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Oliete, en el corazón del Parque Cultural del Río Martín

En el curso medio del río Martín se asienta Oliete. Su entramado urbano cuenta con tres portales, testigos del antiguo recinto amurallado. A intramuros las calles son estrechas y empinadas, herencia de su pasado morisco. En su término municipal cuenta con dos yacimientos íberos, un elemento distintivo del Parque Cultural del Río Martín. La visita se completa con la Sima de San Pedro, una de las cavidades más espectaculares de toda Europa.
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Hay dos itinerarios para alcanzar la localidad turolense desde Zaragoza. En ambos casos debe tomarse la carretera de Castellón. Una opción es desviarse por Belchite, pasando por Lécera hasta Albalate del Arzobispo. La otra es continuar por la carretera nacional hasta poco antes de llegar a Híjar y tomar dirección a la misma localidad. Desde Albalate sólo resta remontar el río Martín y se llega al destino tras recorrer unos 26 kilómetros. Oliete llegó a alcanzar los 2.500 habitantes a principios del siglo XIX, lo que justifica la amplitud de su casco urbano. Ahora lo habitan unos trescientos vecinos. Se asienta en la ladera de una colina orientada al río.

El punto de partida de la visita está situado en la travesía, donde se encuentran las antiguas escuelas, sede del Centro de Interpretación de la Cultura Íbera. En su interior se muestra mediante fotografías de gran tamaño y paneles didácticos los espectaculares restos arqueológicos hallados en el término municipal, los cuales se propone visitar por la tarde. Justo enfrente parte una calle peatonal en la que se señaliza el acceso al casco histórico. Al flanquear el antiguo recinto amurallado el visitante se encuentra el primero de los tres portales. Dos arcos cubren el paso, sobre los que se abre la capilla a intramuros dedicada a los santos Fabián y San Sebastián.

En este punto arranca la calle Mayor que vertebra la parte baja de la población. A ella se abren algunas casas con aleros barrocos y galerías neoclásicas. A mitad de calle se levanta el ayuntamiento, en una recoleta plaza. Su aspecto exterior es respetuoso con la arquitectura popular por sus balconadas y el alerón con el que se remata la fachada. Un poco más adelante, y tras un quiebro a la izquierda de la calle, se alcanza la plaza donde se ubica la iglesia parroquial. En ella se localiza también el edificio civil más importante de la villa. La Casa de la Donjuana, como se la conoce vulgarmente, luce una notable fachada del siglo XVI. La bella arquería renacentista se apoya sobre un friso de singular belleza. Destaca también la puerta principal flanqueada por columnas estriadas.

A escasos metros está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, terminada en 1692. Después se edificó la torre, ya en el siglo XVIII. De ladrillo en planta octogonal cuenta en las aristas con contrafuertes que enmarcan arcos de medio punto. En su interior dispone de tres espaciosas naves con cúpula sobre el crucero.

Bordeando la iglesia y tomando la calle Santa Bárbara, ésta conduce hasta el segundo de los portales, sobre el cual se alza la capilla homónima. Es de menores dimensiones, y al atravesarlo se disfruta de una buena vista de la vega. Volviendo a la plaza, se recomienda callejear en sentido ascendente para saborear el trazado urbano. Saliendo del pueblo por la calle Calvario, se puede alcanzar la Ermita del Santo Sepulcro. Desde este punto se disfruta de buenas vistas de la localidad. Un poco más arriba una capilla menor marca el final del Vía Crucis. Sólo resta volver a descender en dirección a la calle Baja. Allí se encuentra el tercero de los portales de la antigua muralla. Sobre el arco rebajado de ladrillo se abre a intramuros la Capilla de la Virgen del Pilar. A escasos metros está de nuevo la travesía de la carretera.


