre 130 y 120 millones de años. El museo muestra restos de dinosaurios entre los que se pueden destacar gran parte del esqueleto del Aragosaurus Ischiaticus, el primer dinosaurio bautizado en España o restos del esqueleto del Galvesaurus Herreroi, un saurópodo de 16 metros de largo que toma el nombre de su descubridor. Pero también restos de otros animales que convivieron en el Cretácico Inferior en esta zona como cocodrilos, tortugas, peces y tiburones. El contrapunto a los dinosaurios lo ponen restos de micro vertebrados que compartieron hábitat con ellos, que deben observarse con una lupa binocular.

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Foto cedida por el Museo Paleontológico de Galve

Tras la visita a la localidad es recomendable darse un paseo por las riberas del río Alfambra, donde se encuentra el Parque Paleontológico de Galve con varias reproducciones a tamaño real de los dinosaurios encontrados. Se atraviesa el pueblo por la calle Mayor y arranca una pista que alcanza el río en un bello entorno salpicado de chopos cabeceros. Su característica forma con troncos de gran calibre y copas reducidas de las que parten ramas de menor tamaño responde a que de ellos se extraía mediante la poda periódica madera para la construcción. En este entorno se encuentran el Iguanodon, es un herbívoro que podía medir entre cinco y doce metros de largo, y unos cinco metros de altura. Caminaba habitualmente sobre dos patas, aunque también lo hacía a veces sobre las cuatro. La otra reproducción corresponde al Aragosaurus, un saurópodo del cual sólo se han encontrado restos en esta población. Se trata de un herbívoro que medía de largo unos quince metros y unos seis metros de alto. Su peso podía aproximarse a las diez toneladas. Caminaba sobre cuatro patas. Se puede prolongar el paseo río abajo para ver un puente medieval. Se trata de una construcción de sillería robusta. Cuenta con dos arcos de diferente tamaño sobre los cuales dispone de plataforma de forma alomada.

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Volviendo a la localidad, cerca de la plaza del ayuntamiento, parte la pista de acceso al centro de Dinópolis por la que se alcanza de nuevo el río tras recorrer un kilómetro y medio. Allí se encuentra el Carnosaurus, un carnívoro provisto de patas robustas, y cabeza de grandes dimensiones con dientes de gran tamaño. En cuanto a los miembros delanteros, éstos son de pequeño tamaño, a modo de manos.

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Los yacimientos de icnitas de Galve son los más importantes de Aragón, y datan de hace más de cien millones de años. Las icnitas son las huellas fósiles que dejaron los dinosaurios. Gracias a ellas se puede saber la velocidad a la que se desplazaban, si vivían solos o en grupos, etc. En Galve hay dos yacimientos de gran importancia. A uno de ellos se accede tras atravesar el río Alfambra junto a una reproducción del Carnosaurus. Continuando por la pista principal, y tras recorrer desde el río unos tres kilómetros y medio se alcanza el yacimiento de los Corrales del Pelejón. Se trata del primer yacimiento de icnitas encontrado en Aragón. Cuenta con cuarenta icnitas distribuidas en siete rastros. La mayor parte corresponden a dinosaurios carnívoros, con huellas de tres dedos, más grande el central. También hay huellas de ornitópodos, con huellas de tres dedos, pero con el dedo central más corto.

Por la tarde se propone la visita a una de las sedes del Territorio Dinópolis situada en esta localidad, Legendark. Se encuentra a las afueras del pueblo. Lo que más impresiona al visitante es la reproducción de una familia completa de Aragosaurus a tamaño real, formada por dos ejemplares adultos y dos crías. Este saurópodo medía 18 metros de longitud y podía pesar 20 toneladas de peso. Se exponen tanto restos originales de este dinosaurio, como de Hypsilophodon e Iguanodon, las otras dos especies de las que también se han encontrado restos en Galve. También de ocho especies de animales definidas aquí primera vez, entre las que se encuentran mamíferos, reptiles, anfibios o peces. Otra de las reproducciones que llama la atención es un nido de huevos con crías de dinosaurio. Además de los fósiles de gran valor científico el centro cuenta con un laboratorio en el que se pueden comprobar cómo se restauran los restos encontrados.

