En los Montes Universales nacen el Tajo, el Gabriel y el Guadalaviar, uno toma camino al Atlántico y los otros dos hacia el Mediterráneo. Sobresale una arquitectura tradicional con abundantes trabajos en rejería, y unos paisajes que alternan prados y pinares, donde se practicaba antaño la trashumancia. Un paisaje salpicado además por simas y dolinas, formaciones espectaculares.
La propuesta para comenzar el fin de semana conduce al Mirador del Portillo. Tras atravesar la población de Guadalaviar, la carretera asciende entre pinares hasta alcanzar la cota más alta. Junto al portillo, estrecho rocoso que atraviesa la carretera, se puede dejar el vehículo y subir andando hasta el mirador acondicionado, situado a 1.800 metros de altitud. Desde este punto, gracias a los paneles explicativos, se puede divisar e identificar un buen número de puntos de interés en todas las direcciones.
La carretera desciende rápido hasta el valle del Tajo, en el cual se alternan pastizales y pinares. Remontando el pequeño cauce se alcanza el Nacimiento del Tajo perfectamente señalizado. En este punto el río recibe sus primeras aportaciones al caudal de manera temporal. El río Tajo es el más largo de la Península Ibérica y en sus 1072 kilómetros atraviesa España para desembocar en Lisboa. En este nacedero manan aguas pero no dan lugar a un cauce estable, y hasta más adelante no se puede ver un joven río de caudal permanente. En este lugar se instaló en el año 1974 un grupo escultórico realizado por el escultor José Gonzalvo. La escultura mayor simboliza al “Padre Tajo” y las tres menores las provincias de Teruel, Cuenca y Guadalajara.
La carretera avanza en dirección a Frías de Albarracín. Tres kilómetros antes de llegar a la población, a mano izquierda parte un camino señalizado. A escasa distancia y oculta por los pinares aparece un gran agujero en el terreno, la Sima de Frías. Una valla de madera protege la sima, cuyas paredes se precipitan de manera vertical en buena parte de su perímetro. Cuenta con unos 80 metros de diámetro, y unos 60 metros de profundidad. Para poderla observar mejor es necesario rodearla, ya que desde el lado opuesto al acceso se aprecia en toda su magnitud.
Por la tarde el plan es mucho más tranquilo, con la visita a la población de Griegos y su entorno. Esta localidad es una de las más elevadas de la Península Ibérica. Se asienta a 1600 metros rodeada de pastizales donde abundan las vacas. La arquitectura de montaña queda de manifiesto en las fachadas donde se alternan la piedra y el encalado, con muestras interesantes en rejería. Un paseo por sus calles invita a descubrir la plaza principal, con el abrevadero y el ayuntamiento en un costado, y se puede prolongar hasta la iglesia parroquial, situada en un extremo del núcleo, en la parte alta.
Volviendo a la carretera por el mismo acceso, esta bordea Griegos por la izquierda. A escasa distancia parte un camino a mano izquierda que conduce a un vallado en medio de un pinar, donde es posible la observación de varios ciervos de una manera fácil. No es el mejor alojamiento para estos animales que pueblan los Montes Universales, pero es una opción para poderlos ver de cerca.
Para completar la tarde se recomienda subir a la Muela de San Juan. El acceso se encuentra señalizado, una vez rebasado el pueblo, a mano izquierda. Una masa de denso pinar acompaña la subida por la pista asfaltada. En la parte alta se encuentran las instalaciones de las pistas de esquí de fondo. Un poco más adelante se llega a la modesta Cruz de Santa Bárbara, junto a una torre de observación forestal. Este punto es un excelente mirador del valle del río Griegos.
La mañana del domingo es un buen momento para dar un paseo, siempre y cuando no haga demasiado frío. En ese caso se puede invertir el orden de la visita con el museo que se verá a continuación. El punto de partida para la visita del Campo de Dolinas de Villar del Cobo es el cruce de carreteras junto a Casas de Búcar. En ese lugar parte una pista que discurre en paralelo a la carretera de Griegos, y que pasa junto a una granja. Poco antes de haber recorrido un kilómetro se toma el ramal que desciende al río Griegos. En este lugar es recomendable dejar el vehículo.
TIEMPO |
DESNIVEL |
DIFICULTAD |
1 h 30 min (circular) |
125 m |
baja |
Se continua por la pista de gran pendiente y abundante piedra suelta, entre la cual es muy fácil encontrar fósiles. Al final de la rampa se toma un desvío que parte al frente, y siguiendo un sendero poco marcado se alcanza la primera dolina. En medio de la paramera con escasa vegetación surge una gran depresión de 350 metros de diámetro y 50 metros de profundidad. Sus dimensiones sorprenden e incluso la cámara de fotos se ve incapaz de abarcar toda su extensión. Bordeando por la izquierda se va ascendiendo por sendas poco marcadas hasta alcanzar otras dos simas de menores dimensiones, pero de mayor belleza por los pinos que salpican su interior. Se deben bordear por la izquierda, y de nuevo a unos minutos se alcanza una nueva dolina, ésta mayor tapizada en buen parte de su interior por un denso pinar. Si se rodea por la izquierda, se descubre la última a la izquierda.
Este punto es la parte más alta de esta nueva dolina. A pesar de contar con la misma superficie que la primera que se ha visitado, su profundidad es de 100 metros, en parte favorecida por la pendiente del terreno en el que se asienta. El recorrido la bordea por su izquierda, sin senda evidente, pero en paralelo a la depresión, atravesando un denso pinar. La vista desde la parte inferior también impresiona. Para completar el paseo circular es necesario descender al pequeño cauce del río Griegos, y acompañarlo en su suave discurrir, buscando la senda más cómoda. Así se alcanzará el vehículo que está aparcado junto al arroyo, aguas abajo. Este paseo tiene una duración total de una hora y media.
La mañana se completa con la visita al Museo de la Trashumancia que se emplaza en el centro de la localidad de Guadalaviar. En su interior muestra de una manera amena la distribución de las veredas en Aragón, abundante material sobre aspectos relacionados con la lana y el marcaje del ganado y en la parte alta una recreación de una caseta pastoril. Una visita interesante que descubre este modo de vida que durante siglos imperó en estas tierras.
El fin de semana por tierras turolenses puede completarse con la visita a la localidad de Villar del Cobo. En la travesía de la carretera se pueden observar ejemplos de arquitectura tradicional con fachadas encaladas en las que destaca el trabajo en rejería. Ya dentro del pueblo se encuentra la casa-palacio de los Muñoz, una de las más importantes de la Comunidad de Albarracín por su volumen, excelente rejería y galería de vanos adintelados con dibujos geométricos. Cercana está la iglesia de San Justo y San Pastor, a la cual le precede un singular pórtico de estilo gótico. Si todavía se dispone de algo de tiempo se puede culminar la visita al lugar subiendo a la ermita de la Virgen del Rosario, a la cual se puede acceder andando por una calle al otro lado del cauce que cruza el pueblo. La ermita se rodea de una bonita pradera con un abrevadero y desde este lugar se observa una buena vista de la población.