Junto al puente sobre el río Martín parte una carretera asfaltada que conduce al embalse de Cueva Foradada. En los dos kilómetros de recorrido se atraviesa un bello paisaje con abundante vegetación de ribera donde predominan los chopos y también pequeñas huertas. Al final hay que dejar el vehículo y continuar andando. El paseo es grato mientras se recorre una especie de parque, donde se encuentran antiguas construcciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Por fin aparece la presa y junto a la roca arrancan las escaleras que mediante doscientos setenta y dos peldaños transportan a la parte alta de la presa. Una vez arriba, una preciosa vista se abre al visitante. Aguas abajo el frondoso cauce del río rodeado de agrestes laderas. Aguas arriba el agua embalsada rodeada de riscos. En septiembre de 1903 el ayuntamiento cede las tierras que se utilizarían para su construcción donde estaba ubicada la cueva. En 1912 comenzaron las obras de la presa de 45 metros de altura a base de piedra tallada, entrando definitivamente en servicio en 1926.

Para la tarde se propone visitar otros lugares de interés situados en el término municipal. El primero de ellos es el yacimiento del poblado íbero del Palomar. Una vez cruzado el río Martín por el puente de la carretera, comienzan las indicaciones a mano derecha que conducen a los restos arqueológicos mediante un sencillo paseo de menos de un kilómetro. En esta atalaya hubo un asentamiento habitado entre los siglos III y I a.C. Tras las excavaciones se pueden observar claramente cuatro calles empedradas, a las cuales se abren 11 viviendas y varios almacenes, con zócalo de piedra, pudiendo ser algunas de ellas de dos plantas. Se han encontrado, además de restos cerámicos y utensilios agrícolas y ganaderos, enterramientos de 23 niños y 18 animales en el interior de las viviendas.

De nuevo se vuelve al pueblo de Oliete y se toma dirección a Albalate del Arzobispo. A unos cuatro kilómetros aparece señalizado el acceso a uno de los lugares más espectaculares de la geografía aragonesa, la Sima de San Pedro. El primer tramo de la pista discurre por un paisaje árido hasta alcanzar la fértil vega del río Martín. Después de atravesar el río a través de un pequeño puente se pasa por la finca de San Pedro. En este punto aparece señalizada la pista de la izquierda en dirección a la sima. Un cartel indicativo y una valla perimetral advierten de la presencia de esta cavidad que constituye un refugio de biodiversidad sin precedentes en Europa, así como por sus dimensiones. Su gran boca de 65 x 75 metros permite que la radiación solar ilumine toda la sima. Tiene forma de pozo troncocónico de 86 metros de altura, desde la plataforma hasta la lámina de agua que ocupa el fondo. El lago, que tiene una profundidad adicional de 22 metros, se alimenta de surgencias subterráneas procedentes del río Martín. Las paredes de la sima presentan abundantes grietas donde se refugian nutridas poblaciones de aves y murciélagos. La laguna está poblada por varias especies de anfibios y culebras. Todo el recinto se halla rodeado por una cuerda con pivotes y es posible bordearla más fácilmente por la derecha para acceder al lado opuesto. Allí se ubica la plataforma que fue instalada por una empresa francesa que desde el año 1880 tenía la explotación del guano de las aves, o palomino. A pesar de que es la única opción de poder observar el fondo de la sima está prohibido el acceso para evitar accidentes.

Desde la granja parte también la pista señalizada que conduce al Cabezo de San Pedro tras recorrer dos kilómetros. En esta posición elevada con magníficas vistas de valle del río Martín se emplazan los restos del poblado íbero de San Pedro de Oliete. Fue levantado en el siglo III a.C. siendo abandonado probablemente hacia el año 50 a.C. tras las guerras sertorianas que asolaron la Península Ibérica, haciendo desaparecer la mayor parte de los poblados ibéricos. La zona visible corresponde al recinto defensivo, de unos 5.000 m2. Sin embargo se estima que a su alrededor habría un poblado que ocupa una superficie tres veces mayor. De la fortaleza sobresale la muralla construida mediante piedras de gran tamaño, que dan lugar a una impresionante línea amurallada de 129 metros de longitud y cuatro de espesor. En su interior conserva tres torres. Una rectangular con las esquinas redondeadas, cuyos restos se elevan a más de trece metros de altura, siendo probablemente la más alta de esta época conservada en España. También otra torre circular de más de diez metros de diámetro, y junto a ella una rectangular construida con piedras de menor tamaño.

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