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Foto cedida por el Dinópolis

Se pueden completar los conocimientos sobre estos animales ya de vuelta, visitando el yacimiento de las Cerradicas, situado a menos de un kilómetro antes de entrar en Galve, y muy cerca de la carretera. Este yacimiento cuenta con más de sesenta icnitas, agrupadas en cuatro rastros de huellas. Tres de ellas son de icnitas de tres dedos, más grande el central. Se trata de tres ejemplares de Therangospodus oncalensis de una longitud de unos cuatro o cinco metros, siendo carnívoros. El cuarto rastro es de un dinosaurio ornitópodo, que apoyaba las manos al andar, aunque no era lo más habitual en su especie. Su longitud podría ser de unos cinco metros.

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Cuencas Mineras EXCURSIONES

Blesa y Huesa del Común, unidas por el río Aguasvivas

El río Aguasvivas, a pesar de ser un modesto afluente del Ebro, tiene un recorrido de casi cien kilómetros. En sus márgenes se asientan dos poblaciones que han sufrido un gran descenso demográfico en el último siglo, pero que conservan el tipismo de antaño. Allí se encuentra una pequeña presa enclavada en un espectacular estrecho del río, y uno de los castillos más antiguos de la provincia de Teruel, encumbrado sobre un crestón rocoso.
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El acceso a la zona requiere tomar la carretera A-222 que une carretera de Logroño con las Cuencas Mineras pasando por Belchite. En la población de Muniesa parte el desvío que conduce a Blesa. En su término municipal se conservan una serie de azudes y molinos que conforman la ruta de las presas históricas. Desde el casco urbano, a escasa distancia de las piscinas municipales se encuentra la primera de ellas, constituyendo el lugar más interesante de toda esta particular ruta. Antes de acercarse al cauce hay que tomar un sendero escarpado, pero bien acondicionado, que asciende bordeando el desfiladero formado por el río. Tras vadear el río y cruzar a la otra margen se alcanza un punto estratégico donde se sitúa un mirador desde el cual se puede apreciar la imponente presa.

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Situada en un desfiladero muy angosto, la Presa del Hocino se construyó con piedra sillar y cuenta con 18 metros de altura. Su anchura en la coronación es apenas de diez metros, con 24 losas unidas por grapas de hierro forjado, de las cuales se conservan tres. La presa fue utilizada para suministrar agua a la población, hasta que se colmató de sedimentos. También se utilizó para abastecer al salto de agua del molino situado aguas abajo. Volviendo por el mismo recorrido, en las inmediaciones del estrecho se alza el Molino de la Cueva. En el siglo XV ya existía un molino harinero en este lugar y en 1930 pasó a llamarse Electro-harinera La Cueva tras ampliarse. Además de utilizarse para moler, se instaló una turbina para producir electricidad. Hasta los años cincuenta estuvo en funcionamiento.

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Se vuelve al casco urbano de Blesa, que ahora apenas aglutina a un centenar de habitantes de los 1325 con que contaba en el año 1900. Sin embargo este enclave es capaz de ofrecer al visitante dos espacios museísticos. En el centro del pueblo se abre un sencilla plaza donde se encuentra la iglesia parroquial de la cual yergue altiva su torre barroca en ladrillo que se eleva a más de sesenta metros de altura.

En la misma plaza está el Museo de Carpintería y Fragua. Se encuentra en un taller de carpintería que se creó a principios del siglo XX. En su interior se conservan más de doscientas piezas y maquinaria ligadas al trabajo de la madera y del hierro. Una pequeña audición y varios paneles sirven al visitante para mostrar estos dos oficios tradicionales.

Junto a la iglesia parte la calle Baja, la cual desemboca a los pies del Molino Bajo. Tras su acondicionamiento se muestra su interior completamente restaurado, siendo un fiel reflejo de lo que fue. El molino data de mitad del siglo XIX. En su interior se conservan los dos pares de muelas, así como las tolvas desde donde se vertía el grano. Cuenta también con una gran cernedora utilizada para clasificar la harina según su calidad. El molino se acompaña de la vivienda del molinero, que tiene las estancias propias como la cocina y otras muchas con pavimentos originales. Sobre el molino también se puede observar un pequeño taller de carpintería que aprovechaba la fuerza transmitida por poleas para el trabajo de la madera.

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Por la tarde se propone la visita a otra población situada junto al río Aguasvivas. Para ello es necesario volver a la población de Muniesa, y retomar la carretera regional en dirección a Utrillas. Poco después un nuevo desvío conduce a Huesa del Común, tras atravesar la localidad de Plou. Tras la reconquista  a mediados del siglo XII por Ramón Berenguer IV se creó el señorío de Huesa, llamado Honor o Común de Huesa. Tras rebasar la población se alcanza el río Aguasvivas. A escasos metros se alza un puente de piedra de arco rebajado, mediante el cual se accede a una pequeña área recreativa. Un corto paseo remontando el cauce conduce a los restos del Molino del Vado. En la otra orilla en todo momento se pueden apreciar las imponentes crestas rocosas tras las cuales se oculta la población. En la parte alta se asienta el castillo que más tarde se visitará, proporcionando una de las vistas más espectaculares que ofrece esta bella población.

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La visita al casco urbano comienza a los pies de la carretera, atravesando un portal de la antigua muralla. Callejeando en sentido ascendente se alcanza la iglesia, situada en la parte alta. La iglesia de San Miguel fue construida en estilo barroco a principios del siglo XVII. Sobresale la torre de ladrillo muy esbelta, y que se alza en tres cuerpos. El primero de planta cuadrada y los dos restantes son ochavado y octogonal. Desde la parte trasera de la iglesia parte una senda que conduce al Castillo de Peñaflor. Se trata de uno de los castillos turolenses más antiguos, ya que fue construido posiblemente entre los siglos XII y XIII sobre un crestón calcáreo. En el Cantar del Mío Cid aparece citado. Sobre la roca quedan restos de murallas y de dos torres cuadradas. La torre occidental, de ocho metros de altura, conserva una cubierta de bóveda de cañón apuntado; mientras que la oriental, de cinco metros, tan sólo conserva el arranque de la bóveda de crucería de uno de sus pisos. Desde la fortaleza, y sobre las crestas rocosas, las vistas en todas las direcciones son espectaculares. El pueblo se divisa a los pies mientras que en la parte trasera las paredes verticales se desploman hacia el río que rompe la muralla calcárea.

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Se desciende hasta alcanzar de nuevo la parroquial, tomando la amplia calle de San Miguel, que discurre paralela a la antigua muralla, a extramuros. En la parte baja se abre el portal de San Miguel. Sobre el arco hubo un antiguo torreón, y ahora lo hace una vivienda. La calle atraviesa otra de las puertas de la muralla. El portal del Pilar toma su denominación de la capilla abierta a Nuestra Señora del Pilar. Una vez atravesado se abre la plaza mayor, en la cual se encuentra el frontón y el ayuntamiento. El edificio fue la antigua residencia del señor de la villa, obra del siglo XVI. Su fachada se compone de una doble lonja a base de grandes vanos adintelados llevados a cabo en ladrillo, con balaustrada orlada con decoración de tradición mudéjar. Al otro lado de la plaza se abre otro arco, mucho más sencillo y menos pintoresco que los anteriores. A través del mismo se puede salir a la carretera para finalizar así la visita a la población.

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